Contra la OTAN
La promesa de un refer¨¦ndum que nadie sabe cu¨¢ndo ni c¨®mo va a tener lugar no evita la conciencia de que la OTAN se nos echa encima. Poco importa que las encuestas muestren que la gente no la desea. Muchos de los encuestados tampoco la deseaban cuando dieron un voto que sirvi¨® de billete para conducirles a otra estaci¨®n. El Gobierno sigue fiel, as¨ª lo dice, al refer¨¦ndum. Y sigue no menos fiel a una vieja y eficaz t¨¢ctica -historia, magistra vitae- que ha dado buenos resultados al poder.Los referendos los ganan, generalmente, quienes los organizan. Se suele proponer, desde una situaci¨®n de fuerza y previamente dramatizada, un s¨ª o no cargado de feroces consecuencias si se disiente de lo pedido. Es la doctrina que combina la amenaza del abismo con la explotaci¨®n del sentimiento de seguridad. Bien saben los que mandan que hacer experimentar al ciudadano su impotencia es ponerle a un paso de que se agarre, resignadamente, a aquello mismo que repudia. Por cierto, la definici¨®n de espa?ol como persona que aprende eternamente el ingl¨¦s habr¨¢ que cambiarla por la de persona que se lamenta eternamente de lo que ha votado. Y, por encima de todo, la estrategia de los gobernantes es, en este momento, ¨²til para ellos, pero falaz para todos. Consiste en presentar como posibles estas tres alternativas respecto a la OTAN: estar a favor, no estar a favor y estar en contra. Ellos, sutilmente, se sit¨²an en la segunda. No estando a favor piensan que quedan a salvo sus principios. Al no estar en contra piensan salvar los elementos necesarios del realismo pol¨ªtico actual (la entrada en la Comunidad Europea, la estabilizaci¨®n democr¨¢tico-liberal, una finta a las pretensiones marroqu¨ªes, etc¨¦tera).
No es cuesti¨®n de juzgar a un pueblo, pero s¨ª de hacer notar que la democracia no s¨®lo se mide por los votos, sino por sus condiciones y por la libertad que adquieren y experimentan los ciudadanos. Escoger entre dos males puede ser, y lo es con frecuencia en la realidad humana, una necesidad. Colocarle, sin embargo, a uno entre dos males es una violencia, sin m¨¢s. Y por lo que hace a las tres supuestas posibles alternativas, es obvio que quien no est¨¢ a favor de la OTAN y no quiere caer en ninguna de las dos otras excluyentes posibilidades lo ¨²nico que deber hacer, si quiere ser coherente, es mantenerse en la indiferencia total. En caso contrario estar¨¢ a favor o estar¨¢ en contra. Como en la diosa Jano, s¨®lo hay dos caras. Inventar una tercera es cara dura.
Dos posturas
No hay, por tanto, m¨¢s que dos posturas en relaci¨®n a la OTAN. Una es la de aquellos que, en autorrealistas, la aceptan. A ¨¦stos, si su actitud es decidida, lo que habr¨ªa que pedirles es sinceridad y consistencia. Que hablen sin ambig¨¹edades, que se alisten con quienes les corresponde, que hagan, en suma, esa pol¨ªtica de Estado en la que todo se iguala. Que no se disculpen ni se escindan, desgarradoramente, entre cabeza y coraz¨®n. Si creen que tienen la raz¨®n, que argumenten y que concluyan, definitivamente, confiando en el curso objetivo de la historia que nos ha tocado vivir. Si la OTAN es m¨¢s un bien que un mal, si Europa, tal y como est¨¢, es un bien, que lo digan sin medias palabras.
Dos precisiones para acabar con esta postura. Hay quienes es t¨¢n en desacuerdo con la OTAN, pero, desde dentro -eso -dicen-, desde un izquierdismo proclama do, no rompen con sus jefes, no abandonan el partido en el poder. Se da una cierta analog¨ªa con los te¨®logos que justificaban la existencia del mal por sus efectos est¨¦ticos. Justificando al Gobierno no s¨®lo son un espaldarazo en su aporte de: votantes, sino que generan la irreal esperanza de que, a pesar de todo, la cosa ir¨¢ mejor. La historia s¨ª les da la raz¨®n, s¨®lo que en direcci¨®n inversa: ma?ana defenderan, si las circunstancias lo exigen (o si ellos se lo exigen a las circunstancias), lo que hoy niegan de palabra.
La segunda precisi¨®n se refiere a los progresistas oficiales que, en su supuesto escepticismo, se mofan de los que no est¨¢n dispuestos a dimitir de lo que ellos llaman lo imposible. Se r¨ªen, c¨ªnicamente, de quien no abandona un ideal. Te miran como si fueras de otro mundo, como si no hubieras alcanzado la madura raz¨®n de un agnosticismo ilustrado, como si estuvieras, a¨²n preso de im¨¢genes e impulsos infantiles. Recuerda tal actitud la sonrisa aprendida de la que algunos cl¨¦rigos fueron maestros, los cuales cre¨ªan ser con este gesto, por una especie de don del cielo, inteligentes, te perdonaban la vida y te imped¨ªan que les pidieras algo. Dejamos para el final la postura que se opone a la expuesta. Es la de los que no queremos, en modo alguno, estar en la OTAN. Deseamos, en consecuencia, que en esta sociedad se sepa qui¨¦n es qui¨¦n. Ser¨ªa adem¨¢s una excelente ocasi¨®n para recuperar una tradici¨®n que, aunque pueda a veces confundir molinos con gigantes, no confunde nunca vivir con servir.
Los pueblos no son ajenos a su destino. Por desconocido que sea lo que va a suceder, s¨ª sabemos qu¨¦ es aquello a lo que nos oponemos. Y nos oponemos a que el destino de este pa¨ªs se inscriba en la OTAN. Repit¨¢moslo clara, rotunda y constantemente. De la misma manera que hay que repetir -Pero Grullo nos valga- que no es posible, ni como chiste, ser la izquierda del capitalismo armado, ni es digno, en pol¨ªtica como en cualquier otracosa, ceder al chantaje. Esto y tantas cosas m¨¢s componen la figura de la OTAN. S¨®lo la derecha puede afirmar lo contrario. Pero ¨¦sa es su cuesti¨®n.
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