La paradoja de un d¨¦bil eco espa?ol
Vaya por delante lo que acaso debiera ser la soluci¨®n: media un abismo entre la presencia de Manzoni en Espa?a y la presencia de Espa?a en Manzoni; la importancia del gran escritor italiano por estos pagos no se corresponde ni remotamente con la que asume, en cambio, Espa?a en la obra manzoniana. El eco que por ac¨¢ hall¨® el gran Alessandro pec¨® y sigue pecando de d¨¦bil; apenas si es un nombre sonoro, alguien que escribi¨® una famosa novela, unas cuantas tragedias y alg¨²n que otro himno sacro.Pocos de nuestros compatriotas han le¨ªdo lo que para los italianos es -con los grandes trecentistas- una de las m¨¢ximas expresiones de su literatura, una novela conocida all¨¢ con pelos y se?ales- hasta el punto, m¨¢ximo homenaje de la lengua a un creador, que el nombre de uno de sus personajes, Perpetua, ha pasado en los diccionarios a significar ama de cura.
S¨®lo en Catalu?a, una vez m¨¢s excelente veh¨ªculo entre Italia y el resto de la Pen¨ªnsula, un c¨ªrculo receptivo acoge y valora como es debido a Manzoni y su obra: Bonaventura Caries Aribau, Josep Maria Quadrado, Mil¨¢ y Fontanals dan testimonio, entre 1823 y 1854, de la gran impresi¨®n que la obra de Manzoni les ha causado. La resonancia cr¨ªtica en el resto del pa¨ªs no es gran cosa: comentarios elogiosos de Pedro Antonio de Alarc¨®n, admiraci¨®n de Valera y, ?c¨®mo no?, m¨²ltiples p¨¢rrafos a lo largo de la dilatada obra de Men¨¦ndez Pelayo, aunque en este caso, con el sesgo de la etiqueta de novelista cat¨®lico.
Uno de los contados estudiosos espa?oles que se han ocupado del tema, Antonio Prieto, valora as¨ª el fen¨®meno: "La acogida de I Promessi Sposi [Los novios] en el mundo cultural espa?ol est¨¢ mediatizada por su situaci¨®n dentro de un realismo, aqu¨ª tradicional aparentemente, que la priva de su car¨¢cter de novedad". Pero, adem¨¢s, su enclavamiento dentro de ese supuesto realismo le priva de un an¨¢lisis que, trascendiendo sus formas, arribe al gran mundo moral que rige la novela manzoniana y que se extiende con caracteres de epopeya nacional".
Dominaci¨®n espa?ola
Quiz¨¢, subyacente, haya otro motivo: el retrato de la dominaci¨®n espa?ola en el milanesado, no muy favorecedor para la potencia ocupante. El que Manzoni considere esa dominaci¨®n no como cosa caduca, como algo meramente arqueol¨®gico, sino como un espejo de la circunstancia de la opresi¨®n austriaca que sufre en ese momento su pa¨ªs, no es tan evidente para un lector no italiano, y las negras tintas con que el autor la bosqueja suscitaron resquemor y recelo por estas tierras.
Un literato cremon¨¦s que viaja por Espa?a, Antonio Cazzaniga, visita en Madrid, hacia 1834, al poeta y pol¨ªtico liberal Manuel Jos¨¦ Quintana; ¨¦ste, que por esos d¨ªas est¨¢, leyendo una traducci¨®n francesa de Los novios, se queja a su visitante de la man¨ªa europea de hablar mal de Espa?a, "para castigar a este mi infeliz pa¨ªs, harto desgraciado, por unos momentos de gloria militar que ha tenido y que hoy paga a tan caro precio.
Tambi¨¦n ustedes, los italianos, cuando pueden presentar a los pobres espa?oles como can¨ªbales no dejan de hacerlo". Si bien a?ade que a Manzoni ese pecado puede perdon¨¢rsele en gracia a su gran ingenio: "Estos Novios me han dejado prendado de su autor".
No han existido aqu¨ª, no ya estudios, sino ni siquiera ediciones medianamente serias de Los novios, aunque a lo largo del XIX aparecen seis traducciones castellanas, lo cual indica cierta repercusi¨®n en los lectores del com¨²n; la m¨¢s famosa, la del poeta Juan Nicasio Gallego, reimpresa una y otra vez hasta nuestros d¨ªas, y que ve la luz en 1836-1837, aunque vierta a un hermoso y fluido castellano el texto, desde el punto de vista de la traducci¨®n no es sino versi¨®n lib¨¦rrima, con supresiones, modificaciones y un sello personal que sustituye el estilo de Manzoni por el de su traductor. La ¨²nica traducci¨®n antigua que sale airosa de un an¨¢lisis filol¨®gico es la de la poetisa mallorquina Mar¨ªa Ant¨®nia Salv¨¢, publicada en Barcelona en 1924-1925.
Traducciones deficientes
Conocimiento escaso, traducciones deficientes, influencia casi nula -Men¨¦ndez Pelayo se?ala la impronta manzoniana en la novela Ave Maris Stella, de Am¨®s de Escalante, y pare usted de contar- y cr¨ªtica manzoniana pr¨¢cticamente inexistente no constituyen en verdad un lucido balance. Cuando, hace ya a?os, afront¨¦ una edici¨®n cr¨ªtica de Los novios, me top¨¦ con un texto de P¨ªo Baroja que me dio que pensar. Comentaba don P¨ªo: "I promessi sposi [Los novios], de Manzoni, no lo pude concluir. Mi padre lo le¨ªa con gusto en italiano; yo lo le¨ª en una traducci¨®n espa?ola de J. N. Gallego y me pareci¨® que estaba bien, que hab¨ªa descripciones buenas, que los tipos estaban vistos, pero me aburr¨ªa". Por un instante me hice la ilusi¨®n de trasvasar para el lector espa?ol el gusto con que Seraf¨ªn Baroja le¨ªa la novela en su idioma original. Pero, ?qui¨¢! Unas cuantas recensiones eruditas, un ramillete de excelentes cr¨ªticas de la obra, pero ¨¦sta y su autor siguen siendo desconocidos entre nosotros. Estamos de centenario: tres carillas sobre la presencia de Manzoni en Espa?a. Pasen, se?ores, y vean: ?hay qui¨¦n d¨¦ menos?
Los novios -por ce?irme s¨®lo al capolavoro manzoniano- encuentra de inmediato en Europa excelente acogida: el patriarca Goethe lee la novela, coment¨¢ndola por extenso con Eckermann, un mes despu¨¦s de su publicaci¨®n, en junio de 1827; ya en 1835, E. A. Poe publica en Estados Unidos una elogiosa rese?a de la traducci¨®n inglesa. Y, por supuesto, en Italia empezaban por entonces a correr r¨ªos de tinta sobre la obra y su autor.
En Espa?a, en cambio, a donde llega pronto la novela (un solo ejemplo de desfase: el Tristram Shandy, de Sterne, ha de aguardar 218 a?os a verse en castellano), la recepci¨®n no es muy entusiasta; se considera al milan¨¦s poco menos que un ep¨ªgono de Walter Scott y s¨®lo un reducido c¨ªrculo literario -catal¨¢n por m¨¢s se?as- lo aprecia cual merece.
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