Secularizaci¨®n y pluralismo en Euskal Herr¨ªa
Al examinar la evoluci¨®n pol¨ªtica y cultural de este pa¨ªs en los dos ¨²ltimos siglos viene a la memoria la imagen del poeta Gandiaga, que dec¨ªa del pueblo vasco que era como el txakol¨ª. "ardo nahi eta ezi?a" (quiere ser vino y no puede). Con todos los problemas y dificultades del momento hist¨®rico que estamos viviendo, ¨¦sta es la primera oportunidad que se concede a la sociedad vasca de responsabilizarse del propio acontecer cultural y de llegar a ser aquello que quiera y pueda ser. Es conocido que la a veces oscura voluntad de ser de las gentes de este pa¨ªs ha encontrado escollos poco comunes, obst¨¢culos derivados fundamentalmente de la fragilidad del Pa¨ªs Vasco como entidad pol¨ªtica: desde el a?o 1200 hasta nuestros d¨ªas han existido en Espa?a cuatro formaciones pol¨ªticas vascas, principales o secundarias -en cualquier caso de naturaleza p¨²blica diversa- y tres entidades en Francia. La debilidad reivindicativa de los vascos en la edad contempor¨¢nea tiene mucho que ver con su mutua articulaci¨®n por tenues lazos pol¨ªticos, con una vinculaci¨®n fundada en la com¨²n dependencia del mismo monarca o en la inserci¨®n en el mismo Estado. Conviene destacar, sin embargo, que a pesar de la persistencia de la fragmentaci¨®n pol¨ªtica, ha tenido vigencia entre los vascos, al menos desde el siglo XVI, una conciencia bastante definida acerca de la singu. laridad de Euskal Herr¨ªa, y que en el ¨²ltimo siglo, por obra de la modernidad y de la acci¨®n del nacionalismo vasco, hab¨ªa surgido una fuerte conciencia nacional, supraprovincial.En la acentuaci¨®n del proceso de dialectalizaci¨®n y en el retraso en la unificaci¨®n de la lengua algo ha debido influir la ausencia de un poder pol¨ªtico com¨²n y la integraci¨®n en formaciones pol¨ªticas m¨¢s amplias y superiores. Consid¨¦rese la merma de prestigio que sufri¨® la lengua aut¨¦ctona desde el momento en que en el interior de los territorios vascos se ha empleado desde el medievo una segunda lengua romance -castellano, bearn¨¦s franc¨¦s-, que los vascoparlantes usaban en determinadas ins tancias oficiales y en la comunicaci¨®n cultural. El cuadro se complica si se tiene en cuenta que tambi¨¦n desde el medievo han florecido culturas romances en amplias ¨¢reas de la periferia de Vasconia -Bayona, ribera navarra, Rioja y occidente de ?lava, encartaciones vizca¨ªnas- y en algunos n¨²cleos urbanos importantes del interior. Puede establecerse tambi¨¦n alguna relaci¨®n entre el fracaso de la unidad pol¨ªtica vasca y la ausencia de la Universidad, instituci¨®n que, como es conocido, ha jugado un papel indiscutido en la historia pol¨ªtica y cultural de las peque?as nacionalidades de Occidente. La falta de Universidad no debe achacarse sin m¨¢s a la voluntad o a la desidia de la fragmentada sociedad vasca, puesto que a lo largo de siglo y medio distintas iniciativas de desarrollo de la ense?anza superior han encontrado una resistencia constante y consistente de la Administraci¨®n, que en algunos momentos ha llegado a considerar delictivo hablar en voz alta de tales aspiraciones.
Lo cierto es que las elites profesionales del Pa¨ªs Vasco se han formado casi hasta hoy en instituciones donde estaba ausente cualquier referencia a la cultura espec¨ªfica del pa¨ªs: s¨®lo el clero formado en seminarios situados en Vasconia tuvo la posibilidad de establecer alg¨²n contacto con la lengua y la cultura propias. Resultar¨ªa larga y prolija la exposici¨®n de todas las consecuencias derivadas de la falta de Universidad; cabr¨ªa hablar de la titubeante trayectoria de nuestra tradi-
Pasa a la p¨¢gina 12 Viene de la p¨¢gina 11 ci¨®n ilustrada y de la persistencia de modelos culturales cl¨¦rico-rurales, el subdesarrollo de algunas ¨¢reas -cient¨ªficas que se ocupan de las estructuras pasadas y presentes del entorno. La vida p¨²blica vasca se resiente todav¨ªa del retraso en la constituci¨®n de una conciencia comunitaria, racionalista, capaz de sostener el desarrollo intelectual del pueblo vasco. Es perceptible la d¨¦bilidad de las formulaciones te¨®ricas sobre la permanencia hist¨®rica de la sociedad en el pensamiento pol¨ªtico de los partidos y los ciudadanos.
Se habla mucho de la deficiente secularizaci¨®n de la sociedad vasca y no se recuerda esta peque?a historia de nuestras fallidas reivindicaciones universitarias y el apoyo expl¨ªcito dado por el Estado a la Iglesia en la ocupaci¨®n del espacio cultural, incluido el universitario. Algunas veces se ha recordado, suscitando reacciones destempladas, que mientras en el conjunto de Espa?a el ¨¢rea universitaria privada no alcanza el 1%, llegamos en la comunidad aut¨®noma vasca al 20%, y la cifra sube si consideramos a Euskal Herr¨ªa, es decir, si se habla tambi¨¦n de Navarra.
En el momento de responsabilizarnos del autogobierno, unos y otros vamos tomando nota de los problemas heredados y de las contradicciones existentes en la vida cultural del Pa¨ªs Vasco. Convendr¨ªa, en cualquier caso, reforzar el amplio consenso alcanzado respecto de algunas previsiones de futuro. Muy pocos cuestionan realmente el insustituible papel de la lengua del Estado, el castellano, ent la sociedad vasca. Mayores problemas presenta la concreci¨®n de las aspiraciones sociales respecto del concepto y de la reivindicaci¨®n de la euskaldunizaci¨®n. Frente a las reticencias que suscita una propuesta estricta nos convendr¨ªa mucho continuar una pol¨ªtica de consenso ling¨¹¨ªstico -ya materializada parlamentariamente en la ley de Normalizaci¨®n del Eusquera- que haga posible que la lengua llegue a tener completa vigencia en algunas ¨¢reas geogr¨¢ficas, institucionales y sociales, y un grado suficiente de conocimiento de la misma en los ¨¢mbitos castellanoparlantes del pa¨ªs, y que ha de permitir que los vascohablantes puedan llegar a vivir en su tierra con la misma comodidad con que hasta ahora han vivido, viven, y, sin duda alguna, vivir¨¢n en el futuro, los ciudadanos de habla castellana. Es casi tarea de profetas predecir la din¨¢mica cultural de Euskal Herr¨ªa en el siglo XXI, aunque s¨ª sahemos que es posible una sola comunidad en la que convivan pac¨ªficamente dos culturas.
No debemos subestimar, sin embargo, las dificultades, sobre todo cuando la opci¨®n de normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica adoptada no es solamente de tr¨¢nsito de una situaci¨®n de represi¨®n, de cruda represi¨®n, a un estado de mera tolerancia. El compromiso real de una comunidad de normalizar socialmente una lengua conlleva consecuencias de orden muy diverso que afectan y conmueven a amplios sectores de la ciudadan¨ªa. La adecuaci¨®n del instrumento ling¨¹¨ªstico, la inevitable unificaci¨®n del idioma, provoca hondas emociones entre los que estiman y desean la supervivencia de los dialectos; la necesaria asignaci¨®n de recursos para crear y mantener instrumentos de normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica alarma a aquellos contribuyentes que no terminan de entender gastos culturales adicionales en medio de la crisis econ¨®mica; la existencia de plazas biling¨¹es para las Administraciones p¨²blicas en un mercado restringido de trabajo da lugar a reticencias de quienes no conocen m¨¢s que una lengua.
La normalizaci¨®n cultural del Pa¨ªs Vasco va a ser un proceso complejo e inc¨®modo, que cuesta asimilar m¨¢s a quienes consideraban que la situaci¨®n anterior formaba parte del orden de la naturaleza. La carga de establecer un nuevo equilibrio cultural con el menor costo social posible cae sobre los hombros de nuestra generaci¨®n.
No se puede hablar con seriedad de pluralismo en el Pa¨ªs Vasco sin la voluntad real de reconocer y de hacer efectivos los derechos de unos y otros, sin realizar esfuerzos de tolerancia y de cortes¨ªa ciudadana que en la situaci¨®n anterior parec¨ªan menos necesarios. Tendremos autoridad moral para invocar el pluralismo cuando conozcamos, s¨ª, la obra de Pablo Anto?ana, Guerra Garrido o Gabriel Celaya; tambi¨¦n cuando leamos directamente a Andu Lertxundi, Bernardo Atxaga o Joseba Sarrionaind¨ªa.
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