El enemigo sigue en el Este
La gente lo va encontrando natural, y, sin embargo, es asombroso y aun dram¨¢tico. Resulta que existe en Europa un bloque que se llama OTAN y otro que se llama Pacto de Varsovia. Resulta que el enemigo com¨²n del primero es el grupo de pa¨ªses que est¨¢ en el segundo, y de pronto uno de los componentes de ese primer grupo manifiesta que el peligro mayor para su pueblo procede de un hermano de la OTAN. Estamos hablando de Grecia, estamos hablando de Turqu¨ªa.Flash back. En 1959 este escritor da la vuelta al mundo, inici¨¢ndola donde empez¨® nuestro mundo cultural, es decir, en Grecia. Y en su primera noche ateniense, sentado bajo las estrellas, se emociona ante un espect¨¢culo que est¨¢ ilustrando v¨ªvidamente sus viejas lecturas: ?Jerjes a las puertas! Las luces jugaban con la historia iluminando paso a paso distintos lugares de la Acr¨®polis, refrendando con sus haces las palabras que llegaban por los altavoces desde todos los rincones. Sonaban r¨ªtmicamente los pasos del mensajero que se acercaba. Un grito angustiado: "?Qu¨¦ noticias nos traes, soldado?", "?La victoria!" clamaba la voz de Marat¨®n, y todo el recinto resplandec¨ªa gloriosamente... Es la primera vez que el viajero ve¨ªa Son et lumiere fuera de Par¨ªs y se felicitaba por ello; no se pod¨ªa haber encontrado un lugar mejor para conjugar la t¨¦cnica moderna con el pasado.
?Pasado? Al d¨ªa siguiente el viejo gu¨ªa se?alaba a lo lejos desde el acantilado: "All¨ª al fondo se ve el estrecho de Salamina, donde las naves de los persas...". El peligro vino siempre de all¨ª. Tras los persas llegaron los turcos, a los que no pudo detenerles ning¨²n Tem¨ªstocles, y se instalaron en Grecia desde 1546 hasta 1821, levantando en el centro de Atenas, por donde paseaba S¨®crates, una mezquita para cuya construcci¨®n -?d¨®nde estaban los rayos ol¨ªmpicos?- utilizaron como mortero la columna pulverizada del templo de Zeus. Y si no los causantes directos, fueron los responsables del destrozo causado en el Patern¨®n por albergar all¨ª el polvor¨ªn que un ca?onazo veneciano hizo saltar en 1687.
Pero eso fue hace muchos a?os. A juzgar por la reacci¨®n actual de Papandreu, parece que fue ayer. "?C¨®mo vamos a realizar maniobras conjuntas con quien nos amenaza en nuestro mar sagrado, el Egeo?". "?Qui¨¦n amenaza a quien?", contestan los turcos. "Las islas griegas del arco oriental est¨¢n pegadas a las costas turcas, son islas que desde el punto de vista geopol¨ªtico deber¨ªan ser nuestras. Y no digamos nada de Chipre, don de quisisteis imponer vuestro dominio a quienes ten¨ªan tanto derecho a estar en la isla como vosotros. Menos mal que supimos resistir y nuestra minor¨ªa gobierna en su propia zona".
S¨ª, Turqu¨ªa est¨¢ pegada a Grecia. Desde la punta de Mitilene a la costa osmanl¨ª s¨®lo hay seis millas marinas, y la posibilidad de que Atenas reivindique las 12 millas habituales a partir de la playa les saca de quicio. Pero esa proximidad no ha bastado para trasvasar culturas: los ind¨ªgenas de esas islas fueron griegos bajo los tiarcos y siguieron si¨¦ndolo bajo los italianos (Mussolini se cre¨ªa sucesor -?no se llamia Duce?- de los Dogos de Venecia); aqu¨ª sigue el hombre toc¨¢ndose con el gorro frigio que ve¨ªamos en las viejas ¨¢nforas, aunque ellas usen un amplio pantal¨®n de seda con bordados que puede ser tomado de los vecinos y antiguos due?os. Todo ello con un fondo m¨¢gico,, Lo que siempre he apreciado de esas islas, Kos, Kalimnos, Miconos, son dos indiferencias: la del eterno paisaje -la pared encalada, el mar azul; la tierra ¨¢rida en Kalimnos, verde jugosa en Mitilene- y la del ind¨ªgena ante la masa de turistas que desciende de tantos y tantos barcos. Abren las puertas de sus tiendas, pero no las de sus almas. Han visto pasar simb¨®licamente a Shakespeare, a Cervantes, a Goethe, a Dante... Ellos siguen con Homero. Se defienden del extranjero a lo largode los siglos amparados en dos trincheras inabordables, la de Imaryla de la historia.
Es curioso: en la ¨¦poca de mi primer viaje, el jefe del Gobierno se llamaba Caramanlis y hac¨ªa esfuerzos denodados con la ayuda de Menderes, primer ministro turco, a fin de reconciliar a los dos pa¨ªses. Hoy deja la presidencia de la Rep¨²blica, quiz¨¢ porque tambi¨¦n en eso est¨¢ en desacuerdo con el jefe del Gobierno, Papandreu, el griego al que el exilio convirti¨® en norteamericano total, incluyendo la ciudadan¨ªa y la esposa, y que ahora mantiene la pol¨ªtica m¨¢s antiestadounidense posible con constantes gui?os a Mosc¨². Cada vez que desde Washington le se?alan el enemigo del Norte (Bulgaria) y el de m¨¢s arriba (la URSS), ¨¦l contesta bajando el brazo para se?alar, rotunda y directamente, al Este: Turqu¨ªa, la vieja rival, la opresora de los derechos helenos durante siglos, la amenaza de ayer y, seg¨²n ¨¦l, tambi¨¦n la de hoy. Para ¨¦l, como para tantos otros griegos, Jerjes sigue a las puertas.
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