La ¨²ltima narraci¨®n de V¨¢zquez Montalb¨¢n, un paseo por la memoria de la guerra civil
La novela hubiera podido titularse "lo que pudo haber sido y no fue", pero su t¨ªtulo es El pianista. Su autor, Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, que se ha concedido en esta obra todo el derecho a la memoria que se niega en las protagonizadas por el detective Carvalho. Memoria de hoy, sin esperanza de futuro; memoria del miedo y la esperanza clandestina de los a?os cuarenta, y memoria de unos a?os, los treinta, en los que el futuro parec¨ªa claro y la perfecci¨®n de la humanidad al alcance de la mano. En contraste con aquella ¨¦poca, hoy "ya no hay lugar para la genialidad", afirma el novelista. El pianista se presenta hoy en Madrid de la mano de Garc¨ªa Hortelano.
Es una novela realista, pero no lineal. Los tiempos invertidos -empieza hoy mismo, quiz¨¢ esta misma noche, y termina en julio de 1936, tras un segundo cap¨ªtulo situado en 1947- se manifiestan con voluntad de contraste. En el primer cap¨ªtulo, hoy, la esperanza apenas aparece. En el segundo, se insin¨²a quedamente entre sombras de futuro. En el tercero y ¨²ltimo la esperanza, la confianza en el porvenir, es la t¨®nica dominante. Y no es s¨®lo la juventud del protagonista la que le confiere un aura especial a aquellos a?os, es, como el propio V¨¢zquez Montalb¨¢n afirma, que "fue la ¨²ltima ¨¦poca digna en la que todo parec¨ªa posible". Todo. Lo dice uno de los personajes: "?Lo veis? Ellos lo saben. Saben que si vamos unidos la revoluci¨®n es posible y saben que si respetamos la raz¨®n y la cultura casi todo lo que nos hace sufrir, menos la muerte, tiene remedio. En el plazo de diez a?os la humanidad puede ser casi perfecta".
Guerra civil
Luego vinieron las rebajas. La guerra espa?ola. La guerra mundial. Las prolongadas posguerras. Y lo que Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n considera "un reflujo hist¨®rico tras unos a?os en los que todo parec¨ªa al alcance de la mano". Reflujo de unos a?os, los treinta, que son prolongaci¨®n de una ¨¦poca dorada, los a?os veinte, "en los que todo est¨¢ escrito. Todas las ideas que luego movilizaron a miles de hombres, desde la revoluci¨®n hasta el sexo, se escribieron en aquellos a?os". Lo que ahora parece quedar de aquella euforia son unas irresistibles ansias de superviviencia.El pianista, personaje que aparece como secundario en el primer cap¨ªtulo, hasta acabar siendo el centro del relato, es "la v¨ªctima del sentido moral del compromiso, en contraposici¨®n a Doria (prototipo del triunfador) que s¨®lo mantiene el compromiso consigo mismo. No se trata, sin embargo, de condenar a Doria. ?Quien tiene la raz¨®n? ?Rosell?", pregunta refiri¨¦ndose al pianista, "?Doria? El primero ayud¨® a complicar la historia; el segundo intento facilitarla. En ¨¦l hay todo un componente po¨¦tico que ya no aparece en su hom¨®logo contempor¨¢neo, cuyo trasunto es Toni Fisas, el resultado de una hipercultura sumada a la revoluci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica. Doria es un creador, Fisas apunta a tecn¨®crata. Es la ¨¦poca. Hoy ya no hay lugar para un Dal¨ª porque ya no hay lugar para la genialidad".
Los tiempos narrativos se corresponden en El pianista, con tiempos de color. El primer cap¨ªtulo se inicia al anochecer y transcurre en la oscuridad melanc¨®lica de un tugurio de travestidos; el segundo, en cambio, tiene la luz del sol como protagonista. "Hay, en efecto, una b¨²squeda del sol. Se daba en los a?os cuarenta. La gente cambiaba su lugar en las calles para tomar el sol. Era alimento en una generaci¨®n infracal¨®rica. El cine neorralista reflej¨® muy bien este ansia, ese milagro del sol. Y es tambi¨¦n la recuperaci¨®n de los sentidos. La gente sobrevivi¨®, en unos a?os duros, gracias a la recuperaci¨®n de la sensorialidad".
Esperanza
El tercer cap¨ªtulo de la novela, ambientado en Par¨ªs en los d¨ªas inmediatamente previos al estallido de la guerra civil, tienen como tema central la esperanza revolucionaria pero matizada de una serie de reflexiones est¨¦ticas, en unos tiempos en los que no parec¨ªa despreciable la relaci¨®n entre ¨¦tica y est¨¦tica. Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n reconoce que poner la reflexi¨®n est¨¦tica en boca de un m¨²sico ha sido una de sus grandes odiseas para escribir una novela en la que ha empleado, racheadamente, m¨¢s de 10 a?os. "Lo cierto es que tuve una gran ayuda en dos personas: la traductora francesa de mis novelas y una estudiante de Reims que preparaban una tesis doctoral sobre el per¨ªodo".V¨¢zquez Montalb¨¢n utiliza esa reflexi¨®n para plantear cuestiones que han frecuentado sus p¨¢ginas: la finalidad de la creaci¨®n, el acceso a la expresi¨®n, la utilidad social del arte, con una atenci¨®n especial a "las clases sin lenguaje. Desde una perspectiva hist¨®rica, la falta de un lenguaje con el que expresarse es terrible y, en alg¨²n sentido, ¨¦sa es una situaci¨®n angustiosa para quienes la padecen".
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