Emanuel Milingo
El ex arzobispo de Lusaka, trasladado a la curia romana por su fama de curandero,, contin¨²a imponiendo las manos a los enfermos en Italia
"Apenas ordenado sacerdote, mi actitud era de guerra contra la mentalidad de mi pueblo porque hab¨ªa recibido una cultura totalmente extranjera", acaba de afirmar en una entrevista a la agencia Adista, de Roma, el arzobispo africano Emanuel Milingo, apellidado El Curandero por su fama de hacer milagros con el solo contacto de sus manos. Tiene ahora 55 a?os. Naci¨® en Zambia. Su madre era pagana y, seg¨²n Milingo, "fue ella quien nos dio a m¨ª y a mis hermanos una educaci¨®n basada en la creencia en un dios y en una moral de tipo natural.
Tras esta confesi¨®n, el arzobispo africano, que lleg¨® a la importante sede de Lusaka en contra del parecer de una parte de la Conferencia Episcopal de Zambia que insist¨ªa en que deb¨ªa darse la archidi¨®cesis a un blanco, deduce una importante conclusi¨®n: no hay que aceptar la tesis tradicional de la Iglesia seg¨²n la cual "los africanos, antes de hacerse cristianos, no conocen a Dios".Como todas las personas sencillas, desarmadas, el obispo curandero africano constituye un problema para el mismo Papa, que se lo ha tra¨ªdo a Roma porque en ?frica sus milagros hac¨ªan demasiado ruido. Las pocas veces que habla dice cosas revolucionarias. Por eso le han pedido que no reciba a los periodistas. Pero, a veces, no resiste y rompe el silencio, como en esta entrevista a una agencia de cristianos progresistas.
Precisamente en este momento en el que se hab¨ªa, con gran preocupaci¨®n por parte de Roma, de hacer un concilio africano y cuando la escuela teol¨®gica de Zaire acelera el proceso de africanizaci¨®n de la Iglesia, el arzobispo Milingo ha dicho palabras de fuego: "Los cristianos", afirma, "cuando llegaron a ?frica no ten¨ªan que haber hecho la guerra para cambiar a la gente, sino que ten¨ªan que haber aprendido c¨®mo eran los africanos, c¨®mo viv¨ªan y en qu¨¦ cre¨ªan. En algunas zonas del continente el cristianismo se ha perdido completamente por no respetar los valores de sus poblaciones".
Y a?ade una dura confidencia: "Estudi¨¦ teolog¨ªa tanto en Roma como en Lusaka durante seis a?os, pero no me ense?aron ni la mentalidad ni los valores de mi gente. Por eso cuando fui ordenado sacerdote estaba convencido de que en la cultura africana no hab¨ªa nada de v¨¢lido". Y remacha a¨²n el clavo: "Hasta que viajando por la India y por Estados Unidos empezaron a preguntarme acerca de la mentalidad africana. Empec¨¦ entonces a reflexionar y comprend¨ª que la teolog¨ªa que hab¨ªa estudiado me hab¨ªa alejado de la cultura de mi pueblo. Y tuve que volver a empezar a descubrir mi ?frica". Y fue entonces cuando el arzobispo cat¨®lico europeizado descubri¨® la importancia que tiene para los africanos el "rito de la curaci¨®n de las enfermedades".
Y lo pone en pr¨¢ctica. Y la gente corre a ¨¦l a millares. Y todos hablan del obispo milagroso. Su fama crea problemas en Zambia y la Iglesia lo traslada a Roma. Quiz¨¢ pensando que a los romanos ser¨ªa m¨¢s dif¨ªcil convencerles de sus milagros. Pero Milingo se encierra en la Iglesia de los padres pasionistas y enseguida los romanos hacen colas "para curarse". Y el arzobispo africano se hace popular en Italia en pocos d¨ªas.
Se pensaba que su actividad iba a ser prohibida pero el Papa le habl¨® con ¨¦l y llegaron a un compromiso: no habr¨¢ castigo y le dar¨¢n un puesto en la Curia. Le encargar¨¢n de los problemas del turismo y de la emigraci¨®n. Y podr¨¢ decir misa e imponer, al final de ella, las manos a los enfermos, pero sin hacer ruido, sin publicidad, sin Prensa. A quien le acusa de milagrero, Milingo responde que "se trata ciertamente de perdonar los pecados, pero que es necesario tambi¨¦n curar los cuerpos.
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