'Kean', el mito del actor
Se estrena en Barcelona la obra de Dumas,en adaptaci¨®n de Sartre
Ma?ana se estrena en el Romea el Kean de Alexandre Dumas, en la adaptaci¨®n de Jean Paul Sartre. La versi¨®n catalana lleva la firma de Carmen Sarrallonga, y Josep Montany¨¨s se responsabiliza del montaje, con escenograria y vestuario de Fabi¨¤ Puigserver y m¨²sica de Ram¨®n Muntaner. Es la tercera producci¨®n que el Centre Dram¨¤tic ofrece en el Romea durante la presente temporada.
Antes de levantar el tel¨®n, el Kean del Centre Dram¨¤tic es ya un montaje con historia, accidentada historia, un montaje pol¨¦mico. La idea de programar la adaptaci¨®n sartriana de la obra de Dumas se debe a Herinann Bonn¨ªn, director del Centre Dram¨¤tic, quien, en un principio, ofrece el papel de Kean a Josep Maria Flotats, el cual lo rechaza, y la direcci¨®n, a Adolfo Marsillach. Descartado el t¨¢ndem Flotats-Mar sifiach, la direcci¨®n del montaje recae en la persona de Josep Montany¨¨s en cuanto al actor que deba interpretar el personaje de Kean, se barajan algunos nombres, entre ellos, los de Marsillach y Enric Maj¨®. Al final se ofrece el papel a Maj¨®, el cual acepta. Pero al poco de iniciados los ensayos, el actor se ve forzado a abandonar, aquejado de una fuerte depresi¨®n, complicada con una dolencia hep¨¢tica. Se habla entonces de aplazar el montaje, program¨¢ndolo para la pr¨®xima temporada. Pero el Centre Dram¨¤tic, que es quien debe decidir, opta por buscar otro int¨¦rprete para el papel de Kean y estrenar el monta je . Vuelven a barajarse algunos nombres, y al final se impone el criterio de Montany¨¨s, que ofrece a Joaqu¨ªm Cardona -el cual interpretaba el personaje del conde de Koefeld- el papel de Kean.En 13 d¨ªas Cardona se aprende el papel, una aut¨¦ntica haza?a,son seis actos y Kean no abandona pr¨¢cticamente el escenario.Son ocho horas de estudio diarias, a partir de las nueve de la ma?ana, para luego irse a ensayar hasta la una dela madrugada. La fecha prevista para el estreno se retrasa. En cuanto a la duraci¨®n del espect¨¢culo est¨¢ fijada de antemano: el 20 de mayo Borin¨ªn debe estrenar en el Romea La pregunta perduda, o el corral del lle¨®, de Joan Brossa.
Los interrogantes siguen en pie ?Era preferible aplazar el estreno hasta la pr¨®xima temporada? ?Compensa tanto trabajo para una tan breve explotaci¨®n del espect¨¢culo, incluida la peque?a gira que luego se haga por los escenarios catalanes? ?Es l¨ªcito sustituir todo el trabajo de Maj¨® -el cual hace tiempo se hab¨ªa propuesto interpretar el personaje de Kean- anterior a los ensayos, por la proeza de Cardona, en la que, precisamente para no pon¨¦rselo m¨¢s dificil, el director ha renunciado a plantear al actor una lectura demasiado compleja -y hay que ver lo complejo que llega a ser Kean- del personaje? Las respuestas, en parte, ma?ana por la noche en el Romea.
El Kean de Dumas es, como la adaptaci¨®n de Sartre, fruto de un encargo. En 1827 llegan a Par¨ªs los grandes int¨¦rpretes ingleses Kemble, McReady, Kean, Young, Mrs. Siddons... Los franceses, empezando por las gentes del teatro, no salen de su asombro. Un actor, Fr¨¦d¨¦rick Lema?tre -Ruy,Blas, el Toussaint Louverture de Lamartine, el Gennaro de Lucrecia Borgia, el Concini de La mar¨¦chale d'Ancre junto a MIle. George, con la que tambi¨¦n estrenar¨¢ La tourde Nesl¨¦-, no se aparta de Kean. Juntos recorren las tabernas una vez finalizado el teatro. Lama?tre considera a Kean el mejor actor del mundo; luego, claro, viene ¨¦l. El actor ingl¨¦s regresa a Londres y, al poco tiempo, muere. Lema?tre, convencido de que ahora es ¨¦l el n¨²mero uno, y para que no haya ninguna duda, le encarga a Durrias una obra sobre Kean. A partir de ahora Lemaitre ser¨¢ Kean. Hasta tal punto, que en la vejez del actor, cuando en Par¨ªs va a reponerse Kean interpretado por un actor italiano, Lemaltre har¨¢ empapelar las calles de Par¨ªs con un cartel en el que puede leerse: "El verdadero Kean soy yo".
Teatro dentro del teatro
El Kean de Dumas, teatro dentro del teatro, apoteosis del int¨¦rprete rom¨¢ntico, encontrar¨¢ despu¨¦s de Lama?tre otro gran int¨¦rprete en la figura de Lucien Guitry; pero habr¨¢ que aguardar hasta 1953 para que la obra vuelva a cobrar una rabiosa actualidad. Pierre Brasseur, otro monstruo teatral, otro divo, convencido como Lema?tre de que ¨¦l es el m¨¢s grande -el cual, lo que son las cosas, hab¨ªa interpretado el personaje de Lem¨¢?tre en Les enjants du paradis, el filme de Carn¨¦-, encargada a Sartre la adaptaci¨®n de la obra de Dumas. Pero entonces ocurre algo muy curioso: Sartre, por unas razones bien distintas a las de Brasseur, se identifica tambi¨¦n con Kean o, para ser m¨¢s exactos, se sirve de ¨¦l para proseguir, con todav¨ªa m¨¢s fuerza que en el ensayo sobre Genet, publicado un a?o antes del estreno de Kean, su discurso filos¨®fico y personal¨ªsimo sobre el intelectual considerado como un comediante, un hip¨®crita, un traidor y, en definitiva, un bastardo. El Kean de Sartre supera con creces el romanticismo de Dumas, refuerza t¨¦cnicamente, teatralmente hablando, mediante unos di¨¢logos estupendos, la denominada paradoja del comediante, y se convierte, en ¨²ltima instancia, en un documento imprescindible para conocer el propio pensamiento de Jean Paul Sartre. Estamos, pues, ante una obra compleja, que esconde, como suele decirse, muy variadas lecturas y que va m¨¢s all¨¢, mucho m¨¢s all¨¢, del gran papelazo, del chulet¨®n de mamut teatral capaz de saciar la gazuza del m¨¢s hambriento histri¨®n.Montany¨¨s abre sus notas de montaje con estas palabras: "Sumergirse en Kean. ?sta es una obra que tan s¨®lo puede sacarse apasion¨¢ndose con ella hasta la ceguera". Montany¨¨s ha trabajado con los dos textos, el de Dumas y el de Sartre. "Es cierto", dice, "que el lenguaje, la construcci¨®n, la modernidad ideol¨®gica de la adaptaci¨®n sartriana superan sobradamente el original; pero me duele haber tenido que desestimar toda una serie de rasgos presentes en el original y que la adaptaci¨®n de Sartre deja de lado. De manera especial, abandonar la opci¨®n de un retrato m¨¢s colorido y apasionante del mundo del teatro, a pesar del anecdotismo en que pueda caer en alg¨²n momento. Sartre se ci?e m¨¢s al protagonista, supera el costumbrismo, introduce un juego constante de paradojas fascinantes, pero margina elementos formales y ambientales de una gran seducci¨®n que Dumas hace vivir en todo su esplendor".
Una interrogaci¨®n constante
Coincidiendo con las notas de direcci¨®n ole Gassman y Lucignanani, que hab¨ªan montado el Kean de Sartre en 1957, Montany¨¨s hace de los ¨²ltimos actos uno solo, con lo que la obra finaliza en el teatro en vez de en la casa de Kean. En la versi¨®n que veremos en el Romea el texto de Sartre se ha recortado hasta dejar el espect¨¢culo en dos horas y media, con un solo entreacto.Am¨¦n de trabajar con las dos versiones, la original y la de Sartre, Montany¨¨s ha echado mano de otra importante fuente en la que Sartre habla de Kean, de su Kean, L`idiot de la famille, as¨ª como ha tenido muy presente el filme de Carn¨¦ antes mencionado. "Las claves de la obra, y del protagonista", dice Montany¨¨s, "son tan numerosas como insistentes. En el centro, una interrogaci¨®n constante: ?Qu¨¦ es el teatro? ?Qu¨¦ relaci¨®n tiene con la vida? ?Qu¨¦ clase de hombre es un actor? Y en un magn¨ªfico mon¨®logo, Kean/Sartre lo concretan: "No se hace teatro para ganarse la vida; se hace teatro para mentir, para mentirse, para ser aquello que no puedes ser, y porque ya est¨¢s harto de ser aquello que eres. Se hace teatro para no reconocerse uno mismo y porque ya te conoces demasiado. Interpretas a los h¨¦roes porque eres un cobarde, y a los santos porque no eres bueno; interpretas a los asesinos porque te mueres de ganas de matar al pr¨®jimo; haces comedia porque eres un embustero de nacimiento. Haces comedia porque amas la verdad y porque la detestas. Haces comedia porque si no la hicieses te volver¨ªas loco. ?Comedia! ?Lo s¨¦ yo cu¨¢ndo hago comedia? ?Acaso hay un solo instante en que deje de hacerla?'. Credo, confesi¨®n general y penitencia", dice Montany¨¨s. Y cita aquella otra frase de Sartre, de adicto irrecuperable: "A veces me pregunto si los verdaderos sentimientos no son, sencillamente, sentimientos mal representados".
Lo que les dec¨ªa: una obra rica, compleja, plagada de fascinantes paradojas, teatro en segundo grado, con situaciones que rizan el rizo, como ocurre en el quinto acto, en la escena final del Otelo que interpretan Kean y Anna Damby, y en la que, simult¨¢neamente, vemos, o debemos ver, a Elena, celosa de Anna, la cual, vi¨¦ndola interpretar junto a Kean, excita los celos de su amante con ciertas muestras de coqueter¨ªa hacia el Pr¨ªncipe de Gales, el cual, por diversas razones, se muestra celoso de Kean, quien interpreta los celos de Otelo sin conseguir exteriorizar la pasi¨®n que siente en aquel mismo instante, con lo que viene a dar la raz¨®n a Diderot y a su Paradoja del comediante. Kean, una de las cimas de la reflexi¨®n sobre la condici¨®n del actor. Un Sartre, quoi.
Babelia
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