Peces-Barba vuelve al pueblo de su destierro 16 a?os despu¨¦s
ESPECIAL,Santa Mar¨ªa del Campo
El padre Avelino Ortega, el p¨¢rroco de Santa Mar¨ªa del Campo, fue ayer la ¨²nica ausencia notable en el recibimiento que la corporaci¨®n municipal dedic¨® a Gregorio Peces-Barba, en su primera visita como presidente del Congreso a este pueblo de Burgos, donde permaneci¨® desterrado casi dos meses durante el estado de excepci¨®n que se decret¨® en Espa?a en 1969.
En el acto, al que asisti¨® todo el pueblo, el alcalde, Jos¨¦ Luis Montes, de Coalici¨®n Popular, como toda la corporaci¨®n, hizo gala de sus mejores dotes oratorias al relacionar la visita de aquel "desterrado que iba para ministro" con los momentos de mayor esplendor de Santa Mar¨ªa del Campo, capital de las behetr¨ªas de Castilla -primeras experiencias comunales- en la alta Edad Media. Don Avelino, de 75 a?os de edad, tuvo que esperar, seg¨²n ¨¦l por ¨®rdenes expresas de? alcalde, a que la comitiva que acompa?aba a Peces-Barba, encabezada por ¨¦l mismo, se acercara a la casa parroquial para entrar en escena con todos los honores.
El d¨ªa, de ayer fue para Santa Mar¨ªa del Campo una fecha clave, no s¨®lo por la visita de Gregorio Peces-Barba, sino, como comenta Angelita, Lita, la patrona, de 49 a?os, en cuya casa se aloj¨® el presidente del Congreso el primer trimestre de 1969, "porque se han abierto en el pueblo dos peluquer¨ªas de se?oras". L¨¢stima que fuera "con un poco de retraso", y la poblaci¨®n femenina tuviera que acercarse hasta Lerma, a 25 kil¨®metros, para estar ayer a la altura de las circunstancias.
En realidad, desde que hace escasos d¨ªas recibieron una llamada del Congreso de los Diputados para anunciar la visita a Santa Mar¨ªa de su presidente, Lita y su hija han vivido jornadas de gran excitaci¨®n. Decidir el men¨² -que al final ha tenido como plato clave las famosas costillas con arroz- y preparar con todos los detalles la larga mesa del comedor les ha llevado al menos un par de d¨ªas. El mantel de algod¨®n crudo con bordados de colores y 10 cubiertos para la familia, el gobernador civil de Burgos, el propio Peces-Barba y su madre, Isabel. "Do?a Isabel me avis¨® hace d¨ªas", comenta Lita, "de que ella vendr¨ªa sin falta".
La llegada del "rojo'
Santa Mar¨ªa del Campo, que ha sufrido como todos los de la zona un proceso de despoblaci¨®n progresiva, contaba con cerca de 2.500 habitantes -agricultores y ganaderos en su mayor¨ªa- cuando la Guardia Civil trajo escoltado a aquel profesor de Derecho de 31 a?os con cierta fama de rojo, hace ahora 16 a?os. "Siempre me pareci¨® un caballero. No hablaba mal de nadie. Si le digo la verdad, ni siquiera de Franco", afirma el padre Avelino, uno de los que mejor lo recuerdan.En la modesta casa parroquial tiene guardados todos los recortes de Prensa en los que se le cita con relaci¨®n a la estancia de Gregorio Peces-Barba en Santa Mar¨ªa y todav¨ªa se indigna recordando que un periodista insisti¨® en puntualizar que ¨¦l nunca confes¨® al hoy presidente del Congreso: "Le recuerdo con aquellos zapatones que usaba, en la misa diaria, en la que comulgaba siempre. Pero, ?qu¨¦ es eso de que yo no le confes¨¦! En primer lugar, a la casa de su patrona ven¨ªan con mucha frecuencia jesuitas, y, adem¨¢s, el que no est¨¢ sucio no tiene que ba?arse".
Nadie escatima elogios para aquel profesor que "se pasaba la vida estudiando" en el despachito que le habilit¨® la familia Ruiz en una pieza de la casa y donde dio los ¨²ltimos toques a su tesis sobre Jacques Maritain. "No sal¨ªa m¨¢s que a misa, y a la centralita de tel¨¦fonos. Paseos daba muy pocos".
Quiz¨¢s por esa falta de ejercicio y por la habilidad culinaria de Angelita, Gregorio Peces-Barbas, como le llaman en el pueblo, sali¨® de aqu¨ª pesando 132 kilos. "Es un hombre extraordinario, educad¨ªsimo, hasta a los guardias civiles que le custodiaban aqu¨ª, a la puerta de casa, les dio buena propina al marcharse", insiste Lita.
En el aparador del comedor de su casa hay una bandeja de plata, dedicada "a Lita y Nino", con fecha de marzo de 1969, como muestras de la generosidad con que el hoy presidente del Congreso supo corresponder -adem¨¢s de pagar su pensi¨®n religiosamente-, a la amable acogida de? matrimonio.
Desde que Peces-Barba abandon¨® aquel suave cautiverio, en el pueblo no se han vuelto a vivir momentos tan emocionantes. Los mayores recuerdan todav¨ªa la cantidad de visitas famosas que recib¨ªa, para horror de los guardias civiles encargados de anotar cada una de las matr¨ªculas de todos los coches forasteros: Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez, el hoy defensor del pueblo; el escritor Miguel Delibes, altas jerarqu¨ªas de la Iglesia, y hasta periodistas extranjeros, a los que "don Gregorio" ense?aba las pinturas de Pedro Berruguete de la iglesia y las filigranas admirables de la torre dise?ada por Diego de Siloe en el siglo XVI.
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