Faltan trabajadores y sobra desidia en la 'Chicago' de Siberia
Novosibirsk, el mayor centro industrial y econ¨®mico de Siberia occidental (un mill¨®n y medio de habitantes, aproximadamente), ha sido llamada la Chicago de Siberia por su r¨¢pido desarrollo. Sin embargo, como cualquier ciudad sovi¨¦tica, ofrece ejemplos de cu¨¢les son los problemas de la econom¨ªa. La falta de mano de obra es aqu¨ª particularmente visible.Desde la ¨®pera local, que busca cajeros, ascensoristas y acomodadores (bajo el pomposo nombre estos ¨²ltimos de organizadores plenipotenciarios de los espectadores), a las cl¨ªnicas, que buscan enfermeras y practicantes, casi no hay instituci¨®n p¨²blica que no tenga un letrero a la entrada con la inscripci¨®n: "Se necesita" o "Invitamos al trabajo". En los restaurantes faltan camareros y friegaplatos. En el Instituto Meteorol¨®gico, ingenieros; en la guarder¨ªa, cuidadoras, y en la imprenta, empaquetadores. El acad¨¦mico Agwpan calculaba que s¨®lo tres millones de personas, y de ellos mill¨®n y medio en Asia central, se han incorporado al trabajo en el actual quinquenio (1981-1985), mientras 11 millones lo hicieron en el anterior. No es sorprendente, pues, que la prensa de Novosibirsk publique la lista de las madres condecoradas por dar a luz a cinco hijos.
Y, sin embargo, el problema no es s¨®lo de falta de mano de obra, sino de escasa mecanizaci¨®n y falta de equilibrada distribuci¨®n geogr¨¢fica pese a las primas para trabajar en zonas especialmente duras como puedan ser Siberia o el C¨ªrculo Polar ?rtico. Mientras el Instituto Econ¨®mico trata de conjugar las teor¨ªas econ¨®micas con las realidades cotidianas y los imperativos del sistema, esta corresponsal fue testigo de la desidia y desprecio por la propiedad socialista mostrada por 10 personas que trataban de introducir un lavaplatos en el club de los cient¨ªficos, no lejos del Instituto Econ¨®mico.
La m¨¢quina, que aparentemente hab¨ªa estado largo tiempo a la intemperie, lleg¨® en cami¨®n cubierta por una espesa capa de nieve que el personal elimin¨® a golpes de madero. Al bajarla del cami¨®n, a pulso, cay¨® pesadamente al suelo, con los consiguientes da?os, y finalmente fue arrastrada al interior rayando el terrazo que desde hacia largo rato fregaba una y otra vez la mujer de la l¨ªmpieza.
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