'Carta al padre', una aproximaci¨®n al hombre
"Las cosas no pueden corresponderse con la realidad como las argumentaciones en mi carta, pues la vida es algo m¨¢s que un rompecabezas; pero gracias a lo que esta confesi¨®n escrita corrige, y que yo no puedo ni quiero extender hasta el detalle, se ha logrado, en mi opini¨®n, algo tan aproximado a la verdad que puede tranquilizarnos un poco a ambos y hacemos m¨¢s f¨¢ciles el vivir y el morir. Franz".Precisamente porque la vida -la de alguien, se entiende- es algo m¨¢s que un rompecabezas, por algo as¨ª como un respeto a su complejidad que eluda cualquier simplificaci¨®n, carece de sentido pretender la obtenci¨®n de una clave que nos abriera para siempre la intelecci¨®n de ese alguien cuya vida transcurre ante nosotros o ¨¦l mismo nos describe. La Carta al padre, de Kafka, es un documento que impresiona por su lucidez, una lucidez en ning¨²n momento obstaculizada por el sufrimiento o por el temor. Me atrevo a afirmar que, por lo que concierne a nuestra cultura, este texto constituye el documento autobiogr¨¢fico m¨¢s l¨²cido que se haya escrito nunca. Es, en efecto, la descripci¨®n de una vida, pero, ante todo, de la determinaci¨®n de esa vida, de la intelecci¨®n de toda vida, en este caso la suya propia, como destino. Pero la lucidez que en la carta a su padre ostenta Kafka hasta el extremo coexiste y, por decirlo as¨ª, respeta la contradicci¨®n. Pareciera que no es la carta en s¨ª misma contradictoria, sino que recoge la contradicci¨®n de la vida misma, y, en consecuencia, describirla es mostrar la contradictoriedad, advertir la que ¨¦l mismo -el padre tambi¨¦n- posee. Cada vez que el lector cree tener ya la soluci¨®n, se escapa ¨¦sta de sus manos en un juego involuntario que podr¨ªa formularse en el "s¨ª, pero no" o en el "s¨ª, pero tambi¨¦n".
En efecto, la carta se escribe pero no se env¨ªa; acusa y disculpa al expl¨ªcito destinatario; se inculpa y disculpa a s¨ª mismo. Quiz¨¢ uno de los rasgos m¨¢s interesantes de la carta radique en algo que implica asimismo otra forma de asunci¨®n de la contradictoriedad: mientras por una parte reconoce el rango irracional de la actitud paterna para con ¨¦l, por otra se?ala que "ten¨ªas raz¨®n contra m¨ª". Pues una vez que se ha asumido la irracionalidad del tirano del que se depende se sabe que no queda otro remedio que obedecer, ya que "cobraste para m¨ª todo lo enigm¨¢tico que poseen todos los tiranos, cuya raz¨®n se funda en su persona, no en el pensamiento". He aqu¨ª, en esta ¨²ltima frase, el dinamismo de la identificaci¨®n con el (temido) opresor y el drama que conlleva la misma: no se pretende igualarse a ¨¦l porque persuada y convenza, sino porque puede, y ello sin necesidad de argumentar, sin el recurso al engorroso camino de la racionalidad. Ser como ¨¦l, poder como ¨¦l. Pero esto, que es deseable como ¨²nica forma de aliviar el peso del tirano, merced al doblegamiento y docilidad ante ¨¦l, y que el tirano aparentemente pretende, es a la vez una tarea imposible -el tirano "est¨¢ demasiado alto"- y sacr¨ªlega: "Yo tendr¨ªa una familia, lo m¨¢ximo que, en mi opini¨®n, puede alcanzarse, por lo que lo m¨¢ximo, tambi¨¦n, que has alcanzado t¨² me habr¨ªa puesto a la par tuya, (pero) es demasiado, tanto no puede lograrse, ( ... ) debo hacer algo que, dentro de lo posible, no tenga conexi¨®n alguna contigo... (sin embargo) querer alejarse de esto tiene algo de locura y cada intento recibe como castigo esa locura". La identificaci¨®n con el tirano es como la pretensi¨®n de ser como Dios: imperdonable. Por s¨ª mismo culpabiliza el intento.
La forma de eludir la culpa radica, entonces, en identificarse a base de no ser. Se habla de identificaci¨®n, no obstante (identificaci¨®n negativa, en la terminolog¨ªa t¨¦cnica), porque, como ad vierte Kafka, aun as¨ª, tratando de ser el extremo opuesto a la equiparaci¨®n con el padre (es decir, el no poder, el no ser, la autodescalificaci¨®n), se est¨¢ en funci¨®n de ¨¦l. La sombra del padre gravita, pues, tanto en el in¨²til untento, por dem¨¢s soberbio y culpable, de igual¨¢rsele, cuanto en el polo opuesto, al que se llega, como castigo, merced a la culpa anterior: la anulaci¨®n, el autoaniquilamiento, una "sensaci¨®n de nulidad (desde otro punto de vista, sin duda, una sensaci¨®n tambi¨¦n noble y fruct¨ªfera)" que s¨®lo puede ser definida como un procceso de deshominizaci¨®n casi: "Me aterraba, por ejemplo, o¨ªrte decir: 'Te destrozo como un pez" (recordemos la metamorfosis de Gregorio Samsa en un monstruoso insecto). M¨¢s a¨²n, antes de esa deshominizaci¨®n, inherente a la descalificaci¨®n de s¨ª mismo en su propiedad de hombre, est¨¢ la p¨¦rdida del atributo humano por excelencia: "La imposibilidad de una relaci¨®n serena tuvo otro efecto, sin duda natural: desaprend¨ª el habla".
Finalmente, la dependencia de la paternotiran¨ªa deriva en una divisi¨®n del mundo, es decir, de la realidad, una divisi¨®n absurda, distorsionada, pero, inevitable, pues el mundo es, y no puede ser de otra manera, sino como lo vemos: "Divid¨ªa el mundo en tres partes: la una, donde viv¨ªa yo, el esclavo, regido por leyes inventadas exclusivamente para m¨ª ... ; luego, un segundo mundo, infinitamente lejano del m¨ªo, en el que viv¨ªas t¨², ocupado en gobernar, impartir ¨®rdenes y enfadarte por su incumplimiento; y, finalmente, un tercer mundo, donde la gente viv¨ªa libre y alegremente, sin ¨®rdenes ni obediencia". El mundo de El castillo y el compulsivo y vano intento de alcanzarlo por parte del agrimensor.
Pero el padre no es culpable sin m¨¢s ante Franz Kafka: "En el
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fondo eres un hombre bondadoso y tierno (lo que sigue no ha de contradecir esto). (...) T¨² s¨®lo puedes tratar a un ni?o en la misma forma en que t¨² has sido criado, con fuerza, ruido e iracundia, y adem¨¢s esto te parec¨ªa muy apropiado para el caso, porque quer¨ªas hacer de m¨ª un muchacho fuerte y valeroso". Y, por otra parte, ?no ser¨¢ todo cuanto del padre diga su imagen del padre, no el padre real?: "Pues hablo ¨²nicamente de la apariencia con que influ¨ªas sobre el ni?o", lo que viene a significar que no tiene necesariamente que ser as¨ª en la realidad.
Lo kafkiano, el t¨¦rmino t¨®pico que casi enrojece usar, no es Franz Kafka, sino, Para ¨¦ste, Hermann Kafka, su padre. Kafkiano es el mundo en que vive Kafka, pero no ¨¦l: "Yo soy, para decirlo en muy pocas palabras, un L?wy con cierto fondo kafkiano a quien, sin embargo, no impulsa esa voluntad t¨ªpicamente kafkiana de vivir, comerciar, conquistar, sino un aguij¨®n l?wytico que act¨²a en otra direcci¨®n, m¨¢s oculto, m¨¢s t¨ªmido y que frecuentemente se interrumpe por completo. T¨², en cambio, eres un verdadero Kafka en fuerza, salud, apetito, potencia de voz, talento oratorio, autosatisfacci¨®n, superioridad mundana, perseverancia, presencia de ¨¢nimo, experiencia y cierta amplitud de miras...".
Carta al padre sugiere el problema, tantas veces planteado, de la universalidad en la, o desde la, singularidad. Desde la estricta singularidad que depara la diferenciada visi¨®n de s¨ª mismo, de un yo que se vuelve descarnadamente objeto de su propia reflexi¨®n, este documento, por fortuna conservado, traspasa el ¨¢mbito de la verdad en cualquiera para constituirse en una verdad de todos y que, entre otras cosas, define la propiedad del hombre. En este: orden a que me refiero, la gran ense?anza de Kafka estriba en mostrarnos c¨®mo sin salir de s¨ª mismo, a costa de una introspecci¨®n en la que la inteligencia y el valor se sobreponen al dolor, se alcanza la inusitada descripci¨®n y destinaci¨®n del ser humano. Pues Hermann Kafka fue un padre real, pero tambi¨¦n es todo padre real, cualquier padre sustitutorio, cualquiera que, como a Dios, se le erija en padre imaginario.
Nota del autor, Todos los entrecomillados son textos extra¨ªdos de Carta al padre, de Kafka.
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