El final de un largo viaje
AUNQUE EL abuso de las grandes palabras haya terminado por desgastar su significado y reducirlas a t¨®picos, la conclusi¨®n de las negociaciones para el ingreso de Espa?a en la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) justifica -esta vez s¨ª- la aplicaci¨®n del t¨¦rmino hist¨®rico al acuerdo alcanzado esta noche en Bruselas. El Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez se ha apuntado un ¨¦xito indudable al asociar su nombre con la entrada de Espa?a en la CEE, objetivo que ha concentrado los de seos y las aspiraciones de nuestro pa¨ªs durante m¨¢s de dos d¨¦cadas. Y aunque sea el ministro Fernando Mor¨¢n el que se apresure a capitalizar el ¨¦xito, como jefe formal de la delegaci¨®n negociadora, es preciso se?alar que el verdadero art¨ªfice del acuerdo es el secretario de Estado Manuel Mar¨ªn, a cuyo cargo han corrido las partes m¨¢s desagradables, duras y agotadoras de esta interminable negociaci¨®n. Entre las fechas que las generaciones venideras re tendr¨¢n en la memoria figurar¨¢n estos apretados d¨ªas de marzo de 1985, cuando el viejo anhelo espa?ol de incorporarse a Europa abandon¨® el mundo de los de seos. Todav¨ªa queda un trecho por recorrer antes de que el acuerdo tome cuerpo institucional. Pero s¨®lo un imprevisible terremoto pol¨ªtico, que significar¨ªa la ruina del ambicioso proyecto de una Europa unida, podr¨ªa impedir que los parlamentos de las 10 naciones que hoy componen la CEE ratificaran -posiblemente antes del 1 de enero de 1986- el Tratado de Adhesi¨®n de Espa?a. La firma de un documento semejante con Portugal culmina el proceso de integraci¨®n de la Europa de Occidente, en medio de una crisis de identidad de este mismo concepto y de dificultades y problemas eco n¨®micos sin precedentes en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Tiempo habr¨¢ para analizar los aspectos t¨¦cnicos de un pacto cuyos t¨¦rminos -a¨²n desconocidos en gran parte- incluyen a la entera realidad econ¨®mica y so cial de nuestro pa¨ªs y cuya puesta en funcionamiento est¨¢ sometida a un complicado calendario. El hecho a resaltar es que el ingreso en Europa influir¨¢ decisivamente en el futuro de Espa?a como naci¨®n y cambiar¨¢ a medio y largo plazo la vida cotidiana, las expectativas y el horizonte de los espa?oles.
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El final de un largo viaje
Viene de la primera p¨¢ginaBaste se?alar que de aqu¨ª a f¨ªa fecha de integraci¨®n tiene que aparecer un Bolet¨ªn Oficial del Estado con aproximadamente ochenta mil p¨¢ginas, recogiendo todas las normas, directivas y acuerdos de la Comunidad, que ser¨¢n de aplicaci¨®n en nuestro pa¨ªs.
Nuestro largo viaje hacia Europa -est¨¦rilmente sugerido ya en 1962 bajo el franquismo- ha podido llegar a puerto, pese a la grave crisis por la que atraviesan las finanzas y las estructuras comunitarias, gracias a la instauraci¨®n y a la consolidaci¨®n del sistema democr¨¢tico. Las trabas que han tenido que sortear los negociadores han sido en gran medida una consecuencia lateral de los conflictos de intereses surgidos entre los diez, en la estela de las convulsiones producidas por la interrupci¨®n de la etapa de crecimiento de la posguerra. Aunque la discusi¨®n sobre estas cosas sea ahora casi un juego de sal¨®n, pocas dudas hay de que una Espa?a democr¨¢tica hubiera podido ingresar sin la menor dificultad en la CEE durante los a?os de prosperidad. Y los obst¨¢culos econ¨®micos que ha sido preciso superar para conseguir el acuerdo logrado ayer tampoco hubieran sido vencidos s¨ª la sucesi¨®n del franquismo no hubiera desembocado en un r¨¦gimen constitucional o si el golpe de Estado del 23-F hubiera conseguido sus objetivos.
El ingreso de Espa?a en la CEE no afecta exclusivamente a las dimensiones econ¨®micas de nuestro futuro; no se agota con sus repercusiones sobre la industria, la agricultura, los servicios, la iniciativa empresarial y la actividad laboral espa?olas, instaladas desde ahora en un marco de competitividad y est¨ªmulos que obligar¨¢ a desarraigar los malos h¨¢bitos del proteccionismo y del arbitrismo. Tambi¨¦n cambiar¨¢ el estilo de vida de los espa?oles, sus pautas de comportamiento, la dimensi¨®n de sus proyectos. La entrada en las estructuras comunitarias pondr¨¢ fin a un aislamiento nada glorioso, que contribuy¨® decisivamente a fomentar sentimientos enfermizos de inferioridad entre los espa?oles y a aplazar hasta un indefinido ma?ana la modernizaci¨®n de nuestra econom¨ªa y nuestra Administraci¨®n. Nuestros J¨®venes dispondr¨¢n de un horizonte europeo para elegir profesi¨®n, escoger residencia, compartir valores y realizar proyectos. La ¨¦poca del aislamiento dejar¨¢ paso a una integraci¨®n no s¨®lo econ¨®mica sino tambi¨¦n cultural y, en su d¨ªa, pol¨ªtica. Espa?a podr¨¢ opinar, como pa¨ªs europeo de pleno derecho, sobre los problemas comunes de esa vieja tierra de cultura.
Los ajustes a que se ver¨¢n sometidos -con suerte desigual- los distintos sectores de la econom¨ªa espa?ola ser¨¢n duros. Algunos grupos sociales y determinadas zonas territoriales, vinculadas a pr¨¢cticas proteccionistas, tendr¨¢n que pagar a corto plazo costes elevados. Pero las dificultades puestas por otras naciones a nuestro ingreso en la CEE muestran que Espa?a tiene un potencial competitivo capaz de compensar sobradamente, en t¨¦rminos globales, el saldo negativo de la decisi¨®n. En cualquier caso, la entrada en la Europa comunitaria representa un reto para la sociedad espa?ola en su conjunto y para la adaptaci¨®n de nuestras estructuras a los ritmos europeos de innovaci¨®n.
Las ventajas resultan visibles en los campos comercial, financiero, institucional, de pol¨ªtica regional de derechos del consumidor. La debilidad de algunos sectores de la industria espa?ola puede asfixiar las posibilidades de desarrollo de aquellas empresas incapaces de adoptar medidas para hacer frente a la competencia europea. Sin embargo, una vez dentro de la Comunidad, solamente el valor de los bienes producidos dentro de las fronteras espa?olas se convertir¨¢ en el dato decisivo para enjuiciar. El ingreso significar¨¢ un est¨ªmulo necesario para una industria que, en l¨ªneas generales, necesita aprender a disputarse su presencia en un marco de feroz competencia internacional. Y para su desarrollo, la econom¨ªa espa?ola precisa de aportaciones de capital que los grandes grupos europeos est¨¢n en condiciones de suministrar.
Los aspectos m¨¢s pol¨¦micos, donde es m¨¢s dif¨ªcil concretar un balance de ventajas e inconvenientes, lo constituyen los cap¨ªtulos de agricultura, pesca y asuntos sociales. Estos tres temas han consumido las m¨¢s duras y largas conversaciones y han suscitado fuertes obst¨¢culos a la negociaci¨®n. En lo que respecta a la agricultura, Espa?a debe aprovechar los beneficios derivados de la competitividad de nuestras frutas y hortalizas por su superior calidad e inferior precio. Pero, a la inversa, tiene que defender las producciones aut¨®ctonas de los llamados productos continentales (cereales, carne y leche).
Hay que tener en cuenta que la CEE atraviesa una profunda crisis financiera, provocada principalmente por el alto nivel de las subvenciones agrarias destinadas a los precios de garant¨ªa fijados para mantener las rentas de los agricultores. Adem¨¢s cuenta con elevados; excedentes en dos renglones, como el vino y el aceite de oliva, donde Espa?a es gran productora. Una incentivaci¨®n comunitaria para que se arranquen cepas y olivos de nuestro suelo es m¨¢s que posible. Donde parece, a expensas de obtener m¨¢s datos fiables, que Espa?a ha cedido m¨¢s terreno en la negociaci¨®n es en la pesca, aunque el Gobierno asegura que se han garantizado los vol¨²menes de capturas y los puestos de trabajo. En el terreno social el acuerdo puede beneficiar a corto plazo a los trabajadores espa?oles en Europa y, transcurrido el per¨ªodo de transici¨®n, permitir¨¢ la libre circulaci¨®n de mano de obra.
Las perspectivas abiertas por las transfarmaciones tecnol¨®gicas y la revoluci¨®n inform¨¢tica, por esa tercera ola de innovaciones que pueden cambiar la faz del mundo en escasas generaciones, tienen que ser afrontadas necesariamente desde grandes espacios econ¨®micos. S¨®lo una Europa unida puede aspirar a rivalizar con Estados Unidos y Jap¨®n. Y una Espa?a marginada del proyecto europeo hubiera quedado marginada tambi¨¦n de esa nueva historia que comienza a ser escrita.
Estas optimistas perspectivas no deben hacer olvidar que el impacto inicial del ingreso de Espa?a en la Comunidad resultar¨¢ desfavorable a nuestro pa¨ªs, cuando menos psicol¨®gicamente. La aplicaci¨®n del Impuesto del Valor A?adido, los diferentes plazos de transici¨®n que da?ar¨¢n a nuestra industria antes de que la agricultura sea beneficiada, la contribuci¨®n financiera de Espa?a a la Comunidad y la previsible invasi¨®n de productos manufacturados europeos antes de que los espa?oles est¨¦n en condiciones de exportarse a Europa pueden generar el a?o que viene un ambiente de descontento econ¨®mico y de decepci¨®n entre sectores de ciudadanos. Esa es la factura inevitable a pagar por un paso hist¨®rico en nuestra organizaci¨®n social y econ¨®mica de cuyos pormenores debe dar cuenta cuanto antes el Gobierno al Parlamento y a la opini¨®n p¨²blica.
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