Un gran vac¨ªo legal
Nadie sabe c¨®mo arreglarlo. Y los pol¨ªticos, menos que nadie. Y es que, claro, el ministro de Deportes, Neal McFarland, va al f¨²tbol una vez al a?o, el d¨ªa de la final de la Copa, en Wembley. Hace un a?o elaboraron un informe monstruo, el llamado Documento blanco, en torno a la violencia en el f¨²tbol. De aquel tomo naci¨® una idea: organizar la Liga de la verg¨¹enza. Se trataba de aislar en una competici¨®n a los clubes con las aficiones m¨¢s peligrosas (Manchester United, Chelsea, Milwall...). Los pol¨ªticos, por supuesto, enterraron el proyecto.
Existe una laguna jur¨ªdica, legal, entre el reglamento federativo y los tribunales. Los clubes hacen lo humanamente posible para evitar incidentes (ayudan a la Polic¨ªa, aislan a los gamberros, prohiben la venta de bebidas alcoh¨®licas...), pero poseen estadios f¨¢cilmente violables. El brit¨¢nico es reacio a reconocer la incivilizaci¨®n de algunos de sus hinchas y tal vez por ello sus terrenos de juego son perfectamente vunerables, con vallas de alambre, sin foso... Luego, cuando los muchachotes saltan, agreden y destrozan a discreci¨®n, son detenidos y purgan algunas horas en comisar¨ªa.
Si lo hacen en el extranjero, los ponen de patitas en la frontera y listos. Cuando alguien, en el Reino Unido, grita que "?debemos retirarles el pasaporte!", siempre surge la voz del veterano pol¨ªtico que insiste en "esa medida es anticonstitucional". Ken Bates, presidente del Chelsea, que posee la afici¨®n m¨¢s temible de Gran Breta?a es un aut¨¦ntico maestro en estas lides. Cada vez que la federaci¨®n intenta sancionarle, se va al juzgado, y con las leyes en la mano asegura que eso es anticonstitucional. Horas despu¨¦s, el juez impide que se ponga en practica el castigo de la federaci¨®n.
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