Como fruta madura
Tanto Washington, su mayor protector occidental y en definitiva garante ¨²ltimo de su estabilidad, como Egipto, vecino y estrecho aliado natural e ideol¨®gico en la zona, hab¨ªan decidido en las ¨²ltimas semanas, seg¨²n todos los indicios, dejar caer al presidente de Sud¨¢n. Tras casi 16 a?os de gobierno personal e ilimitado, Numeiri se enfrentaba en todos los terrenos a la que hab¨ªa de ser su ¨²ltima batalla. El aire de insurrecci¨®n se hizo insostenible en los ¨²ltimos d¨ªas en el mayor pa¨ªs de ?frica, y ni un solo sector de Sud¨¢n, fuerzas armadas incluidas, apoyaba ya la permanencia de Numeiri. Corrupci¨®n econ¨®mica y despotismo pol¨ªtico han sido los dos elementos fundamentales que han cavado la fosa del ex presidente.A pesar de haber sido acogido en Washington con parabienes de la Casa Blanca -Numeiri regresaba ayer de Estados Unidos, adonde hab¨ªa viajado para someterse a revisi¨®n m¨¦dica y mantener conversaciones con Reagan y los principales responsables de la Administraci¨®n, Shultz y Weinberger, entre otros-, el mensaje era muy otro. Washington accedi¨® a facilitar, por razones humanitarias, 67 millones de d¨®lares de los 200 millones que manten¨ªa bloqueados como ayuda a Sud¨¢n desde diciembre pasado, pero no se comprometi¨® a vender a Numeiri las armas que ¨¦ste solicitaba. Un paquete de ayuda militar por valor de 45 millones de d¨®lares fue puesto en el congelador por el secretario de Defensa.
La ayuda de Washington a una econom¨ªa fuera de control se manten¨ªa, de otra parte, condicionada al cumplimiento estricto por Sud¨¢n de las recetas decretadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Algunas de ellas, la devaluaci¨®n de la libra y la eliminaci¨®n de los subsidios a productos alimenticios esenciales, provocaron en los ¨²ltimos d¨ªas un disparado recrudecimiento de las protestas populares.
Numeiri debi¨® creerse apoyado cuando la Casa Blanca accedi¨® esta semana a suministrar 250.000 toneladas de alimentos, grano b¨¢sicamente, a su aliado africano. Con 21 millones de habitantes y casi un mill¨®n de refugiados de pa¨ªses lim¨ªtrofes (la cuarta parte de ellos llegados desde Etiop¨ªa a partir de octubre pasado), Sud¨¢n afronta una tr¨¢gica situaci¨®n de hambre y caos Social en la que la ineficacia por un lado y la sequ¨ªa de los ¨²ltimos a?os por otro han actuado como aliados: entre cinco y siete millones de personas est¨¢n al borde de la supervivencia, la agricultura se derrumba, la embrionaria industria permanece semiparalizada, el carburante apenas existe y los bienes de consumo son una pura entelequia.
Pero las ayudas humanitarias siguen un curso y las pol¨ªticas otro. La estabilidad de Sud¨¢n, el pa¨ªs m¨¢s grande de ?frica, es vital estrat¨¦gicamente tanto para Estados Unidos (por su defensa del flanco sur egipcio, su proximidad a Libia y una posible utilizaci¨®n en caso de intervenci¨®n norteamericana en los campos petrol¨ªferos del Golfo) como para el r¨¦gimen cairota.
Se busca sucesor
Reagan y, por delegaci¨®n, Mubarak estaban buscando un sucesor con credenciales suficientes para desembarazarse de un hombre cuya prepotencia y su notoria incapacidad pol¨ªtica hab¨ªan convertido Sud¨¢n en un explosivo de incalculables consecuencias. El nombre del heredero -candidatos civiles y militares no faltan- se conocer¨¢ a medida que se vaya descorriendo el cerrojo impuesto ayer por los militares en Jartum.En un gesto significativo, El Cairo hab¨ªa retirado recientemente de la capital sudanesa la fuerza a¨¦rea y los 300 hombres enviados por Mubarak para proteger la integridad de Numeiri, cuando ¨¦ste denunci¨® el mes pasado el ataque de un avi¨®n libio sobre la capital sudanesa. Altos funcionarios cairotas recib¨ªan durante los ¨²ltimos meses en la capital egipcia a representantes de la oposici¨®n sudanesa, a quienes escuchaban sin aspavientos cuando hablaban de concretar el Frente de Salvaci¨®n Nacional que pretend¨ªa, lisamente, el derrocamiento que ayer se ha producido. Probablemente nada ilustra mejor la soledad pol¨ªtica del dirigente sudan¨¦s que el hecho de que intentara recientemente, a trav¨¦s de intermediarios, dialogar con su enemigo jurado, el l¨ªder libio Gaddafi, sobre un eventual bal¨®n de ox¨ªgeno de Tr¨ªpoli a su acabado r¨¦gimen.
Cuando el vicepresidente de Estados Unidos, George Bush, visit¨® Jartum hace un mes tuvo la oportunidad de entrevistarse con representaciones de todos los frentes que se opon¨ªan al jefe del Estado sudan¨¦s. La n¨®mina era impresionante. El mensaje que Bush llev¨® en marzo a Reagan era meridiano: nadie quiere en Sud¨¢n al militar de 55 a?os que ha conseguido tras 16 de poder absoluto llevar al pa¨ªs a la bancarrota y al abismo pol¨ªtico. A Washington no le interesa mantenerlo en pie.
Numeiri, que decidi¨® en 1983 la islamizaci¨®n a fondo de su pa¨ªs para, seg¨²n sus palabras, "detener la delincuencia y porque en la econom¨ªa isl¨¢mica no hay parados", estaba manteniendo una ficci¨®n de Gobierno apoyado en un ficticio partido ¨²nico -la Uni¨®n Socialista Sudanesa, ya disuelto- y en la que se ha revelado m¨¢s que dudosa la lealtad de un ej¨¦rcito que estaba dispuesto a volver las armas contra ¨¦l en cualquier momento. El acelerador de la ley isl¨¢mica fue pisado por el dictador como un ¨²ltimo recurso para recobrar popularidad -la poblaci¨®n sudanesa es musulmana en una proporci¨®n de cuatro a uno- y mantenerse en el poder.
Los disturbios de los ¨²ltimos d¨ªas en Jartum y otras ciudades, que se saldaron con miles de detenciones y un n¨²mero desconocido de muertes, fueron s¨®lo la m¨¢s reciente erupci¨®n de violencia en un pa¨ªs que ha visto en tres a?os multiplicarse por 20 el precio del pan y en el que, afirman sus pocos industriales, ya no se exporta nada "porque no hay nada que exportar". La libra sudanesa vale siete veces menos que en 1978, la ayuda extranjera ha pasado de 600 millones de d¨®lares a 9.000 millones y sus intereses anuales son m¨¢s de un 150% del valor de las exportaciones.
El derrumbe pol¨ªtico se corresponde con este cuadro de bancarrota. Cuando Numeiri decidi¨® en 1983 islamizar su pa¨ªs puso la espoleta definitiva en la rebeli¨®n sure?a, la guerra civil que hoy enfrenta con el Gobierno central a cuatro millones de personas que, traicionadas en las promesas de autonom¨ªa y forzadas en sus convicciones religiosas, se sienten ciudadanos de segunda. Los sudaneses no musulmanes asistieron estupefactos el a?o pasado a las exhibiciones de amputaciones, azotes y apaleamientos p¨²blicos con que la ley isl¨¢mica escarmienta a sus transgresores.
Los estertores
Lanzado en los ¨²ltimos meses por la v¨ªa de la afirmaci¨®n de su ag¨®nica autoridad pol¨ªtica y religiosa, Numeiri puso en marzo una nueva guinda a la crisis sudanesa al hacer ejecutar a Mahmud Taha, un musulm¨¢n de 76 a?os y talante dem¨®crata, jefe de los Hermanos Republicanos y oponente hist¨®rico del l¨ªder derrocado. Taha, amnistiado poco antes de ser juzgado y condenado, criticaba la forma en que Numeiri estaba islamizando el pa¨ªs. El juicio del anciano dirigente, que dur¨® dos horas, fue calificado de "farsa" por Washington y la ejecuci¨®n de Taha asombr¨® en Egipto y los pa¨ªses del Golfo.Y en un abrupto, confuso y final giro de su pol¨ªtica hacia los Hermanos Musulmanes, en quienes se hab¨ªa apoyado para legitimar sus reformas religiosas, Numeiri hac¨ªa detener el mes pasado a uno de sus m¨¢ximos dirigentes, Hassan Turabi, acusado, junto con un centenar de personas m¨¢s, de intentar "hacerse con el poder en nombre de la religi¨®n". Numeiri hab¨ªa cerrado el c¨ªrculo. Ya no le quedaba apoyo alguno que enajenarse. A partir de ah¨ª, el Ej¨¦rcito de Sud¨¢n lo ha tenido muy f¨¢cil.
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