La guerra qu¨ªmica
El ex general franc¨¦s Etienne Copel publica un alegato contra la concepci¨®n vigente de la disuasi¨®n nuclear
Los sovi¨¦ticos y sus aliados poseen alrededor de 50.000 carros de combate, es decir, un arsenal superior en m¨¢s del doble al que pueden reunir todos los occidentales. Este armamento, que no es particularmente defensivo, corresponde a una de las prioridades esenciales del Ej¨¦rcito Rojo. Sin embargo, al contrario de lo que suele pensarse habitualmente, la superioridad de las fuerzas cl¨¢sicas sovi¨¦ticas no es efectiva de forma masiva en todos los sectores. Los occidentales llegan a disponer frecuentemente de una indiscutible ventaja. La superioridad es particularmente clara en lo que respecta a los buques de superficie ( ... ). La ventaja occidental es aun m¨¢s sensible en el campo de los helic¨®pteros de combate e incluso en el de los submarinos de ataque. El equilibrio casi se alcanza en lo que respecta a los lanzamisiles anticarro y las divisiones permanentes (cerca de un centenar por cada lado).
Las fuerzas del Pacto de Varsovia tienen ventaja en lo que respecta a piezas de artiller¨ªa y aviones (ataque en tierra, bombarderos e interceptores incluidos). La relaci¨®n cuantitativa est¨¢ pr¨®xima a la de dos por uno. (...) En cuanto a los carros, los sovi¨¦ticos superan esta proporci¨®n. Lo mismo ocurre por lo que respecta a los misiles tierra-aire y, sobre todo, tierra-tierra.
Si bien aproximativas, estas diferentes relaciones ( ... ) ponen de manifiesto dos evidencias. En primer lugar, los sovi¨¦ticos han destinado una mayor atenci¨®n a los medios ofensivos del cuerpo de combate. ( ... )En segundo lugar, la superioridad de los sovi¨¦ticos es manifiesta en armamento cl¨¢sico, pero no aplastante. La ventaja no presupone que en una batalla exclusivamente cl¨¢sica -es decir, ni nuclear ni qu¨ªmica- fuera de sus fronteras deba inclinarse necesariamente a su favor si Occidente resiste inteligentemente.
Los sovi¨¦ticos saben bien que toda guerra ofensiva necesita de una superioridad considerable, aunque no sea nada m¨¢s que por razones log¨ªsticas. Y esta indiscutible superioridad les falta. Para tener ¨¦xito en una eventual ofensiva, ellos s¨®lo pueden contar con la incompetencia militar de sus adversarios o con su derrumbamiento moral. La incompetencia militar es un fen¨®meno hist¨®ricamente frecuente, pero aleatorio, sobre el que resulta dif¨ªcil fundar una estrategia. En cambio, el derrumbamiento moral puede ser facilitado por el empleo de armamentos nuevos o exclusivos.
As¨ª lo consigui¨® Hitler en mayo de 1940 con la combinaci¨®n de Panzer (tanques) y Stukas (aviones). Eso es lo que trat¨® de hacer despu¨¦s, sin ¨¦xito, con los V1 y V2. Es, sin ning¨²n g¨¦nero de duda, lo que esperan actualmente los sovi¨¦ticos de sus armas qu¨ªmicas.
Terror ¨ªntimo y condena p¨²blica
Guardando las debidas proporciones, las armas qu¨ªmicas representan en el mundo moderno lo que el veneno en la antig¨¹edad y Edad Media: engendran los mismos terrores ¨ªntimos y acarrean las mismas desaprobaciones p¨²blicas. Es significativo que estas armas fueran condenadas incluso antes de haber sido fabricadas. Efectivamente, las potencias reunidas en La Haya establecieron la prohibici¨®n, desde 1899, del "empleo de proyectiles que tienen por finalidad desprender gases asfixiantes y delet¨¦reos". Para no atarse las manos, los estadounidenses no ratificaron este p¨¢rrafo. Brit¨¢nicos, franceses, sovi¨¦ticos y alemanes s¨ª lo firmaron.
Pese a haber firmado el acuerdo, el 22 de abril de 1915, hacia las cinco de la ma?ana, 5.000 cilindros met¨¢licos llenos de cloral fueron abiertos por las tropas alemanas en el saliente de Ypres, en B¨¦lgica. Empujada por el viento, una nube amarillo-verdosa subi¨® des de las primeras trincheras alemanas hasta envolver las l¨ªneas aliadas: 15.000 hombres aullaron de sufrimiento; 5.000 murieron. En seis kil¨®metros, trincheras, metralletas y ca?ones fueron abandonados. El cloro hab¨ªa actuado.( ... ).
Despu¨¦s de la I Guerra Mundial, todos los tratados de paz -Versalles, Saint-Germain, Neuilly, Trianon, S¨¨vres- prohibieron, por supuesto, el empleo de los "gases asfixiantes, t¨®xicos o similares".
En junio de 1925 la condena se complet¨® con la adopci¨®n del Protocolo de Ginebra, que prohib¨ªa la "utilizaci¨®n, en tiempo de guerra de gases asfixiantes, t¨®xicos u otros similares, y de todo l¨ªquido, sustancia o material an¨¢logo...".
La mayor¨ªa de los pa¨ªses ratific¨® inmediatamente el Protocolo de Ginebra. No obstante, Estados Unidos esper¨® a que finalizara la guerra de Vietnam para hacerlo en 1975. Otros pa¨ªses, como Francia y la URSS, expresaron sus reservas, precisando que el Protocolo s¨®lo los compromet¨ªa ante los Estados que lo hubiesen ratificado, y que dejar¨ªa de ser obligatorio ante cualquier enemigo cuyas fuerzas armadas o las de sus aliados violaran las prohibiciones del Protocolo.
Al haberse revelado como imposible el control de las armas qu¨ªmicas, la conferencia de Ginebra s¨®lo retuvo la prohibici¨®n de emplear estas armas. Su producci¨®n y almacenamiento estuvieron y siguen estando permitidos.
Lo cierto es que a comienzos de la Il Guerra Mundial las dos potencias que dispon¨ªan de la mayor reserva de armas qu¨ªmicas eran Alemania y la URSS, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia les segu¨ªan a muy larga distancia.( ... )
Despu¨¦s de la guerra, los occidentales y los sovi¨¦ticos recuperaron las existencias alemanas [de gas] y retomaron las investigaciones, en particular en el campo de los incapacitantes y neurot¨®xicos.(... )
La abrumadora superioridad sovi¨¦tica
La URSS no ha dejado de esforzarse en el campo de la fabricaci¨®n de armas qu¨ªmicas desde la II Guerra Mundial, en el transcurso de la cual fabric¨® mensualmente varios millares de toneladas. Sus numeros¨ªsimos misiles tierra-tierra no nucleares est¨¢n en gran parte equipados con cabezas qu¨ªmicas. Por lo menos la cuarta parte de sus obuses de artiller¨ªa y de sus cohetes tierra-tierra no contienen explosivos, sino los m¨¢s variados ingredientes de la guerra qu¨ªmica m¨¢s moderna.
Las existencias globales son dif¨ªciles de evaluar. Los expertos estiman, no obstante, que no pueden ser inferiores a 350.000 toneladas, es decir, aproximadamente 10 veces m¨¢s que las existencias americanas y varios cientos m¨¢s que las europeas. Que yo sepa, las disponibilidades europeas de armas qu¨ªmicas son casi nulas; por as¨ª decirlo, no hay ni existencias ni capacidad de producci¨®n r¨¢pida. Tan s¨®lo se mantiene una vaga vigilancia t¨¦cnica en los laboratorios de algunos pa¨ªses.
Pese a la reciente decisi¨®n americana de retomar cierta producci¨®n limitada de armas qu¨ªmicas despu¨¦s de una interrupci¨®n de 13 a?os, la superioridad de las fuerzas sovi¨¦ticas es abrumadora. En su d¨ªa, la voluntad de utilizar estas armas se evidenciar¨¢ a trav¨¦s de dos factores.
En primer lugar, la prioridad otorgada por los sovi¨¦ticos a los aviones, a la artiller¨ªa y a los carros se justifica perfectamente en un contexto de guerra qu¨ªmica. Efectivamente, hacen falta aviones, misiles y ca?ones para esparcir productos t¨®xicos. Tambi¨¦n son precisos veh¨ªculos estancos, presurizados (con capacidad de soportar altas presiones) y filtrados, como lo est¨¢n los carros, para lanzarlos con toda impunidad en el ataque qu¨ªmico.
Adem¨¢s, la propia organizaci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo es muy reveladora de la intenci¨®n de llevar a cabo una guerra qu¨ªmica. En cada escal¨®n (compa?¨ªa, regimiento, brigada, etc¨¦tera), ciertos grupos o unidades est¨¢n totalmente destinados a este tipo de guerra. Cerca de 100.000 hombres se encuentran dedicados exclusivamente a esta tarea. Y todos, especialistas o no, poseen un material y un entrenamiento perfectamente adaptados al combate en ambiente qu¨ªmico: veh¨ªculos filtrados, m¨¢scaras de gas, monos especialmente tratados, capuchas protectoras, etc¨¦tera.(...)
Mejor un ataque qu¨ªmico que uno nuclear
La superioridad de los sovi¨¦ticos hace muy improbable cualquier otro ataque de su parte. ?Por qu¨¦ enfrentarse con la incertidumbre de una batalla cl¨¢sica pura, contra un enemigo tan numeroso, m¨¢s rico, que se va a beneficiar de las ventajas de la guerra defensiva, cuando se dispone de un medio simple de aterrorizarlo, con la esperanza de ponerlo f¨¢cilmente de rodillas? ?Por qu¨¦ amenazar con un ataque nuclear cuando se posee una ventaja tan se?alada mediante una forma de lucha sumamente menos peligrosa? ?Sumamente menos peligrosa? Algunos lo dudan. Eliminan la hip¨®tesis de un ataque qu¨ªmico sobre la escena europea, y estiman que el temor a una respuesta nuclear disuadir¨ªa con toda seguridad al eventual agresor.
Desgraciadamente, apenas comparto la serenidad de esos optimistas. Si el ataque qu¨ªmico se llevara a cabo contra un pa¨ªs no nuclear, la disuasi¨®n nuclear, evidentemente, no merecer¨ªa cr¨¦dito. ?Es imaginable que Estados Unidos, el Reino Unido o Francia expusieran la vida de su poblaci¨®n empleando el arma nuclear para responder a un ataque no nuclear sobre territorio alem¨¢n?
Si el ataque se llevara a cabo contra un pa¨ªs nuclear, puede que el tipo de respuesta fuera menos evidente. La famosa incertidumbre de la disuasi¨®n estar¨ªa encaminada a provocar el titubeo del agresor. El atacante, al no estar seguro del nivel de respuesta, tal vez encontrar¨¢ preferible abstenerse. En mi opini¨®n, un razonamiento as¨ª s¨®lo es posible si la necesidad de atacar no es vital. Pero si un r¨¦gimen se est¨¢ derrumbando, si no puede prolongarse m¨¢s que a trav¨¦s de la guerra, me parece evidente que el poder preferir¨¢ una buena incertidumbre a una mala certidumbre.
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