La asamblea de la Iglesia italiana abre un gran debate bajo el lema de la reconciliaci¨®n
El II Congreso Nacional de la Iglesia italiana ha comenzado en Loreto, al lado mismo del Adri¨¢tico, junto a los muros de la famosa bas¨ªlica. Las dimensiones de este acontecimiento, que tiene como lema la reconciliaci¨®n, quedan reflejadas en el hecho de que aqu¨ª est¨¢n representadas las 200 di¨®cesis italianas, no s¨®lo por su obispo y algunos sacerdotes, sino por un n¨²mero muy superior de religiosos y seglares, elegidos por las organizaciones y movimientos cat¨®licos, hasta componer una asamblea de 2.600 delegados. Para las sesiones plenarias han tenido que ampliar el espacio del palacio de los deportes.
Se conoce poco de los problemas y de la vida de la Iglesia italiana, absorbidos quiz¨¢ por las noticias del Vaticano. Sus tensiones internas, su toma de conciencia de los cambios culturales, morales y sociales de la Italia de los ¨²ltimos decenios, as¨ª como el intento de no ser identificada la Iglesia con un partido pol¨ªtico como la Democracia Cristiana son cuestiones que han ido aflorando durante la larga preparaci¨®n de este congreso, que ha asumido como lema la reconciliaci¨®n. Bruno Forte, joven profesor de la facultad teol¨®gica de N¨¢poles, ley¨® la primera relaci¨®n sobre el camino recorrido por la Iglesia italiana a partir del concilio. La aparici¨®n de la contestaci¨®n interna en la Iglesia caracteriz¨® los primeros lustros posconciliares. El desarrollo econ¨®mico y sus consecuencias morales y sociales abrieron los ojos del episcopado, que llev¨® al I Congreso Nacional de la Iglesia Italiana, en 1976, el problema de la evangelizaci¨®n y su compromiso con la promoci¨®n de la justicia.
En ese primer congreso se produjo la apertura de los cat¨®licos al pluralismo social y pol¨ªtico, la llamada opci¨®n religiosa de la acci¨®n cat¨®lica, que se niega a apoyar institucionalmente a la Democracia Cristiana, distinguiendo lo eclesial o religioso de lo pol¨ªtico.
Bruno Forte plante¨® esta nueva posici¨®n de los cat¨®licos: la Iglesia no puede identificarse con ninguna ideolog¨ªa, fuerza hist¨®rica o proyecto mundano que ha venido da?ando su credibilidad. A los pol¨ªticos, a los de cualquier partido, hay que exigirles limpieza moral, sin que ninguna instituci¨®n eclesi¨¢stica pueda concederles un cheque en blanco, tanto m¨¢s si se precian de cristianos.
Aqu¨ª nadie intenta ocultar las dificultades. Se advierte, como lo ha hecho el mi¨¦rcoles el cardenal Pappalardo, el eclesi¨¢stico que goza de m¨¢s popularidad, por su enfrentamiento valiente contra la Mafia y la Camorra, que esta Iglesia, como otras europeas, no han asumido suficientemente la valorizaci¨®n y participaci¨®n creadora del laicado como la entendi¨® el concilio.
El riesgo de iglesias paralelas que mantienen una posici¨®n cr¨ªtica y a veces excluyente desde una determinada ideolog¨ªa y la tensi¨®n entre los cristianos de la presencia, del movimiento Comuni¨®n y Liberaci¨®n y los Cristianos de la Mediaci¨®n, abiertos al di¨¢logo con todas las culturas e ideolog¨ªas, se hace evidente. Tres cardenales de indiscutible personalidad, Ballestrero, presidente de la Conferencia Episcopal e impulsor principal de este congreso; Martini, arzobispo de Mil¨¢n y presidente del comit¨¦ que ha dirigido los trabajados de preparaci¨®n, y Pappalardo, fustigador implacable de la injusticia siciliana y de la corrupci¨®n de algunos dirigentes democristianos, descuellan en esta gran asamblea.
El Papa ha anunciado que presidir¨¢ una de las sesiones y qui¨¦n sabe si mediar¨¢ en el contencioso existente entre los neointegralistas y otros cat¨®licos a los que apoyan estos cardenales, obispos, sacerdotes y laicos, que han optado por la sociedad sin interferirse en la vida parlamentaria.
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