?Para que sirvi¨® el realismo de Luk¨¢cs?
Hace cien a?os, el 13 de abril de 1885, naci¨® en Budapest Gy?rgy Luk¨¢cs, el m¨¢s grande fil¨®sofo del marxismo. Formado en la universidad de Heidelberg, sus primeros libros -Teor¨ªa de la novela y El alma y las formas- se entroncan en el idealismo neokantiano. Su encuentro con el bolchevismo -que le llev¨® en 1919 a ser comisario en el fugaz gobierno comunista de Bela Kun en Hungr¨ªa- produjo un giro radical en su pensamiento y fruto de ¨¦l fue en 1923 su Historia y conciencia de clase, que es un libro esencial de la filosof¨ªa contempor¨¢nea. El n¨²cleo fundamental de la obra de Luk¨¢cs se concentra en la monumental Est¨¦tica, que se prolong¨® en su Ontolog¨ªa p¨®stuma. Muri¨® en 1971.
Si no interesa una etiqueta acad¨¦mica que poner a las ideas de Luk¨¢cs, sino una caracterizaci¨®n de su persona (de su m¨¢scara y de su proyecto), lo m¨¢s que se puede decir es que el fil¨®sofo fue un hombre p¨²blico decidido a guiar su conducta por una estimaci¨®n realista, y hasta posibilista y pragm¨¢tica, de las situaciones en que vivi¨® y de las perspectivas que ellas abr¨ªan o cerraban para sus ideales pol¨ªticos y doctrinales.Su posibilismo realista llama la atenci¨®n ya en la temprana ocasi¨®n de la condena por la III Internacional del comunismo izquierdista, la cual afectaba a la primera obra importante del Luk¨¢cs marxista, Historia y consciencia de clase (1923). Luk¨¢cs procedi¨® prontamente a renegar del misticismo de ese libro y no permiti¨® su reimpresi¨®n hasta los a?os sesenta. Resulta interesante comparar su conducta con la del otro principal fil¨®sofo condenado, Karl Korsch, que aquel mismo a?o hab¨ªa publicado Marxismo y filosof¨ªa. Korsch no se retract¨® de su marxismo primero, tan hegelizante como el de Luk¨¢cs, ni tampoco rectific¨® su izquierdismo. Por el contrario, empez¨® una larga y deprimente carrera de fundador de grup¨²sculos comunistas radicales que desemboc¨® en el aislamiento completo durante su exilio en EE UU. Pero lo notable es que Korsch acab¨® por abandonar completamente, en el curso de su vida, las posiciones hegelianas que comparti¨® con Luk¨¢cs en los veinte, mientras que ¨¦ste, que tan prontamente acept¨® en pol¨ªtica el comunismo centrista de Lenin y el Gobierno sovi¨¦tico, sigui¨® siendo un marxista hegeliano hasta en las grandes obras de su vejez (Est¨¦tica, 1963). S¨®lo despu¨¦s de 1968 pareci¨® algo dispuesto a revisar de verdad su pensamiento.
Las motivaciones de la autocr¨ªtica de Luk¨¢cs
La comparaci¨®n entre Luk¨¢cs y Korsch ilustra acerca de lo torpe que es identificar adhesi¨®n pol¨ªtica con homogeneizaci¨®n intelectual, con ortodoxia, como suele hacerlo la literatura pol¨ªtica trivial. Luk¨¢cs se adhiri¨® al comunismo estaliniano, muy antihegeliano, pero sigui¨® cultivando su hegelomarxismo.
Mas la comparaci¨®n puede confundir acerca de las motivaciones de la autocr¨ªtica de Luk¨¢cs. En ella no hay oportunismo ni insinceridad: la autocr¨ªtica se?al¨® su paso de la utop¨ªa inicial al realismo que le caracteriza en sus a?os maduros. Desde entonces crey¨® siempre Luk¨¢cs sinceramente que el idealismo de Historia y consciencia de clase era un error te¨®rico. Muchos a?os despu¨¦s del incidente con la Internacional, cuando se preparaba la edici¨®n castellana de su obra (1968), tuvo ocasi¨®n de probarlo. Durante los trabajos preparatorios, el traductor castellano recibi¨® la oferta de Rudi Dutschke de escribir una introducci¨®n para la edici¨®n espa?ola. El traductor, que apreciaba a Dutschke tambi¨¦n como escritor, accedi¨®, gustoso e imprudente. Cuando poco despu¨¦s se lo dijo a Luk¨¢cs, ¨¦ste se inquiet¨®, pensando que Dutschke escribir¨ªa una reivindicaci¨®n idealista y ut¨®pica de la obra; se neg¨® a aceptar el proyecto y, en contrapartida y para asegurar su veto, escribi¨® ¨¦l mismo una introducci¨®n muy cr¨ªtica, que es el ¨²nico texto suyo que ha aparecido en castellano antes que en ninguna otra lengua. Ahora bien, en 1969 (fecha de la publicaci¨®n), Luk¨¢cs no habr¨ªa tenido nada que temer por haber escrito Historia y consciencia de clase ni por reafirmar el pensamiento de ese libro.
Por otra parte, su realismo no impidi¨® a Luk¨¢cs decidirse valientemente, en medio de luchas sociales duras y sangrientas, abrazando causas perdidas. Luk¨¢cs fue miembro del corto Gobierno de Imre Nagy, derrocado por los tanques sovi¨¦ticos (1956), y salv¨® la vida en el destierro rumano, mientras la perd¨ªan M¨¢leter o el mismo Nagy, gracias a su renombre.
Pragmatismo y doctrina
El realismo de Luk¨¢cs no es oportunismo. Es una visi¨®n fundada en dos creencias: una de orden pragm¨¢tico y otra de naturaleza m¨¢s doctrinal. En la vida pr¨¢ctica (que es para Luk¨¢cs fundamentalmente pol¨ªtica), el militante comunista cree que la organizaci¨®n, el partido, es el cauce ¨²nico de realizaci¨®n de las ideas. Por eso admitir¨¢ codearse con mediocres y con asesinos, sabiendo que lo son. En la vida intelectual, Luk¨¢cs cree que la misi¨®n del partido comunista consiste en construir una sociedad emancipada, pero preservando real¨ªsticamente el legado fecundo y venerable del pasado, desde Her¨¢clito y Safo hasta Hegel y Balzac. Oponi¨¦ndose al entusiasmo iconoclasta del izquierdismo inge-
?Para qu¨¦ sirvi¨® el realismo de Luk¨¢cs?
nuo y a la manipulaci¨®n de la herencia por el estalinismo, Luk¨¢cs quiere "construir un puente", seg¨²n dijo ¨¦l mismo, entre el pasado y el futuro. Esta segunda creencia, sostenida tan coherente y radicalmente como la otra, explica el conservadurismo de sus gustos literarios, su desprecio de la mera experimentaci¨®n en arte y su choque con Bertolt Brecht. Y las dos creencias juntas dan la clave de su talante pragm¨¢tico.El realismo pontifical de Luk¨¢cs le ha permitido sobrevivir, trabajar y pelear durante muchos a?os, con un buen humor estupendo, que no se dejaba amargar ni por los peores fracasos pol¨ªticos, y con una capacidad de alegr¨ªa admirable, a pesar de las oscuras tormentas por las que pas¨®; y as¨ª hasta su ¨²ltima vejez, tan jovial, tan nestoriana. Tambi¨¦n le ha posibilitado apropiarse de una extensa herencia cultural en el marco de sus concepciones. Pero el tendencial conservadurismo de la actitud ha tenido tambi¨¦n malas consecuencias, la m¨¢s grave de las cuales no es, probablemente, la estrechez de su juicio est¨¦tico (aunque no de su teor¨ªa est¨¦tica), ni siquiera el largo "dormir entre los asesinos" (seg¨²n el verso de Brecht), compensado, o m¨¢s que compensado, por el coraje de otras decisiones. Lo peor fue, probablemente, la tendencia filos¨®fica tradicionalista a especular, que le convierte a veces, como suele ocurrirles a los grandes especuladores, en productor de seudociencia. El sorprendente descubrimiento en la Est¨¦tica, sin m¨¢s que papel y pluma (como Einstein ... ), de un nuevo sistema cerebral de se?alizaci¨®n puede ser ejemplo de ello.
El realismo permiti¨® a Luk¨¢cs construir y construir, durante muchos a?os, donde otros, menos dispuestos a someterse al principio de realidad, tal vez habr¨ªan abandonado. Lo inquietante, como suele pasar con los cachazudos cultivadores de la weberiana "¨¦tica de la responsabilidad", es que uno tiene a veces la sensaci¨®n de que tantas construcciones pesen ya demasiado sobre la Tierra y sobre los que la habitamos.
Babelia
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