La letra, con sangre entra
Para el mundo moderno, el tiempo se?ala la ley del progreso, seg¨²n la cual toda sociedad est¨¢ obligada a transitar hacia una patria m¨¢s soberana y m¨¢s desarrollada. El tiempo define as¨ª las coordenadas de la acumulaci¨®n, de modo que nunca cualquier tiempo pasado fue igual y toda salvaci¨®n ha de hallarse en la direcci¨®n que indica la fuga hacia adelante. El despliegue completo del tiempo es eterno retorno de lo mismo. En estas seguras sociedades -donde no existe el progreso, pues todo ha de volver a su ser-, el sentido de la salvaci¨®n se encuentra all¨ª donde se implora para que la muerte se precipite y el nacimiento devenga, all¨ª donde la exacta repetici¨®n inmaculada del conjunto de pr¨¢cticas lit¨²rgicas asegura impecablemente el retorno de lo mismo.En el c¨ªrculo astral de la plaza de toros conmemoramos, con la eclosi¨®n de la primavera, el nacimiento de todos los a?os, y con ¨¦l, el parto ritual de la sociedad. El orden de la voluntad y del esp¨ªritu toma de nuevo la vez sobre el caos del sue?o y del capricho. De la misma manera que en la polemos ol¨ªmpica las fuerzas celestiales de la vida triunfan sobre las tinieblas de la muerte, as¨ª las corridas muestran sobre el ruedo las diversas trayectorias que van describiendo los matadores -los astros de la torer¨ªa- en su pugna heroica por dominar la naturaleza, vencer al caos, restablecer el orden y asegurar con todo ello el triunfo de la sociedad. Es una tarea de titanes la que ense?a que para que el universo no caiga en el regreso y se precipite a la nada es preciso que tampoco nadie se apee en ning¨²n momento de sus responsabilidades: s¨®lo un compromiso atroz sostiene al mundo de los mortales.
Los ritos que conmemoran el triunfo de la vida sobre la muerte suelen caracterizarse por la crueldad que los acompa?a, por el derramamiento de sangre que los se?ala y por la dram¨¢tica espectacularidad social que los observa. Parece como si la tortura y su colectiva contemplaci¨®n constituyeran la esencia misma del ritual. Para que no se borre el recuerdo de esta pol¨¦mica fundacional y sagrada es preciso que la ceremonia que reproduce la victoria quede impresa para siempre en la memoria de los hombres. Pero al ser la experiencia del dolor la que con mayor tenacidad permanece en la memoria, es, a su vez, la marca el mejor obst¨¢culo del olvido. El toro se hace memoria colectiva, y su cuerpo carga con las dolorosas huellas del recuerdo. El matador inscribe con letras de sangre el texto de la ley sobre el ancho dorso del animal tremendo: "La letra con sangre entra".
Babelia
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