La risa del esperpento
Padre nuestro podr¨ªa parecer al principio una pel¨ªcula de efectos, con chistes anticlericales y juegos de enredo. Bastar¨ªa narrar su peripecia para que el espectador imaginara un filme de caracter¨ªsticas divertidas, muy espa?ol, con curas vividores, prostitutas de vuelta de la ilusi¨®n, m¨¦dicos reprimidos y madres tan beatas como castrantes; aunque todo ello est¨¢ en el filme, Francisco Regueiro ha manejado esos ingredientes con una visi¨®n serena, madura, sin ¨¢nimos de caer en lo f¨¢cil. El resultado es un filme de curiosa belleza, m¨¢s complejo de lo que a primera vista parece y m¨¢s inquietante de lo que el enunciado promet¨ªa.No es esto raro en director tan corrosivo. Sus primeras pel¨ªculas (Amador, Si volvemos a vernos), sujetas a los esquemas que la censura acept¨® para el llamado nuevo cine espa?ol, s¨®lo apuntaron su profunda afici¨®n por el esperpento. Fue m¨¢s tarde, en las olvidadas por el p¨²blico Duerme, duerme, mi amor y Las bodas de Blanca, donde Regueiro expres¨® con mayor rigor los principios de ese punto de vista sobre nuestro mundo en el que lo grotesco, lo violento y lo injusto se a¨²nan con fruici¨®n para fastidiar al ciudadano. El director, sin embargo, acab¨® cans¨¢ndose de la lucha diaria con productores y censura, tir¨® la toalla y s¨®lo ahora, tras 10 a?os de ausencia, regresa al cine con los medios y la libertad que nunca tuvo.
Padre nuestro
Director: Francisco Regueiro. Gui¨®n: Regueiro y ?ngel Fern¨¢ndez Santos. Fotograf¨ªa: Juan Amor¨®s. Int¨¦rpretes: Fernando Rey, Francisco Rabal, Victoria Abril, Emma Penella, Lina Canalejas, Rafaela Aparicio, Francisco Vidal. Comedia. Espa?ola, 1985. Locales de estreno: Conde Duque, Palace, Vaguada-3. Madrid
En Padre nuestro se r¨ªe de tirios y troyanos con una peculiar ternura por todos, verdugos y perdedores, anclados en la memoria y el disparate, no como personajes ajenos, sino como amigos de desdichas que viven sus cuitas desde ¨¢ngulos diversos. Aqu¨ª no hay buenos ni malos. En esa matizaci¨®n vuelcan los actores su talento, especialmente Fernando Rey, como el cardenal que regresa a Espa?a para orientar la vida de su hija, la joven prostituta. Aun siendo el culpable de los desaguisados ajenos, tiene tal desolaci¨®n Rey en sus gestos que dif¨ªcilmente concita la antipat¨ªa que merece.
El desvalimiento de Paco Rabal, la dureza aparente de Amelia de la Torre, la fascinante presencia de Victoria Abril y la sensible profesionalidad de Rafaela Aparicio, Lina Canalejas y Francisco Vidal se complementan con la ejemplar creaci¨®n que de su breve personaje hace Emma Penella, la antigua novia del cardenal, madre soltera, perdida en la nostalgia y el miedo: se trata de la recuperaci¨®n de una espl¨¦ndida actriz que el cine espa?ol olvida con ofensiva frecuencia.
Babelia
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