Saber lat¨ªn
NO SE sabe de nadie que haya aprendido lat¨ªn solamente por los estudios de bachillerato. Sin embargo, su valor de base de los idiomas peninsulares parece hacerle fundamental para el conocimiento de ¨¦stos, y su supresi¨®n en los nuevos planes de ense?anza media no resulta aconsejable. Hace a?os un ministro franquista, Sol¨ªs, que gobernaba nada menos que la Falange y los sindicatos oficiales, se alz¨® contra el lat¨ªn (en favor del deporte, cuando no son incompatibles) y recibi¨® la adecuada reprimenda de los l¨ªderes de la cultura. No se puede hoy repetir aquel error.Tres factores han hecho odiosa la asignatura: uno, su consideraci¨®n de lengua muerta, que le daba una apariencia de inutilidad; el segundo, el sistema arcaico de ense?anza, que obliga a la memorizaci¨®n de declinaciones y conjugaciones y a la traducci¨®n de p¨¢rrafos llenos de t rampas que hacen exultar de j¨²bilo a los profesores ante la torpeza de los muchachos; el tercero, su entrega habitual a personas del clero que repiten lo aprendido con otras finalidades en el seminario y le dan un car¨¢cter sacro que contribuye a alejarlo de la cotidianidad pr¨¢ctica.
Aunque las lenguas de ra¨ªz sajona ofrezcan hoy el v¨¦rtigo t¨¦cnico y la comunicaci¨®n directa con fuentes de riqueza y poder, las de Espa?a, salvo el euskera, est¨¢n directamente implicadas en el lat¨ªn, y algunas de las estructuras mentales con las que trabajamos, como el derecho o el conocimiento cultural, est¨¢n firmemente basadas en el lat¨ªn, sin que ello suponga ning¨²n enfriamiento en el desarrollo, ninguna esclerosis en las tradiciones. Por lo dem¨¢s el ingl¨¦s culto se beneficia tambi¨¦n de las ra¨ªces latinas. Y el estudio del lat¨ªn es en s¨ª un fabuloso entrenamiento para el uso de la raz¨®n dial¨¦ctica.
Una forma pr¨¢ctica de la ense?anza del lat¨ªn ser¨ªa que el estudio de los cursos de la asignatura estuviera directamente implicado con nuestra actualidad: es decir, no como lengua muerta ni eclesial sino como esencia de unas personalidades labradas en el tiempo. Su renuncia parece una cesi¨®n resignada a sistemas culturales de los que indudablemente hay mucho que recibir, pero mediante una asimilaci¨®n que no destruya nuestra propia identidad. La supresi¨®n del lat¨ªn en los estudios es, en definitiva, el anuncio de un empobrecimiento cultural y la demostraci¨®n de que o Sol¨ªs no era tan torpe o estos que ahora gobiernan no son tan duchos.
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