Sobre la defensiva nuclear
Dos potencias, o mejor, superpotencias, frente a frente. Cada una desconf¨ªa de la otra. Cada una se siente amenazada por la otra. Cada una se arma al m¨¢ximo. Las armas son, por supuesto, ofensivas y defensivas, pero como estamos en la era nuclear el poder de las primeras excede con mucho al de las segundas. Esto quiere decir que por el momento la mejor defensa parece ser la represalia -o amenaza de represalia-. Puesto que las consecuencias de llevar esta represalia a cabo son plenamente catastr¨®ficas para ambos contendientes -la c¨¦lebre "destrucci¨®n mutua garantizada"-, se consideran las siguientes alternativas:1. La continuaci¨®n del statu quo por medio de la paridad. A cada nuevo avance tecnol¨®gico b¨¦lico y aumento de potencia nuclear por un contendiente sigue casi inmediatamente un similar avance y aumento por parte del otro. Se tiende entonces a un equilibrio, el m¨¢s estable posible dentro de una siempre amenazadora inestabilidad.
2. La renuncia por ambas superpotencias a la guerra nuclear como instrumento pol¨ªtico, con la eliminaci¨®n de armas nucleares en confirmaci¨®n de semejante renuncia. Esto puede manifestarse de dos modos: m¨¢ximamente, con un entendimiento sincero y completo; o m¨ªnimamente, con una congelaci¨®n nuclear simult¨¢nea acompa?ada de verificaci¨®n mutua.
Hasta el momento ha triunfado la primera alternativa, con las solas limitaciones impuestas por dificultades t¨¦cnicas y por un cierto techo econ¨®mico, por lo dem¨¢s bastante flexible. La segunda alternativa es objeto de constante debate. En principio, pocos se oponen a ella -por lo menos, a su versi¨®n m¨ªnima-, pero se arguye en su contra que el contendiente no es de fiar, que posiblemente har¨ªa trampa apenas tuviera la oportunidad y que, por tanto, no es una alternativa seria, sino un p¨ªo deseo. En todo caso, se espera que el contendiente tome la iniciativa para ver si "la cosa va en serio".
De repente, una de las superpotencias propone lo siguiente: en vez de seguir impulsando las armas ofensivas, y sin que se abandonen ¨¦stas por entero, se propone y planea un sistema defensivo tan completo y seguro que el contendiente no tenga m¨¢s remedio que darse oportunamente por disuadido. Si insiste en seguir derrochando sus recursos econ¨®micos en armas ofensivas que no logren nunca penetrar la corteza defensiva, tendr¨¢ que pagar las consecuencias: el fracaso b¨¦lico, o la ruina econ¨®mica, o ambas cosas a la vez.
Esta proposici¨®n, que ha sido objeto de miles de comentarios de toda clase, es la base de la famosa Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica del presidente Reagan, m¨¢s conocida con el nombre de guerra de las galaxias. Se ha advertido que, sin hablar tanto del asunto, los sovi¨¦ticos hab¨ªan comenzado ya a defenderse estrat¨¦gicamente con el sistema protector de Mosc¨² y sus alrededores. Se ha sugerido incluso que la idea de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica constituye una respuesta m¨¢s completa a los dispositivos de defensa local de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Puesto que (para recurrir a una met¨¢fora notoriamente envejecida en esta nuestra ¨¦poca electr¨®nica) se han vertido sobre el asunto mares de tinta, parecer¨¢ un tanto in¨²ltil volver sobre ¨¦l y hacerlo adem¨¢s en unos cuantos p¨¢rrafos. Sin embargo, cabe intentarlo, porque a veces cuatro palabras claras consiguen algo a que no alcanzan rimeras de vol¨²menes.
La idea de un sistema defensivo completo en vez de un incremento constante de las fuerzas ofensivas es atrayente. Ser¨ªa poco razonable desecharlo pura y simplemente porque ha sido propuesto por tal o cual persona o potencia. Para empezar, subrayar la necesidad de atender a los dispositivos defensivos en vez de insistir en recursos ofensivos parece una muestra palpable de esp¨ªritu pac¨ªfico, o cuando menos una demostraci¨®n del deseo de poner freno al esp¨ªritu b¨¦lico. Luego, si los dispositivos de defensa resultan, en efecto, invulnerables, se consigue lo que el incremento incesante de armas ofensivas no pod¨ªa conseguir: una efectiva disuasi¨®n. No tendr¨ªa sentido, en efecto, aumentar el poder ofensivo si hubiera de chocar contra un poder defensivo que lo nulificase por entero. Finalmente, es posible, y hasta muy probable, que en el curso del estudio e instalaci¨®n del sistema defensivo total se produzca lo que se llama "un aguacero tecnol¨®gico", es decir, el descubrimiento de muchas t¨¦cnicas de toda clase que redunden en beneficio de un oportuno aumento del bienestar de los seres humanos. Esto ha ocurrido con otras empresas b¨¦licas. El ejemplo m¨¢s frecuente citado son los numerosos y m¨²ltiples avances tecnol¨®gicos derivados de la II Guerra Mundial. Pero podr¨ªan mencionarse casos menos conocidos, incluyendo el de la guerra civil espa?ola. En el curso de la misma, el doctor Josep Trueta perfeccion¨® el tratamiento quir¨²rgico de heridas que tan beneficioso fue luego para los aliados. No hay raz¨®n para que no se produjeran descubrimientos muy beneficiosos y ¨²tiles en el caso que ahora nos ocupa.
Ser¨ªa, pues, conveniente no comenzar por poner en duda la rectitud de la intenci¨®n defensiva total e inclusive poner de relieve sus posibles ventajas. S¨®lo de este modo adquieren sentido los argumentos que puden aducirse para pedir que se reflexione muy a fondo antes de precipitarse a declararse en favor de, y no digamos a iniciar, semejante defensa estrat¨¦gica nuclear total.
Estos argumentos son muy simples. Uno es de car¨¢cter exclusivamente t¨¦cnico; el otro, de ¨ªndole a la vez moral y econ¨®mica.
El argumento t¨¦cnico no consiste en poner de relieve las muchas dificultades de la empresa. Por supuesto que las hay, y algu-
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nos opinan que son insuperables. Pero incluso, si pudieran vencerse todos los obst¨¢culos que ofrece una completa protecci¨®n en el espacio, ¨¦sta dejar¨ªa todav¨ªa vulnerables muchos puntos en la potencia que la emprendiera. Podr¨ªan lanzarse cabezas nucleares por v¨ªa mar¨ªtima o submarina o podr¨ªan incluso introducirse y ponerse en funcionamiento mediante actos de sabotaje. Pero, una vez m¨¢s, supongamos eliminados todos estos obst¨¢culos t¨¦cnicos.
Aun entonces queda en pie la posibilidad de contrarrestar los dispositivos defensivos con la invenci¨®n y puesta en pie de nuevos elementos ofensivos. Cuales sean ¨¦stos no lo sabemos, porque todav¨ªa no sabemos ni los detalles ni siquiera la configuraci¨®n general del sistema nuclear defensivo total, pero, si la experiencia (y la expolaci¨®n de la misma al futuro) sirve de algo, puede presumirse que oportunamente surgir¨ªan nuevos medios ofensivos apropiados. Varios historiadores militares nada incompetentes se han referido a una especie de alternancia defensivo-ofensiva a trav¨¦s de la historia. A cada nuevo sistema defensivo se contrapone oportunamente un nuevo sistema ofensivo. Se ha hablado incluso de una oscilaci¨®n ofensiva-defensiva que se ha ido acelerando al punto que mientras hace tres siglos la puesta en pie de un sistema ofensivo para contrarrestar otro defensivo pod¨ªa durar varias d¨¦cadas, en la actualidad es cosa de muy pocos a?os, si no meses. Por tanto, una intensificaci¨®n de la defensa lleva consigo una paralela intensificaci¨®n de sistemas de ataque. Lo ¨²nico que podr¨ªa detener esta oscilaci¨®n ser¨ªa una defensa real y verdaderamente, y para siempre jam¨¢s, absoluta. Pero ser¨ªa improbable, y hasta ut¨®pico, dar con semejante defensa. La noci¨®n de absoluto puede tener su puesto en la historia de la filosof¨ªa especulativa y de la teolog¨ªa, pero no ocupa ning¨²n lugar en la historia. b¨¦lica y en la de tecnolog¨ªa.
En cuanto al aguacero tecnol¨®gico producido por la actividad b¨¦lica 37 aun por una investigaci¨®n en principio puramente emilitar, choca con un obst¨¢culo a la vez econ¨®mico y moral.
Morad, porque, si el aguacero tecnol¨®gico tuviera que comprarse con el sacrificio de millones de vidas humanas, ser¨ªa locura. Pero aun si tuviera que adquirirse con el sacrificio de muchas otras posibilidades de mejoramiento -y a veces inclusive la mera subsistencia- de la especie humana y de su medio ambiente, resultar¨ªa poco recomendable. Hay razones fundadas para pensar que no se tratar¨ªa de un beneficio neto, ni muy limpio.
Econ¨®mico, por que, si las inversiones pertinentes se dedicaran plena y directamente al desarrollo de beneficios tecnol¨®gicos, los resultados no ser¨ªan solamente un aguacero, sino una verdadera lluvia torrencial. Por una vez, la econom¨ªa y la moral pueden hacer buenas migas.
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