Las mujeres decidimos
"El prius l¨®gico", "el derecho troncal", "el supuesto ontol¨®gico", "el tertium existencialmente distinto" que representa "el nasciturus". Desde hace una semana, los medios de presunta comunicaci¨®n social se han visto inundados por un aut¨¦ntico maremoto de pedanter¨ªa jur¨ªdica, s¨®lo apta para iniciados. Los pol¨ªticos leguleyos, que son legi¨®n, han encontrado excelente ocasi¨®n de lucir sus habilidades en materia de hermen¨¦utica constitucional. El largo, tedioso y abigarrado texto de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el proyecto de despenalizaci¨®n del aborto les dio la se?al de salida.Los disputantes han puesto buen cuidado en derivar su querella a los cerros de ?beda de la jerga jur¨ªdica, y que lo han hecho porque tal cosa les beneficiaba a ambos. No se trata de una torpeza, sino, por el contrario, de una marruller¨ªa destinada a secuestrar a la opini¨®n p¨²blica, y particularmente a las mujeres, el verdadero debate.
A los resultados me remito: la opini¨®n p¨²blica identifica la disputa entre Gobierno y AP como un enfrentamiento entre partidarios del derecho al aborto y enemigos de ese derecho. Cuando la realidad es muy otra.
"Pueden estar tranquilas las mujeres; habr¨¢ aborto", o¨ªamos decir hace escasos d¨ªas al ministro de Justicia, Fernando Ledesma. Y a Alfonso Guerra: "Es posible despenalizar el aborto". Ambos est¨¢n ocultando la verdad. Porque no empiezan por decir lo que es elemental: que el proyecto de despenalizaci¨®n parcial del aborto defendido por el PSOE sigue considerando el aborto como un delito. Un delito incluido en el C¨®digo Penal y castigado. Gobierno y AP est¨¢n de acuerdo en que el aborto debe ser penalizado.
Seg¨²n el proyecto del Gobierno, si bien debe considerarse delito abortar, hay determinados supuestos -los tres ya bien conocidos- en que el hecho no debe merecer castigo. Alianza Popular no est¨¢ de acuerdo con ello, aunque tampoco se sit¨²a en las ant¨ªpodas: recientes declaraciones de Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Gallard¨®n hablan de la necesidad de adoptar una posici¨®n de tolerancia ante las mujeres que abortan en extrema necesidad, no haci¨¦ndoles sufrir en ning¨²n caso penas de c¨¢rcel.
Titular de derechos
Los tres supuestos de aborto que el Gobierno busca despenalizar son, en la pr¨¢ctica, una muy exigua minor¨ªa de los que se presentan. Estad¨ªsticas fiables permiten establecer que s¨®lo un 4% de las mujeres que abortan podr¨ªa beneficiarse de la despenalizaci¨®n en marcha. Lo que equivale a decir que, seg¨²n el proyecto de despenalizaci¨®n parcial del aborto que el PSOE veros¨ªmilmente llevar¨¢ adelante, el 96%, de los abortos deber¨¢ seguir siendo clandestino.
La sentencia del Tribunal Constitucional establece que el ¨®vulo fecundado no es titular de derechos (afirmaci¨®n que libra al alto tribunal de hacer un rid¨ªculo importante). Sostiene que constituye un bien protegible. En efecto, el cigoto puede ser frecuentemente un bien. Pero ?de qui¨¦n? ?A qui¨¦n pertenece ese bien? Nosotras, desde el movimiento feminista, respondemos que ese bien es cosa de quien lo engendr¨®. El Tribunal Constitucional no est¨¢ de acuerdo. Afirma que "los derechos de la mujer no pueden tener primac¨ªa absoluta", dado que ello supondr¨ªa "la desaparici¨®n de un bien... que encarna un valor central del ordenamiento constitucional".
No voy a entrar a discutir si el cigoto es o no un valor central del ordenamiento constitucional. Me limitar¨¦ a subrayar que es ah¨ª, precisamente ah¨ª, donde se establece la frontera entre quienes defendemos el derecho al aborto como un derecho de las mujeres y quienes, en un sorprendente impulso comunista, han decidido socializar los cigotos ajenos, protegi¨¦ndolos incluso cuando va contra la voluntad de su due?a.
Tal es la verdadera l¨ªnea divisoria. La que hay entre quienes sostenemos que la capacidad reproductora de las mujeres ha de ser estrictamente eso -una capacidad que puede ejercerse o no, a voluntad- y quienes entienden que es algo que puede impon¨¦rsenos. Entre quienes defendemos que la maternidad. no es "el m¨¢s bello fin de la mujer", sino una posibilidad que debe ser severa y cuidadosamente meditada, y quienes tratan de crear un v¨ªnculo indisoluble entre mujer y maternidad. De un lado, la defensa del aborto como un derecho de la mujer; del otro, la penalizaci¨®n del aborto como un delito, con o sin atenuantes, con o sin supuestos despenalizadores.
Si tal es la l¨ªnea divisoria, si ¨¦sa es la verdadera cuesti¨®n, caben pocas dudas de que el proyecto de despenalizaci¨®n del PSOE est¨¢ del otro lado, enfrente.
Defendemos el derecho al aborto, no el aborto. El aborto no es -lo sabemos de sobra- un trance agradable. Es, eso s¨ª, la soluci¨®n extrema, el ¨²ltimo recurso para evitar un mal mayor: la maternidad no deseada. Defendemos la posibilidad de recurrir a ¨¦l como modo de defender las vidas de aquellas mujeres que no pueden o no desean tener descendencia: vidas reales, concretas, frente a vidas perifr¨¢sticas, hipot¨¦ticas, posibles o negables. Defendiendo el derecho al aborto asumimos la defensa de la vida de ni?as y ni?os deseados, no impuestos.
Muchas mujeres nos vamos a manifestar por lo que ha sido el lema de nuestro combate desde hace a?os: Derecho al aborto libre y gratuito, ya. Las mujeres decidimos. Estamos reclamando algo que no entra en la pol¨¦mica que ha dividido a gobernantes y opositores de derecha en las ¨²ltimas jornadas. No nos interesan sus ¨¢rboles jur¨ªdicos inertes: nos interesa el bosque animado, humano, de las mujeres que quieren vivir la sexualidad sin temores, sin traumas, sin riesgos para el futuro; de las que reivindican su derecho al placer; de las que claman contra la identificaci¨®n machista entre relaciones sexuales y coito; de las que, en fin, ponen en solfa la normalidad vigente y encuentran su gozo m¨¢s all¨¢ de las fronteras de la heterosexualidad. De las que, en todo caso, se?alan con el dedo a la sociedad patriarcal, a los poderes establecidos y a su hipocres¨ªa dici¨¦ndoles: "Empezad por hacer campa?as de informaci¨®n sexual, por hacer gratuitos los anticonceptivos; empezad por poner en marcha los anticonceptivos masculinos. No ten¨¦is derecho a hablar". Porque eso es lo m¨¢s grande de todo este asunto: que quien no tiene derecho a hablar est¨¢ monopolizando el uso de la palabra. Y a nuestra costa.
Que no nos pidan comprensi¨®n. Que no reclamen sensatez y moderaci¨®n. Cuando es la vida de cientos de miles de mujeres lo que est¨¢ en juego, las feministas no sabemos, no podemos, no queremos ser ni comprensivas, ni sensatas, ni moderadas. No queremos comprender su l¨®gica patriarcal. No nos parece sensato que sigan obligando a la mayor¨ªa de las mujeres a abortar en la clandestinidad. No creemos en una moderaci¨®n que puede acarrearnos m¨¢s infelicidad, m¨¢s dependencias e incluso m¨¢s muertes.
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