Descubrir las pinceladas de Vel¨¢zquez
La restauraci¨®n de 'Las hilanderas' finalizar¨¢ hacia el mes de junio
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Las hermanas D¨¢vila se conocen el cuadro de Las hilanderas de memoria. Llevan casi siete meses con el lienzo a un palmo de sus narices; lo han estudiado a trav¨¦s de fotograf¨ªas infrarrojas o con luz de rasante; han analizado los estudios qu¨ªmicos que indican cu¨¢nto barniz y qu¨¦ pigmentos tiene cada cent¨ªmetro cuadrado. Saben tambi¨¦n de cada una de las pinceladas que Vel¨¢zquez hizo para conseguir una obra maestra de tal envergadura. Por eso, Mayte y Roc¨ªo D¨¢vila, veteranas restauradoras del Museo del Prado, sienten m¨¢s y m¨¢s curiosidad cada d¨ªa por la vida y la obra de aquel hombre del siglo XVII que ten¨ªa tanta sensibilidad e inteligencia como para crear de esta manera. El cuadro de Las hilanderas, que incluso fue objeto de un simposio internacional para hablar del estado de su conservaci¨®n, quedar¨¢ restaurado hacia el mes de junio y ser¨¢ de nuevo expuesto en las salas del Prado.Roc¨ªo y, sobre todo, Mayte D¨¢vila son unas expertas en la restauraci¨®n de las pinturas de Diego Rodr¨ªguez de Silva y Vel¨¢zquez. Ya antes de que el restaurador del Metropolitan Museum de Nueva York, John Brealy, restaurara Las meninas, por las manos de estas dos hermanas hab¨ªan pasado Esopo, Menipo, Felipe IV, Felipe IV cazador, Marte, Juan de Austria, Barbarroja y La infanta Margarita. Despu¨¦s de Las meninas, las D¨¢vila han restaurado El pr¨ªncipe Baltasar y Carlos II.
Las hilanderas ha sido un lienzo maltratado a lo largo de sus 300 a?os de existencia, una tara que -comparte con muchos m¨¢s cuadros de los que un no entendido puede imaginar. Porque, como dice Mayte D¨¢vila, "lo que nosotros entendemos hoy por restauraci¨®n no tiene nada que ver con lo que se hac¨ªa antes". La veneraci¨®n que se guarda hacia la obra original y el respeto que todo buen restaurador observa como religi¨®n es s¨®lo signo de nuestro siglo. Pl¨¦yades de pintores repintaban en el siglo XVIII y XIX obras de Goya o de Vel¨¢zquez con la m¨¢s absoluta naturalidad. Si un cuadro era demasiado grande para el hueco correspondiente de la iglesia adjudicada, nadie pon¨ªa el menor inconveniente a que el lienzo se recortase.
El caso de Las hilanderas ha sufrido un poco de cada cosa. Para empezar, se cree que poco despu¨¦s de la muerte de Vel¨¢zquez alguien decidi¨® que el cuadro era demasiado peque?o, y le a?adieron alrededor una enorme franja de lienzo que fue pintada por alguien que intent¨® cuidar que el a?adido no se notara; una proeza impensable en nuestros d¨ªas. El cuadro vivi¨® tambi¨¦n el incendio del palacio de los Reyes de Austria o el Alc¨¢zar, donde estaba colgado. No fue pasto de las llamas como otros muchos cuadros y el mismo edificio, pero el calor levant¨® la pintura -lo que los restauradores llaman craquelado- de tal manera que en muchas zonas se han perdido trozos enteros. El repinte posterior y el planchado que se hac¨ªa entonces para, intentar sentar los colores y disimular el craquelado concluyeron la faena.
Todo es ahora bien distinto. "A m¨ª no me gusta que los restauradores tengamos tanto protagonismo", dice Roc¨ªo D¨¢vila, "porque nuestro trabajo no se tiene que notar nunca. Lo nuestro consiste en aplicar las t¨¦cnicas de hoy para que no se pierda la pintura que ya hay, para limpiar el barniz oscurecido por el tiempo, etc¨¦tera. Se trata de que la gente pueda admirar y ver mejor las obras de los grandes artistas". Como las D¨¢vila y sus compa?eros de restauraci¨®n explican, ellos jam¨¢s pintar¨ªan encima de las pinceladas del autor de una obra. ?nicamente se hace reintegraci¨®n en los peque?os trozos per dos, tentando ajustar el color al original, y en caso de que el detalle perdido sea importante nunca se intenta rehacer el motivo, sino rellenar suavemente de color la zona para que no resalte la falta pero que de cerca se note que se trata de una restauraci¨®n. "Se trata" como dice una restauradora de el Prado, "de no enga?ar a nadie".
Hay en el Prado siete restauradores de plantilla, m¨¢s otros tantos cuyo trabajo es eventual. En sus talleres, aut¨¦ntico quir¨®fano del arte, siempre hay cuadros en restauraci¨®n. Se est¨¢ trabajando sobre otro Vel¨¢zquez, La coronaci¨®n de la Virgen. Se acaba de terminar un Murillo, San Jer¨®nimo, cuyo rostro estaba pr¨¢cticamente destrozado. Otro restaurador ha terminado su trabajo sobre La Anunciaci¨®n, y un buen pu?ado de ellos restauran diversos lienzos de la escuela napolitana del siglo XVII, objeto de una pr¨®xima exposici¨®n del museo.
Mayte y Roc¨ªo D¨¢vila ya han levantado el barniz sucio por la acci¨®n de la contaminaci¨®n y sentado el color de Las hilanderas, una ardua tarea que se hace introduciendo meticulosamente cola entre el craquelado para que no se sigan cayendo trozos de pintura. Ahora vendr¨¢ la tarea de pintar los estucos, es decir, pintar esos trozos que ya se perdieron y que hay que rellenar ajust¨¢ndose al m¨¢ximo a los colores que utiliz¨® el pincel de Vel¨¢zquez. Finalmente, con el cuadro barnizado, ¨¦ste recuperar¨¢ toda la luminosidad y los detalles inapreciables que el oscurecimiento y el craquelado dejaron en el camino de la historia.
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