Los 100 d¨ªas de Ardanza
TRAS SUS 100 primeros d¨ªas de mandato como presidente del Gobierno vasco, Jos¨¦ Antonio Ardanza ha comparecido ante los ciudadanos para dar cuenta de su gesti¨®n y explicar sus proyectos. El llamamiento al di¨¢logo, el esfuerzo por "rebajar la crispaci¨®n" y "reducir la acritud" en la vida p¨²blica, el reconocimiento del car¨¢cter pluralista de la sociedad vasca, el logro de la estabilidad institucional mediante el pacto de legislatura con los socialistas, los planes para conseguir un relanzamiento industrial y combatir el paro, la realista admisi¨®n de la inevitable escasez de los recursos presupuestarios, la lucha contra la violencia y la defensa del Estatuto de Guernica fueron los principales puntos de un mensaje tan lejano de la autocomplacencia como cercano al lenguaje y a las preocupaciones del hombre de la calle. Las irregulares circunstancias de la dimisi¨®n forzosa de Carlos Garaikoetxea ensombrecieron la designaci¨®n de Ardanza para sustituirle en la presidencia del Gobierno vasco. Pero si las conspiraciones palaciegas que derribaron a Garaikoetxea -sometido posteriormente a ese linchamiento moral de chismes y miserias con que la peque?a historia humilla habitualmente a los derrotados- empedraron de malos presagios su nominaci¨®n, los 100 d¨ªas inaugurales del nuevo lendakari arrojan un balance indiscutiblemente positivo.La pol¨¦mica sobre la ley de Territorios Hist¨®ricos, que afecta a la distribuci¨®n de competencias y recursos presupuestarios entre las tres diputaciones provinciales y las instituciones auton¨®micas comunes, ofrece dimensiones estrictamente t¨¦cnicas, pero tambi¨¦n posee un trasfondo ideol¨®gico que remite a la discusi¨®n sobre la vigencia de las ideas de Sabino Arana. En este terreno, las posiciones de Jos¨¦ Antonio Ardanza, ex diputado general de Guip¨²zcoa, se aproximan a la visi¨®n de una Euskadi confederal en cuyo seno los llamados territorios hist¨®ricos -Vizcaya, Guip¨²zcoa y ?lava en el presente, m¨¢s Navarra y las tres demarcaciones vascas bajo soberan¨ªa francesa en un impreciso futuro- mantendr¨ªan un grado considerable de autonom¨ªa. Dejando al margen las implicaciones ideol¨®gicas de esa concepci¨®n descentralizadora del nacionalismo vasco, enfrentada con la primac¨ªa de las instituciones auton¨®micas comunes defendida por el sector de Garaikoetxea y por Euskadiko Ezkerra, es preciso reconocer que la apelaci¨®n a las diputaciones, ¨²nicas titulares de esos "derechos hist¨®ricos de los territorios forales" que la disposici¨®n adicional primera de la Constituci¨®n consagra, ha permitido al PNV y al Gobierno socialista encontrar una eficaz salida, a trav¨¦s de una enmienda a la ley de Bases de R¨¦gimen Local, para el enconado problema de la designaci¨®n de los secretarios de ayuntamiento en el Pa¨ªs Vasco.
La impresi¨®n de que la designaci¨®n de Jos¨¦ Antonio Ardanza formaba parte de una estrategia orientada a promover una alianza electoral entre el PNV y Alianza Popular, qued¨® r¨¢pidamente desmentida por el pacto de legislatura suscrito entre el Gobierno vasco y los socialistas. Ese acuerdo no s¨®lo ha permitido desbloquear el empate de esca?os dentro del Parlamento vasco, sino que ha abierto tambi¨¦n esperanzadoras perspectivas para la culminaci¨®n del proceso institucional en la comunidad aut¨®noma. Mientras la Constituci¨®n de 1978 signific¨® el final de la transici¨®n pol¨ªtica para el resto de Espa?a, la aprobaci¨®n en 1979 del Estatuto de Guernica no fue sino el comienzo de un trayecto que no ha llegado todav¨ªa a su destino. Es evidente que las instituciones de autogobierno s¨®lo podr¨¢n desplegar enteramente sus potencialidades cuando asuman ¨ªntegramente las competencias estatutarias. Tal vez para salir al paso de las tentaciones centralistas del Gobierno socialista, el nuevo lendakari, que ha negociado eficazmente la reanudaci¨®n del proceso de transferencias (paralizado durante m¨¢s de dos a?os), ha recordado en su discurso que el Estatuto de Guernica -"el instrumento v¨¢lido para la construcci¨®n de Euskadi"- es un acuerdo hist¨®rico que compromete por igual a la Administraci¨®n central y a la comunidad aut¨®noma, y cuyo contenido no puede ser ni burlado ni denigrado.
Para la normalizaci¨®n de Euskadi es imprescindible tambi¨¦n que el pluralismo pol¨ªtico, ideol¨®gico, cultural e idiom¨¢tico de la sociedad vasca sea respetado adecuadamente por sus instituciones de gobierno y cristalice en h¨¢bitos de tolerancia en la vida p¨²blica. Por esa raz¨®n, merece la pena subrayar que el presidente Ardanza, cuyo nacionalismo se halla fuera de duda, haya criticado con energ¨ªa cualquier reduccionismo sectario que trate de negar la condici¨®n de aut¨¦nticos vascos a quienes no se identifiquen sentimental o te¨®ricamente con el legado de Sabino Arana. "Aun siendo nacionalista", su Gobierno lo es de "todos los vascos"; "porque en.Euskadi hay gentes de ideolog¨ªas diferentes, y todos ellos vascos".
Los inequ¨ªvocos pronunciamientos de Jos¨¦ Antonio Ardanza contra la violencia terrorista prueban que el pragmatismo y el sentido com¨²n, notas caracter¨ªsticas de los gestores eficaces ("los pol¨ªticos estamos para resolver problemas, no para airearlos o utilizarlos contra los dem¨¢s"), pueden ser compatibles con esa actitud de defensa irrenunciable de los principios que distingue a los l¨ªderes con verdadero arraigo popular. Si el nuevo Iendakari ha llevado con realismo las negociaciones con el Gobierno socialista y ha exhibido un elogiable buen gusto al mantenerse a distancia de las enconadas disputas internas del PNV, sus llamamientos para acabar con la violencia -"es un problema de dignidad personal"- y para superar "la comodidad y el miedo" que impiden todav¨ªa a algunos dirigir contra los terroristas -"los peores enemigos de este pa¨ªs", ante cuyas atrocidades "sentimos verg¨¹enza y asco"- una incondicional condena muestran tambi¨¦n que Jos¨¦ Antonio Ardanza dispone de esa fibra moral y ese coraje intelectual que d¨ªstingue a los pol¨ªticos honrados.
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