Los museos de Al¨ª-Bab¨¢
En mi vida vagabunda he tenido la suerte de ver los mejores museos del mundo, antiguos, modernos y antiguos modernizados. Algunos en los que el edificio es tan importante como lo que albergan (Vaticano, Ermitage, Louvre), otros destartalados en los que hay que olvidar el cascar¨®n para fijarse s¨®lo en la nuez (Cairo, Estambul); otros, en fin, pensados como cuidadosos estuches de una colecci¨®n de perlas (M¨²nich, Washington). Museos en los que se os obliga a pagar y otros que os abren las puertas libremente, museos donde os reciben con los brazos abiertos y otros donde os vigilan desde el principio y casi os cachean, museos acogedores ("Jeux de Paume", holandeses) o fr¨ªos como los italianos y los alemanes; museos gigantescos como el Metropolitan de Nueva York y museos m¨ªnimos como el de Vich; museos que eran hogares a los que hizo famosos su habitante (V¨ªctor Hugo, Ingres, en Par¨ªs) y otros en los que el due?o pens¨® ya en el hogar como museo (Cerralbo, en Madrid).Esos museos que evidentemente tienen pasado -viven gracias a ellos- ?tendr¨¢n futuro? Lo pregunto porque Melina Mercuri ha vuelto a pedir a Londres que les devuelvan las estatuas del friso del Parten¨®n, hoy en el British Museum. Ha a?adido luego que no aspira a que se devuelva todo lo que se ha robado en el mundo del arte "sino a monumentos de primer orden mutilados art¨ªsticamente".
Los directores de museos est¨¢n con el miedo en el cuerpo desde que se empez¨® a hablar de una justicia internacional que devuelva a los pa¨ªses sus tesoros arrancados, fraudulenta o violentamente, de su suelo. El problema es grave. Esa reclamaci¨®n, ?se plantea s¨®lo desde el punto de vista nacional o tambi¨¦n desde el de la propiedad privada? Porque si Grecia tiene derecho a recuperar una cari¨¢tide suya que ahora est¨¢ en Londres, el descendiente de un arist¨®crata ruso puede tambi¨¦n exigir que le env¨ªen los "impresionistas" que estaban en casa de sus padres y ahora se exhiben en el Ermitage de Leningrado despu¨¦s que la Revoluci¨®n incautara las obras de los partidarios del antiguo r¨¦gimen. Tanto en el caso griego como en el ruso se trata de un cambio de propiedad en el que no ha intervenido la voluntad del propietario leg¨ªtimo. Y, aun admitiendo que "la propiedad es un robo", ?no sigue si¨¦ndolo cuando en lugar de un individuo la ejerce el Estado?
Vuelvo el recuerdo a los museos que conozco y empiezo a imaginarlos despu¨¦s que los propietarios aut¨¦nticos entren por all¨ª con sus listas. Por ejemplo, el Louvre repleto de tesoros que: las tropas francesas se tra¨ªan como resaca tras inundar toda Europa, especialmente Italia. Hubo un diputado llamado Gr¨¦goire que present¨® la moci¨®n, entusi¨¢sticamente aprobada, para que la Rep¨²blica Francesa fuera el hogar definitivo de las obras cl¨¢sicas, "que no iban a adornar un pa¨ªs de esclavos como Roma". De acuerdo con el decreto subsiguiente el general Bonaparte envi¨® decenas de carretas que desfilaron en la Fiesta de la Libertad en 1798, desfile admirable en el que destacaban los cuatro caballos de bronce dorado sacados de la plaza de San Marcos de Venecia. Estos equinos, quiz¨¢ por su aparatosidad, volvieron prontamente a su lugar de origen tras la ca¨ªda de Napole¨®n, pero en el museo franc¨¦s siguen cuadros y esculturas procedentes de toda Europa. De cuando en cuando, una devoluci¨®n como la de La inmaculada Soult (nombre revelador de su procedencia) a Espa?a recuerda al mundo el origen del tesoro art¨ªstico del Louvre. ?Qu¨¦ quedar¨ªa si cada pa¨ªs reclamara lo suyo?
?Qu¨¦ quedar¨ªa en el Museo de Berl¨ªn Oriental tras aceptar los derechos de siria, Turqu¨ªa o Irak sobre altares y leones? Si las ideas de Melina Mercuri se llevaran a la pr¨¢ctica se abrir¨ªa una inmensa caja de Pandora a pesar del colof¨®n tranquilizador que expone. Porque, ?hasta d¨®nde llega el concepto de mutilar un monumento?". La definici¨®n puede alcanzar una ciudad entera donde cualquier extraci¨®n de piedra, puerta o columna significa un expolio. Me parece que hay demasiados ladrones en el mundo muse¨ªstico para poder actuar equitativamente contra todos.
La culpa, sin embargo, no es general. De esta acusaci¨®n de robo se libran mayormente los pa¨ªses mediterr¨¢neos. Griegos, italianos y espa?oles han sido suministradores m¨¢s que expoliadores de museos de todo el mundo, aunque Roma fuese la pionera de esa actividad con los obeliscos egipcios. Curiosamente en nuestro caso tambi¨¦n pudimos conseguir muchos tesoros manu militari.?Qui¨¦n iba a impedir en los siglos XVI y XVII que nos llev¨¢ramos lo que quisi¨¦ramos en una Europa dominada por los tercios? Y, sin embargo, se prefiri¨® el poder econ¨®mico, entonces paralelo al militar, como en EE UU de hoy, para enriquecer nuestras colecciones. Ticiano y Rubens pintaban a cambio de buenos escudos hisp¨¢nicos y sus lienzos figuran leg¨ªtimamente en el Prado. Y los que no llegaron directamente lo hicieron indirectamente a trav¨¦s de un marchante que se llamaba nada menos que Diego Vel¨¢zquez, enviado a Italia a adquirir, no a incautarse, cuadros de gran categor¨ªa. S¨ª, el mundo del Prado quedar¨ªa probablemente inc¨®lume si se procediese a revisar los or¨ªgenes legales de cada pieza de arte. -
La discusi¨®n abierta ahora se mantendr¨¢ largamente. Hay algo de peso a favor de los peticionarios. El monumento requiere siempre el h¨¢bitat para, donde fue creado. Hay tambi¨¦n algo evidente a favor de los usufructuarios de hoy. En ese h¨¢bitat (la Italia del siglo XVIII, Egipto, Grecia, Siria del XIX), los objetos de arte no hubieran llegado probablemente a nuestros d¨ªas v¨ªctimas de la incuria y de la barbarie de lo que dominaban entonces aquellas tierras ricas en cultura. Dicho rom¨¢nticamente. ?Qui¨¦n tiene raz¨®n? ?La madre desnaturalizada o la madre adoptiva?
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