La batalla de Roma
La primera jornada de las elecciones administrativas italianas se desarroll¨® ayer con normalidad. La consulta electoral concluye hoy, y s¨®lo ahora quedar¨¢ despejada una de las inc¨®gnitas m¨¢s llamativas de estos comicios en los que se renovar¨¢n los Gobiernos de 15 regiones, 86 provincias y m¨¢s de 6.500 alcald¨ªas: si Roma, la ciudad santa, la sede del Papa, el centro de la cristiandad, continuar¨¢ siendo gobernada por un comunista, con un ayuntamiento de izquierdas, como desde hace nueve a?os, o bien ser¨¢ reconquistada por la Democracia Cristiana, el partido de los cat¨®licos. Comunistas y democristianos han librado una dura campa?a electoral con vistas a esta nueva batalla de Roma.
Ya en 1976, a?o dorado de los comunistas, en el que conquistaron las ciudades m¨¢s importantes del pa¨ªs, el Papa, vicario de Roma, hab¨ªa levantado su voz para pedir a los electores que no entregaran la ciudad del Vaticano "a los marxistas".Pero los electores no siguieron ese llamamiento y los comunistas ganaron las elecciones: de cada tres romanos, uno vot¨® por el partido de la hoz y el martillo. Despu¨¦s de 40 a?os de dominio democristiano en Roma, la capital pas¨® una p¨¢gina de su historia. Empez¨® una nueva era. El Gobierno de izquierdas se encontr¨® con una terrible herencia de abandono y saqueo de la ciudad m¨¢s famosa del mundo: en todos los campos, desde el social al econ¨®mico, al cultural.
Para no herir demasiado al Vaticano, los comunistas pusieron como alcalde a un independiente de izquierdas, el conocido cr¨ªtico de arte Giulio Carlo Argan. En seguida se dio cuenta la curia del dialogante Pablo VI de que pod¨ªan entenderse mejor con los comunistas en varios aspectos del campo social que con los mismos democristianos.En los ¨²ltimos a?os, sin embargo, el Ayuntamiento de Roma ha estado gobernado por un hombre del aparato comunista, Ugo Vetere, a quien todo le ha sido m¨¢s dif¨ªcil. Los primeros a?os de gobierno de izquierdas se consumieron en dotar a la ciudad de infraestructuras que le faltaban: sanear los barrios surgidos de la especulaci¨®n durante el mandato democristiano, rehacer el alcantarillado de una ciudad que se inundaba con cuatro gotas de lluvia porque las cloacas eran antediluvianas, y acabar con la escandalosa carencia de escuelas, creando al mismo tiempo todas las guarder¨ªas necesarias para las madres trabajadoras.
Revoluci¨®n cultural
Por lo que se refiere a la cultura, en una ciudad muerta y aburrida, donde los museos se ca¨ªan a pedazos y donde la gente ya no sal¨ªa a la calle de noche y la dejaba desierta los tres meses de verano, los comunistas idearon la "cultura de lo efimero" creando la cultura del espect¨¢culo.
Pero muchas cosas se les quedaron a¨²n en el tintero a los comunistas, como el enloquecedor tr¨¢fico de la ciudad, el mal funcionamiento de la sanidad, de los hospitales sobre todo, y la criminalidad y delincuencia callejeras.
Pero al mismo tiempo cambiaron las cosas en la escena pol¨ªtica italiana. Llegaron a la direcci¨®n de los partidos democristiano y socialista dos personalidades j¨®venes y de gran empuje como Ciriaco de Mita y Bettino Craxi. Lleg¨® al Vaticano el impulsivo papa Carol Wojtyla, y entre todos empez¨® la campa?a contra el ayuntamiento comunista.
Y ha sido muy dura. Hasta el punto de que hoy, por primera vez, no existe la certeza absoluta de que Roma pueda continuar en manos de la izquierda. Un ministro socialista como Gianni de Michelis ha llegado incluso a plantearse, ante al mal funcionamiento de Roma, el traslado de la capital a Mil¨¢n o Venecia.
Y por salir al paso de los problemas de una ciudad que no hab¨ªa sido pensada para ser la sede del Gobierno y capital de la Re p¨²blica, existe un proyecto gigantesco llamado sistema direccional oriental, que deber¨ªa ser una especie de Brasilia, una ciudad nueva de 100.000 habitantes para albergar la burocracia.
Que los problemas de Roma son superiores a las fuerzas de su propio ayuntamiento lo demuestra el telegrama que el actual alcalde, Ugo Vetere, comunista envi¨®, cuando tom¨® posesi¨®n de su cargo municipal, al entonces presidente del Gobierno, el republicano Giovanni Spadolini, en el que le dec¨ªa: "Me alegra informarle que hoy Roma ha sido designada capital de Italia".
Lo cierto es que Roma es una ciudad particular. Adem¨¢s de capital de Italia, es uno de los centros de mayor turismo del mundo, porque es una joya de arte y un museo de antig¨¹edades; es tambi¨¦n la ciudad en la que est¨¢ enclavado el Estado m¨¢s peque?o del mundo, el Vaticano, que, sin embargo, hace m¨¢s ruido y crea, m¨¢s problemas (baste pensar en el tr¨¢fico) que muchos grandes Estados. Y con la actividad fren¨¦tica de este Papa, que convoca a?os santos extraordinarios, s¨ªnodos especiales, congresos internacionales de j¨®venes, visitas cada domingo a las parroquias y audiencias multitudinarias, el problema vial de Roma se agrava.
Existe adem¨¢s en este momento una dial¨¦ctica entre las fuerzas de la izquierda y del centro sobre la diversa concepci¨®n de la modernizaci¨®n de Roma. Con acusaciones rec¨ªprocas. Los comunistas son acusados de haberse ocupado s¨®lo de los barios populares, para conquistarse los votos de los m¨¢s pobres, olvid¨¢ndose del centro.
Pero existe tambi¨¦n una dial¨¦ctica entre comunistas y socialistas -¨¦stos cuentan con el primer teniente de alcalde- por lo que se refiere a la promoci¨®n de la cultura. Los socialistas acusan a los comunistas de promover s¨®lo la cultura popular o de lo ef¨ªmero, mientras se abandona la cultura estable. Critican tambi¨¦n que Roma carezca de un teatro de ¨®pera digno de la capital, que los museos est¨¢n abandonados, que se favorece s¨®lo a un cierto tipo de intelectuales y artistas.
Hasta el momento, la correlaci¨®n de fuerzas en la capital es la siguiente: el Partido Comunista tiene el 35,9%,; la Democracia Cristiana, el 29,6%; el Partido Socialista, el 10,2%; los socialdem¨®cratas, 4,6% el Partido Republicano, el 4,1%; el Partido de Democracia Proletaria, el 1,1%, y el neofascista Movimiento Social Italiano, el 8,7%.
'Guerra santa'
Los dos principales partidos, democristiano y comunista, esta vez han presentado sus candidatos mejores o de mayor car¨¢cter de s¨ªmbolo. El Partido Comunista presenta a Giovanni Berlinguer, m¨¦dico y soci¨®logo, hermano del difunto secretario del partido, y a un intelectual de la categor¨ªa de Asor Rosa. Mientras, la Democracia Cristiana presenta al popular periodista de televisi¨®n Alberto Michelini, miembro del Opus Dei, de quien se rumorea que es el candidato de Wojtyla. Ya en las elecciones europeas, las primeras en las que se present¨®, obtuvo m¨¢s votos de preferencia que el mism¨ªsimo Giulio ?ndreotti, el roman¨ªsimo.
La pugna no ser¨¢ f¨¢cil. Esta vez todas las fuerzas cat¨®licas est¨¢n movilizadas en una especie de guerra santa. Hay quien piensa que el Vaticano se ha comprometido demasiado, porque si volvieran a ganar los comunistas su victoria podr¨ªa considerarse como una derrota del papa polaco, que tan abiertamente ha manifestado su deseo de arrancarle a Roma el alcalde comunista cuando, tras el nuevo concordato, ha dejado de ser considerada como ciudad santa. Mucho depender¨¢ de la nueva estrategia de los socialistas, quienes han pedido, por boca de Bettino Craxi, presidente del Gobierno, que los democristianos les dejen seguir al frente del Gabinete a cambio de romper en los Gobiernos locales con los comunistas para volver a los brazos de la Democracia Cristiana.
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