La casa donde trabaj¨® y vivi¨® san Isidro, abocada a la piqueta
JUAN RAM?N VIDAL, El pueblo de Madrid corre el riesgo de quedarse sin un legado que por derecho te pertenece. La mitad de la casa solariega de Iv¨¢n de Vargas, de quien fue criado san Isidro, ser¨ªa propiedad p¨²blica de no haber renunciado a ella tanto el Estado como el Ayuntamiento. Esta parte pertenece ahora a una fundaci¨®n barcelonesa. La casa parece abocada a su venta y demolici¨®n; y el pueblo madrile?o, a perder uno m¨¢s de los elementos de su tradici¨®n hist¨®rica.
Tal vez alg¨²n madrile?o recuerde aquellas largas esperas, incluso de madrugada, para beber o llevarse a casa alguna que otra garrafa de agua sanadora del pozo de san Isidro. Hace s¨®lo unos a?os, la antigua casa solariega de Iv¨¢n de Vargas, a cuyo servicio estuvo el santo all¨¢ por el siglo XII, rebosaba de fieles devotos del patrono de la villa. Hasta 10.000 personas llegaron a pasar por all¨ª el 15 de mayo.El inmueble, ubicado en la calle del doctor Letamendi (antes, Costanilla de San Justo), aparece ya en el plano de Pedro de Teixeira, del a?o a?o 1656. Perteneci¨® a los sucesores de Iv¨¢n de Vargas hasta principios de este siglo, cuando lo adquiri¨® la familia Forns. Rafael Forns y Romans decidi¨® continuar la tradici¨®n. Las puertas de su casa se abr¨ªan -primero el d¨ªa del patrono, despu¨¦s pr¨¢cticamente todo el a?o- para que el pueblo -madrile?o pudiera obtener el agua de propiedades preguntamente curativas que ¨¦l, como m¨¦dico, enviaba a analizar todos los a?os.
Fue tambi¨¦n Rafael Forns un nada desde?able pintor, as¨ª que convirti¨® la escalera en un peque?o museo. A¨²n permanecen all¨ª parte de sus imitaciones de pintura antigua sobre tabla. Buen n¨²mero de obras de otros artistas, entre ellas alg¨²n Sorolla, ornaba el edificio. Pero todo fue legado a su muerte al Museo de Castell¨®n. Durante algunos a?os m¨¢s la casa permaneci¨® abierta; hasta que, hace apenas 15, las nuevas canalizaciones de agua de la ciudad y la propia decisi¨®n de la viuda del doctor Forris acabaron con la tradici¨®n del 15 de mayo.Por aquel entonces -noviembre de 1971 - mor¨ªa Rafael Forns y Quadras, vecino y propietario de la mitad del inmueble. Como era soltero decidi¨® legar su parte de la casa "al pueblo de Madrid" para que la dedicara a "museo evocador de la ciudad de los Austrias". Aun antes de su muerte se hizo este ofrecimiento al municipio, a cuyo frente estaba Carlos Arias Navarro. La otra parte de la casa ser¨ªa cedida por la familia a cambio de una cantidad de dinero.
Tras su muerte, la misma oferta se hizo, sucesivamente, al Ministerio de Informaci¨®n y Turismo y al de Educaci¨®n y Ciencia. Todos ellos declinaron el ofrecimiento: la Direcci¨®n General del Patrimonio del Estado, en 1980; el Ayuntamiento, el 10 de abril de 1981, y la Direcci¨®n General de Bellas Artes, el 14 de octubre de- ese mismo a?o, seg¨²n consta: en sendos documentos dirigidos a la familia.
Como consecuencia, la parte correspondiente a Rafael Forns y Quadras pas¨® a manos de la fundaci¨®n Forns-Letamendi, de Barcelona. S¨®lo queda ya un vecino en un inmueble de 1.000 metros cuadrados de planta, con dos patios y tres pisos. La mayor parte se conserva en buen estado, pero los escombros y la maleza cubren casi el famoso pozo, algunas paredes se encuentran combadas, comienzan a aparecer los desconchones y las ratas han establecido su cuartel general en los s¨®tanos.
Exist¨ªa un documento que declaraba al edificio "monumento antiguo municipal", pero se perdi¨®. Hoy d¨ªa, ¨²nicamente la fachada est¨¢ protegida por el Plan de Remodelaci¨®n del Madrid de los Austrias. Pero no parece suficiente. Aunque est¨¦ construida con vigas de madera -por otra parte labradas- y tierra prensada, la antigua casa de Iv¨¢n de Vargas posee no s¨®lo recuerdos inestimables, sino tambi¨¦n valores suficientes como para esperar mejor destino que su venta y conversi¨®n en un confortable edificio de oficinas.
?ste ser¨¢ su fin, probablemente, de no mediar soluci¨®n. Los vecinos del barrio se quejan del abandono: "Nadie quiere a san Isidro". En su fuero interno albergan el temor de que se cumpla aquella sentencia de Quevedo en el famoso memorial a Felipe IV: "Y al gran san Isidro, ni ermita ni cerro".
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