Los filmes de Malcolm Mowbray y Woody Allen introducen el humor en la secci¨®n oficial
Despu¨¦s de la exhibici¨®n de Mishima, esta 38? edici¨®n del festival de Cannes ya tiene una pol¨¦mica de la que sacar buen rendimiento publicitario proponiendo un debate sobre el fascismo o no fascismo del escritor japon¨¦s, aderezado con las correspondientes consideraciones sobre las relaciones entre cine y literatura. Pero los festivales tienen un esp¨ªritu gargantuesco y precisan el sacrificio continuado de filmes para calmar su apetito. La jornada de ayer supuso una inflexi¨®n en el tono marcado hasta ahora: el humor, que hab¨ªa estado casi ausente de la selecci¨®n oficial, aterriz¨® en la Croisette de la mano de Woody Allen y el brit¨¢nico Malcolm Mowbray.
Woody Allen present¨®, fuera de concurso, The purple rose of Cairo, una muy notable comedia en la que se oponen el fant¨¢stico mundo imaginario del cine y la miseria de la vida cotidiana. Como en Zelig o en Broadway Danny Rose, pero sin la presencia de Allen como actor, Mia Farrow es la excelente protagonista de esta historia cuya acci¨®n transcurre en plena depresi¨®n. El cine es el ¨²nico refugio para la hero¨ªna, atrapada por un matrimonio que no funciona y por sus problemas laborales y econ¨®micos. En las sesiones del cine de su barrio, Mia Farrow encuentra el consuelo de la evasi¨®n, una v¨ªa para sumergirse durante unas horas en un espacio en el que todo el mundo es rico, pronuncia frases ingeniosas y es capaz de solucionar cualquier dilema.Concretamente, un filme titulado como el de Allen, The purple rose of Cairo es contemplado una y otra vez por Mia Farrow hasta que, de pronto, sucede lo imposible: uno de los personajes de esa pel¨ªcula rompe con la norma que le impide mirar al objetivo y encuentra la mirada de Mia Farrow. La reconoce, le intriga y se decide a abandonar la pantalla para charlar con esa espectadora tan devota de sus habilidades como arque¨®logo aventurero. El esc¨¢ndalo es enorme. La acci¨®n se interrumpe, el resto de actores no sabe qu¨¦ hacer, se entabla un di¨¢logo entre pantalla y p¨²blico. RKO -la productora- intenta mantener en secreto lo ocurrido. Mientras, Mia Farrow y su sombra corporeizada han de esquivar a los ejecutivos de la RKO, al actor que luego se transform¨® en fotograf¨ªa en movimiento, y vivir un romance salpicado de incidencias. En un momento dado Mia Farrow tambi¨¦n atraviesa el espejo y visita durante un rato el universo imaginario creado por guionistas y directores, conoce al actor y a su doble, enamora a ambos y, al final, se quedar¨¢ sola, como todos.
The purple rose of Cairo mezcla color y blanco y negro, realismo y fantas¨ªa, nostalgia y lucidez, dando la sensaci¨®n de estar rodada con gran facilidad, casi sin esfuerzo, como si de una buena idea se derivara, inevitablemente, una buena pel¨ªcula. La de The purple rose of Cairo quiz¨¢s sea demasiado buena y, en algunos momentos, da la sensaci¨®n de haber ahogado el desarrollo de las situaciones, que resultan abocetadas. Pero decir esto suena a exageraci¨®n en el contexto de un festival escaso de buenas pel¨ªculas y, a¨²n m¨¢s, de pel¨ªculas divertidas.
Las aventuras de un cerdo
La segunda comedia del d¨ªa, la de Malcom Mawbray, se titula A private function y nos habla de la sociedad inglesa justo despu¨¦s de la segunda guerra mundial. Aunque al filme le cuesta un poco arrancar y se entretiene en anotaciones descriptivas, el conjunto es lo bastante divertido como para que merezca ser citado, aunque la pel¨ªcula est¨¦ inscrita en la secci¨®n un certain regard. El filme de Mowbray aborda el mercado negro e ironiza sobre la vida privada de los muy honrados y puritanos brit¨¢nicos. No s¨®lo trafican con la carne de cerdo -los protagonistas, Maggie Smith y Michel Pallin, secuestran un cerdo- sino tambi¨¦n con el patriotismo y los m¨¢s rancios valores morales. Mowbray, como alguno de sus colegas franceses, intenta reescribir, modestamente, la cr¨®nica de la guerra.
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