El yugoslavo Emir Kusturica, sorprendente ganador de la Palma de Oro de Cannes 1985
Con Pap¨¢ est¨¢ de viaje de negocios, el yugoslavo Emir Kusturica ha obtenido la Palma de Oro del Festival de Cannes de 1985. A priori el filme de Kusturica no pasaba de ser un outsider, una obra que hab¨ªa gustado, pero a la que no se conced¨ªan demasiadas posibilidades. La juventud del director, el que su filmograf¨ªa se redujera a un solo largometraje, y el de una cinematograf¨ªa tradicionalmente poco considerada en el plano internacional hac¨ªan de Pap¨¢ est¨¢ de viaje de negocios una pel¨ªcula que el jurado s¨®lo pod¨ªa premiar corriendo un riesgo. Y se ha elegido el riesgo
El filme de Kusturica sit¨²a su acci¨®n en la inmediata posguerra yugoslava y trata de un problema hist¨®rico hasta ahora silenciado: la locura antiestalinista del Gobierno de Tito, r¨¦plica a la locura antititista del Gobierno de Stalin. Todo esto lo cuenta a trav¨¦s de una cr¨®nica familiar y desde el punto de vista de un ni?o de seis a?os, que sabe evadirse de la s¨®rdida y crispada realidad circundante -su padre es una de las v¨ªctimas de la caza de brujas, aunque, la versi¨®n oficial, es la que da t¨ªtulo al filme, pues su desaparici¨®n en un campo de trabajos forzados se convierte en "viaje de negocios"- a trav¨¦s del f¨²tbol y el sonambulismo. Si el primero es presentado como una droga nacionalista manipulada por el Gobierno, el segundo elemento adquiere una notable dimensi¨®n po¨¦tica, contemplada con cari?o y comprensi¨®n por la madre y su hermano.El resto del palmar¨¦s procura equilibrar el riesgo corrido y es un juego de compensaciones del que quienes salen peor librados son los franceses. Considerar a Andr¨¦ Techin¨¦ como mejor director por Rendez-vous es un aut¨¦ntico disparate. Su trabajo, crispado y vac¨ªo, consiste en hacer correr a los actores como posesos, en rodar como si la puesta en ¨¦scena consistiera en un ejercicio de cockteler¨ªa. En cambio, los galardones para Redl Ezredes, de Istvan Szabo, y Birdy, de Alan Parker, estaban cantados porque se trata de productos bien acabados, cultos, muy adecuados para un festival, aunque su car¨¢cter acad¨¦mico, con su narraci¨®n salpicada de efectismos muy t¨ªpicos del cine de autor de los a?os sesenta, no les permit¨ªa aspirar a la Palma de Oro. Las interpretaciones destacadas en el palmar¨¦s se dir¨ªa que lo son m¨¢s por los referentes en que se inspiran que por los trabajos estrictamente dichos, aunque hay que hacer una excepci¨®n al respecto con Norma Aleandro, en verdad espl¨¦ndida en su dram¨¢tica composici¨®n de un burguesa argentina que descubre al investigar el origen de su hija adoptada, todo lo ocurrido en su pa¨ªs durante la dictadura militar Norma Aleandro era, desde el primer momento, la gran candidata y s¨®lo ten¨ªa en su contra la debilidad de La historia oficial, pel¨ªcula cuyo buen arranque pronto derivaba hacia lo folletinesco, incapaz de trascender o profundizar un caso particular.
Los grandes perdedores son Mishima y Detective. Para Schrader, ha sido esa menci¨®n a la contribuci¨®n art¨ªstica que valora el gui¨®n, la m¨²sica de Philip Glass y la labor como decoradora de Eiko Ishiolca. Para Godard, nada, como no sea la repercusi¨®n publicitaria del pastel de nata que estrellaron en su rostro. Ambos directores arriesgaron demasiado, sus pel¨ªculas eran poco acomodaticias, embest¨ªan de frente problemas complejos y se atrev¨ªan a resolverlos. En esos casos la divisi¨®n de opiniones es obligada. Hablar de Mishima en un tono que no es condenatorio ni de militante antifascista, o insistir en la fragmentaci¨®n del relato y en dinamitar sus mecanismos de emoci¨®n, tal y como hacen Schrader y Godard, respectivamente, era pecar de exceso de ambici¨®n en el contexto de un festival ¨¢tono, justo lo contrario que Chabrol, demasiado modesto en su magn¨ªfica Poulet au vinaigre. La derrota de ambos cineastas franceses el mismo a?o en que se homenajeaba a Truffaut y en plena celebraci¨®n del 25? aniversario de la nouvelle vague, se dir¨ªa un gesto simb¨®lico destinado a enterrar para siempre aquel movimiento. Para Szabo y Alan Parker, los premios significan todo lo contrario: continuidad. El h¨²ngaro, que ya ganara un Oscar con Mephisto, repite prestigio con un filme que es un remake enmascarado de aqu¨¦l; Parker, que concursaba por cuarta vez sin que antes se le hubiera hecho caso, tiene la posibilidad de lograr que Birdy se recupere de la mala acogida dispensada en EE UU, muy distinta a la que mereciera su gran ¨¦xito, El expreso de medianoche.
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