La importancia del juicio de Buenos Aires
Desde el primer momento del juicio contra los integrantes de las tres primeras juntas de gobierno del llamado Proceso de Reorganizaci¨®n Nacional argentino, me llam¨® la atenci¨®n el que apenas 100 o 200 personas hicieran cola diariamente para ocupar las 80 plazas destinadas al p¨²blico en la sala de audiencias. Sin duda, este aparente desinter¨¦s tiene mucho que ver con el miedo a un posible golpe institucional denunciado el d¨ªa anterior por el presidente Alfons¨ªn. De hecho, algunos testigos fueron amenazados, y el tribunal acord¨® no dar publicidad a su identidad antes de su presentaci¨®n a declarar.De todas maneras no creo que esta razonable prevenci¨®n sea la ¨²nica explicaci¨®n de la escasa concurrencia c¨ªvica para acceder a la sala. Despu¨¦s de las primeras conversaciones con los amigos abogados, periodistas y pol¨ªticos de Buenos Aires no me ha abandonado todav¨ªa la duda sobre si la opini¨®n p¨²blica argentina, descre¨ªda y desconfiada porque la justicia nunca alcanz¨® en los ¨²ltimos 50 a?os a quienes vestidos de uniforme dirig¨ªan y practicaban el terrorismo de Estado, se habr¨¢ percatado en toda su dimensi¨®n de lo que estaba ocurriendo un a?o, cuatro meses y 12 d¨ªas despu¨¦s de la instauraci¨®n del r¨¦gimen democr¨¢tico.
El decreto 158/53 que dict¨® el presidente Alfons¨ªn permiti¨® someter a juicio a los miembros de las tres primeras juntas militares y concedi¨® tambi¨¦n a las fuerzas armadas la posibilidad de autodepurarse por procedimientos legales, aunque el Consejo Supremo de Justicia Militar, al rechazar el enjuiciamiento de sus viejos compa?eros, frustrara para mucho tiempo la ¨²ltima oportunidad de rehabilitar a la instituci¨®n armada.
Pero si este juicio, como ya se ha dicho, no tiene antecedentes en toda Am¨¦rica, se debe tambi¨¦n a que desde la primera sesi¨®n se ha convertido en una imp¨²dica exhibici¨®n de una parte de la sociedad argentina que aprendi¨® a convivir con los militares. Especialmente de cierto g¨¦nero de pol¨ªticos, peronistas y no peronistas, y de sindicalistas como Baldassini y Triaca, que en un testimonio lamentable afirmaron desconocer que nadie en la clase obrera -la m¨¢s castigada en el septenato 1976-1982- fuera detenido, secuestrado, torturado o desaparecido por los cuerpos de seguridad.
A continuaci¨®n, y en virtud del orden cronol¨®gico establecido por el tribunal, empez¨® la descripci¨®n estremecedora de las casi incre¨ªbles situaciones humanas explicadas con un relato tan conmovedor como sobrio, ante un silencio impresionante, por quienes tuvieron el valor de enfrentarse al terror organizado por los comandantes jefes y la fortuna de sobrevivir a las distintas alternativas de represi¨®n ileg¨ªtima.
Lo m¨¢s parad¨®jico es que en este desfile de casi 10 a?os de historia tenebrosa, la escenograf¨ªa no haya perdido inter¨¦s porque los nueve generales, al amparo del privilegio que les concede el C¨®digo de Justicia Militar, no se hayan sentado en el banquillo y prefieran seguir el juicio desde la prisi¨®n, sin asumir su responsabilidad y articulando una defensa m¨¢s leguleya que gallarda, encomendada a ex jueces de la dictadura que apenas han hilvanado una pobre l¨ªnea argumental, con errores elementales que m¨¢s de una vez provocaron la carcajada del p¨²blico.
De especial trascendencia, desde mi punto de vista, es que el tribunal haya aceptado y prestado la m¨¢xima atenci¨®n a algunos testimonios eficac¨ªsimos de quienes, en nombre de la comunidad democr¨¢tica internacional y de las organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales de derechos humanos, investigaron los miles de denuncias que recibieron y requirieron a las distintas juntas militares para que cesaran en la brutalidad de su metodolog¨ªa. No se puede mirar hacia atr¨¢s, en sentido hist¨®rico, el reciente proceso argentino sin contemplar la actuaci¨®n decisiva de la comunidad internacional y de las organizaciones defensoras de los derechos humanos contra la dictadura militar, y, por eso, el fiscal y el tribunal de Buenos Aires han dado un paso sin precedentes al reconocer, como elemento de prueba, el contenido de sus experiencias y conclusiones.
Si el juicio acaba bien, el pueblo argentino va a comprobar su importancia porque, sin duda, puede cerrar un cap¨ªtulo largo y doloroso de su tierra.
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