Aromas de anta?o

Aquellos eran tiempos de penuria y de aburrimiento, de espa?olitos que ven¨ªan al mundo sin otro aliciente que un desarrollismo que nos ense?aba por la puerta de Francia las vajillas de Duralex y las cafeteras a vapor.La m¨²sica espa?ola se debat¨ªa entonces entre la agonizante influencia de las baladas italianas y la pujanza a¨²n incomprendida del rock. Como f¨®rmula posimperial de realzar la autarqu¨ªa se buscaban artistas espa?oles que dieran brillo e internacionalidad a nuestra canci¨®n. Se invent¨® el festival de la canci¨®n de Benidorm en una ciudad que se lanzaba hacia la acaparaci¨®n de un turismo de medio pelo.

La vida sigue igual

Julio Iglesias triunfaba afirmando, con una raz¨®n a medias que no preve¨ªa los tiempos que estaban por llegar, que la vida sigue igual, y Raphael hac¨ªa patria con sus posturas de showman congelado. Los guateques eran el ¨²nico recurso para una sexualidad juvenil insatisfecha y quienes qued¨¢bamos relegados al papel de poner los discos en el pickup nos agot¨¢bamos en las infinitas vueltas de canciones triviales.

La televisi¨®n espa?ola hac¨ªa un acontecimiento de cada nader¨ªa, los cantantes latinoamericanos acud¨ªan a Benidorm con la esperanza de triunfar en la Madre Patria. Junto a las demostraciones sindicales del Primero de Mayo, el festival de la canci¨®n de Benidorm permanece en la memoria con un aroma de flores muertas.