Gobierno, UGT, PSOE
LAS ?LTIMAS semanas han sido pr¨®digas en conflictos dentro de la familia socialista, que afectan a las relaciones entre el Gobierno, el Partido Socialista Obrero Espa?ol (PSOE) y Uni¨®n General de Trabajadores (UGT) y que repercuten tambi¨¦n en el grupo parlamentario, en el Ejecutivo y en la organizaci¨®n interna del partido y del sindicato socialistas.Uni¨®n General de Trabajadores ha expresado su desacuerdo con el Gobierno sobre cuestiones como el recorte de las pensiones, la flexibilidad del mercado de trabajo, la presencia de sindicalistas en los consejos de ad ministraci¨®n de las empresas p¨²blicas, las prioridades de la pol¨ªtica econ¨®mica y el fracaso en la lucha contra el paro. Y las divergencias se extienden a la pol¨ªtica internacional (Redondo anunci¨® que se pronunciar¨ªan contra la permanencia de Espa?a en la OTAN), a problemas del PSOE (los ugetistas vizca¨ªnos apoyaron a Ricardo Garc¨ªa Damborenea frente a Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas para la secretar¨ªa general de los socialistas vascos) y al estilo que algunos cargos ministeriales exhiben. Se trata de saber hasta d¨®nde puede llegar el sindicato socialista en la defensa de los intereses de sus afiliados cuando esas reivindicaciones tropiezan con la pol¨ªtica de un Gobierno tambi¨¦n socialista. Tras la prueba de fuego de la reconversi¨®n y las resistencias del Gobierno a participar en el acuerdo social, UGT, desgastada en estos dos a?os y medio de poder socialista, se ha visto obligada a plan tearse una estrategia de cohesi¨®n y credibilidad ante sus bases. J Resulta adem¨¢s significativo que UGT fundamente su cr¨ªtica al Gobierno en las tesis que han triunfado en el Congreso de la Confederaci¨®n Europea de Sindicatos (CES), seg¨²n las cuales la ofensiva neoliberal, que est¨¢ produciendo "m¨¢s miseria, m¨¢s paro y m¨¢s hambre" en todos los pa¨ªses, obliga a los sindicatos a revisar su papel, sobre todo cuando los partidos que ocupan el poder tienen ideolog¨ªas afines. Los pactos sociales son ahora vistos por los sindicatos con mayores recelos por el temor a que introduzcan un nuevo elemento de control de las clases dominantes. La crisis econ¨®mica, el desempleo, las dificultades presupuestarias y la ineficiencia del sector p¨²blico han deteriorado los mecanismos de redistribuci¨®n fiscal y de incremento de prestaciones sociales
sobre los que las pol¨ªticas socialdem¨®cratas hab¨ªan construido su estrategia durante los a?os de prosperidad. Exigir que un sindicato tenga siempre presente los Intereses de la sociedad en su conjunto, tal y como desear¨ªa Felipe Gonz¨¢lez, significa olvidar que aqu¨¦l se ve obligado a centrar sus esfuerzos en reivindicaciones inmediatas. Pero si un sindicato socialista no tiene por qu¨¦ asumir responsabilidades que corresponden al Gobierno, tampoco cabe exigir a ¨¦ste que ceda ante todas y cada una de las exigencias formuladas por la central sin dical con la que se halla emparentado. Nicol¨¢s Redondo ha defendido la necesidad de delimitar fronteras entre sindicato y PSOE" y ha luchado para evitar el efecto de arrastre- negativo que pueden tener para su organizaci¨®n las actuaciones del Gobierno. Pero ha chocado, con la realidad. Uni¨®n General de Trabajadores ha quemado gran parte de sus activos al apoyar medidas impopulares del Gobierno Gonz¨¢lez y ahora muchos ugetistas creen que el sacrificio no es comprendido ni agradecido por el Gobierno y por el PSOE. Por otra parte, UGT no est¨¢ sola en la vida sindical, y su competencia con Comisiones Obreras (CC OO) influye en su estrategia. En la medida en que se enfrente con decisiones del Gobierno, establecer¨¢ una convergencia objetiva con CC OO; pero si respalda las medidas impopulares de los socialistas, dejar¨¢ el campo libre para que su organizaci¨®n rival dirija, con mayor agresividad, las reivindicaciones de los trabajadores. En el tema de las pensiones, el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez ha actuado con notable torpeza. Nadie pone en duda la necesidad de afrontar la reforma de la Seguridad Social incluyendo quiz¨¢ la adopci¨®n de medidas que impongan sacrificios tambi¨¦n a los pensionistas, pero la discusi¨®n gira en torno a los procedimientos, el alcance y el calendario de la reforma. De haberse, aceptado la tesis ugetista de que el Gobierno cargara con la responsabilidad del proyecto y dejase al margen ¨¢ la central socialista, se hubiera evitado una radicalizaci¨®n de posturas que sit¨²a a ambas partes en un punto de dif¨ªcil retorno. El empecinamiento en utilizar al sindicato para respaldar al Ejecutivo se ha resuelto, de momento, con la ca¨ªda de Jos¨¦ Luis Corcuera, hasta hace poco sucesor indiscutible de Redondo. No s¨®lo UGT ha perdido a uno de sus dirigentes m¨¢s capaces y que m¨¢s ha contribuido al desarrollo de un sindicalismo abierto y negociador, sino que el partido y el Gobierno se han quedado sin uno de los nexos m¨¢s importantes con la organizaci¨®n obrera. Pero la ca¨ªda de Corcuera puede no ser la ¨²nica. El caso del dirigente sindical y senador socialista Antonio Rosa, que renuncia por cuesti¨®n de conciencia a su esca?o parlamentario, sirve de ejemplo. En el Congreso y en el Senado ocupan esca?os entre unos 40 representantes socialistas que al tiempo han sido militantes de UGT. El debate y aprobaci¨®n del proyecto de ley de reforma de las pensiones puede crear problemas de doble obediencia a estos parlamentarios. Y con un congreso a menos de un a?o vista, UGT no tendr¨¢ tiempo para cauterizar las heridas abiertas en el enfrentamiento.
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