?C¨®mo toca Knopfler!
Los 16.000 asistentes al campo de Usera, que hab¨ªan pagado su localidad de 1.800 pesetas, no merecieron el trato previo en las inmediaciones del recinto, con la espera larga y agobiante en las colas, y tampoco las p¨¦simas condiciones del lugar correspondieron justamente a tal desembolso, y menos a su dignidad como personas. Adem¨¢s, cerca de 2.000 espectadores entraron al terreno deportivo cuando Dire Straits ya hab¨ªan empezado, con media hora de retraso. La infanta Cristina, hija menor de los Reyes, asisti¨® al concierto.El grupo de int¨¦rpretes que encabeza Mark Knopfler represent¨® con eficacia su obra rockera, que permanecer¨¢ hasta marzo del a?o pr¨®ximo en varios carteles del mundo. Ofrecieron todos los n¨²meros con medida precisi¨®n, sin acciones espont¨¢neas ni intenciones de improvisaci¨®n, siempre deseada en un repertorio de canciones en directo.
Concierto de Dire Straits
Estadio Rom¨¢n Valero. Madrid, 3 de junio.
Knopfler, genio virtuoso que promete progresar m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites del rock y hacia la fusi¨®n de los estilos, se recrea en sus actuaciones, canta con sobriedad y puntea y repuntea sus guitarras con la sencillez de lo cotidiano, como quien se cepilla los dientes cada ma?ana. Apareci¨® y salud¨® con una toalla blanca, y m¨¢s tarde, terminada la pieza animosa, Walk of life, amag¨® con su guitarrista el inicio de un tema fuerte y se par¨® para quitarse la camisa y quedarse en camiseta blanca. Todo como en Bilbao, donde el grupo actu¨® el pasado s¨¢bado en el inicio de su gira por Espa?a, que continuar¨¢ en Barcelona.
Sonido imperfecto
El sonido con acoples en varias canciones fue imperfecto: en Romeo and Juliet apenas se apreci¨® el arpegio en guitarra ac¨²stica del l¨ªder, cuya voz tapaba en muchos momentos la instrumentaci¨®n. Pero el p¨²blico necesitaba divertirse, identificarse con tantas canciones escuchadas y saltar y tararear al ritmo de Sultans of swing, grandiosa composici¨®n; de Money for nothing, prueba indiscutible de las virtudes actuales de su compositor, o Tunnel of love, plasmaci¨®n graciosa de un estilo muy h¨¢bil.Jack Sonni, el nuevo guitarrista para la formaci¨®n, es un m¨²sico muy estadounidense, con ademanes de inquietud en escena parecidos a los de Bruce Springsteen e imagen m¨¢s que similar a la de Steve van Zandt, amigo y ex compa?ero del boss. Sonni a?adi¨® garra a un espect¨¢culo lineal, y el saxofonista Chris White, calor sonoro en los fragmentos m¨¢s delicados. Por ejemplo, aquellos instantes en que Sultans of swing bajaba de ritmo y el teclista, Allan Clarke, fino siempre en sensibilidad, recog¨ªa la melod¨ªa y enlazaba con el saxo. Todos los m¨²sicos de guitarra, bajo o saxo pudieron moverse por el escenario con instrumentos inal¨¢mbricos.
Hasta el primer bis, todas las canciones sonaron por ¨¦l mismo orden que en la capital vizca¨ªna. Brothers in arms, el tema que titula el ¨²ltimo elep¨¦ de este grupo brit¨¢nico, fue la balada de regalo que prepar¨® la segunda reaparici¨®n de rigor, con Solid rock y el final instrumental de The Local Hero, aclamada por los miles de seguidores, mientras las luces del campo se encend¨ªan y los roadies inicia ban la recogida de bultos y apara tos sobre el escenario.
Locales adecuados
La muchedumbre sali¨® tranquila pero apretada, por un solo paso del fondo del estadio, primero, y por las dos ¨²nicas puertas de acceso al recinto, despu¨¦s. Nada pas¨®. El foli¨®n con carreras de perseguidos por los jinetes policiales hab¨ªa acontecido minutos antes del final de la actuaci¨®n.Estos hechos reclaman la necesidad de soluciones inminentes para una parte cada d¨ªa mayor de la poblaci¨®n espa?ola que gusta del rock y de sus espect¨¢culos, y que, aun en estos d¨ªas, est¨¢ obligada a asistir a locales o estadio construidos para otros menesteres que no re¨²nen los requisitos de calidad ac¨²stica ni de comodidad, ni otras condiciones. Aunque el rock haya entrado un poco tarde en nuestras vidas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.