10 a?os de lucha con los somocistas
Un rebelde 'arrepentido' habla de atrocidades en los m¨¦todos de recluta y acci¨®n de los guerrilleros antisandinistas
Hasta hace cuatro meses era jefe de un comando regional de la contra, la guerrilla antisandinista, con 500 hombres a sus ¨®rdenes. Acogido a la amnist¨ªa, Jos¨¦ Efr¨¦n Mondrag¨®n se ha convertido, con su memoria fotogr¨¢fica, en el informador m¨¢s valioso de la polic¨ªa sandinista. Tiene 26 a?os. A los 16 ingres¨¦ en la temible Escuela de Entrenamiento B¨¢sico de Infanter¨ªa (EEBI), a las ¨®rdenes de Tachito Somoza, hijo del dictador; pas¨® luego a la Guardia Nacional y, finalmente, a la guerrilla de la Fuerza Democr¨¢tica Nicarag¨¹ense (FDN).
Est¨¢ cansado de guerrear. "Entr¨¦ en la EEBI porque era pobre y pens¨¦ que all¨ª tendr¨ªa alguna oportunidad de estudiar". Le gustar¨ªa cultivar la tierra, pero de momento tiene que esconderse, de sus antiguos compa?eros, que le han condenado a muerte por traidor. Es un fugitivo sin domicilio, siempre con la sombra de un polic¨ªa al lado.Tres agentes del Gobierno asisten en silencio a la entrevista, que se desarrolla en una de tantas dependencias que el Ministerio del Interior tiene en Managua. Sorprende que en una semana haya asumido el vocabulario del r¨¦gimen al que combati¨® hasta hace poco. Habla de agresi¨®n externa y dice que los guerrilleros son gente equivocada o mercenaria. "La miseria a veces nos arrastra a participar en guerras injustas".
Su testimonio no es, desde luego, desinteresado, pero maneja nombres, lugares y fechas con precisi¨®n que no parece dictada. A ratos cruza miradas con sus nuevos protectores, pero por lo general contesta sin vacilar ni contradecirse. Su relato tiene, con todas las salvedades, un indudable inter¨¦s period¨ªstico. Es la historia de un hombre que lleva diez a?os con un fusil al hombro.
La insurrecci¨®n de 1979 le sorprendi¨® en Managua. "Tom¨¦ rumbo norte con un convoy de guardias. En Matagalpa agarr¨¦ hacia el monte, pero me top¨¦ con una patrulla sandinista y me rend¨ª". No ten¨ªa rango y era lo bastante joven como para no estar acusado de especiales atrocidades. Puesto en libertad, regres¨® a su pueblo natal, Cinco Pinos, en el departamento norte?o de Chinandega.
"All¨ª me calentaron la cabeza para que me fuera, porque pod¨ªa pasarme cualquier cosa". El 27 de octubre de ese mismo a?o cruz¨® ilegalmente la frontera con Honduras. "Mi idea era ir a M¨¦xico, pero me echaron atr¨¢s en El Amatillo, cuando trataba de pasar a El Salvador. No llevaba m¨¢s documento que el salvoconducto que me hab¨ªan dado los sandinistas al ponerme en libertad".
Unos meses m¨¢s tarde fue abordado en San Lorenzo (Honduras) por antiguos oficiales de la Guardia. "Me propusieron participar en una invasi¨®n. Iba a ser una cosa muy r¨¢pida, que se resolver¨ªa en 72 horas". Al frente estaban el general Enrique Berm¨²dez, actual jefe de operaciones del FDN, y los coroneles Carlos Rodr¨ªguez y Guillermo Mendieta. El grupo se hac¨ªa llamar entonces Asociaci¨®n Democr¨¢tica Revolucionaria Nicarag¨¹ense (Adren).
Mano de obra barata
Mondrag¨®n se enrol¨® en la aventura. "Me nombraron responsable de un campamento que ten¨ªan en Guanacaste, cerca de la frontera, en el departamento de Choluteca. Hab¨ªa 300 hombres, en su mayor¨ªa guardias. Ni siquiera ten¨ªamos armas. Luego nos trasladaron a Yusguare, porque hubo una denuncia del Gobierno nicarag¨¹ense".
A falta de fusiles para entrenarse, se convirtieron en mano de obra barata para trabajar en fincas de terratenientes y oficiales del Ej¨¦rcito hondure?o. El que se negaba pod¨ªa aparecer muerto. "Encontramos a varios tirados en los r¨ªos". M¨¢s tarde fue trasladado a otro campo, en El Para¨ªso, donde recibi¨® la orden de crear un grupo de 100 especialistas en sabotajes.
El proyecto era entrar en Nicaragua, pero hubo que posponerlo casi dos a?os. El 14 de marzo de 1982, un comando encabezado por Mondrag¨®n coloc¨® una carga explosiva bajo el puente del r¨ªo Negro, cerca de Somotillo. Fue el primer atentado grave. El Gobierno sandinista decret¨® el estado de emergencia, que de una forma u otra a¨²n perdura.
"La voladura se produjo faltando cinco minutos para las once. Recuerdo bien la hora porque al mismo tiempo ten¨ªa que saltar otro puente en la carretera de Ocotal. Pero en este caso fall¨® la dinamita". Minutos antes de la detonaci¨®n, despu¨¦s de haber colocado el explosivo, casi se dio de bruces con unos milicianos. Se detuvo a tiempo, y sin que le vieran, logr¨¦ evadirse hasta Honduras, donde le esperaba un coche para trasladarlo a la capital.
En estos dos a?os la organizaci¨®n hab¨ªa cambiado de nombre convirti¨¦ndose en el actual FDN y empez¨® a recibir pertrechos militares. A comienzos de 1981 Mondrag¨®n recogi¨® en el aeropuerto internacional de Tegucigalpa el equipo de radio con el que emite desde entonces la emisora Quince de Septiembre.
"La traslad¨¦ a la quinta Las Brunas, en el cerro del Hule. Todav¨ªa nos entren¨¢bamos con armas de caza. Pero a finales de a?o nos lleg¨® el primer equipo de guerra. Ya ten¨ªamos asesores de la CIA y oficiales argentinos que dirig¨ªan una escuela de cuadros en El Epaterique, a unos dos kil¨®metros del primer batall¨®n de infanter¨ªa". Entre los oficiales de enlace del Ej¨¦rcito hondure?o menciona al coronel Riera y al mayor Flores Zabala.
El primer sabotaje
Antes de volar el puente sobre el r¨ªo Negro hizo una primera incursi¨®n a la zona de Chinandega, vestido de civil, y otra a comienzos de 1982 para estudiar su objetivo sobre el terreno. El ¨¦xito de su primer sabotaje hizo que le adjudicaran de nuevo la formaci¨®n de 100 especialistas dinamiteros. Se traslad¨® a Las Vegas, un campamento situado cerca de la frontera con Nicaragua, donde se instal¨® el cuartel general del FDN, hasta que el Ej¨¦rcito sandinista lo destruy¨® recientemente con fuego de artiller¨ªa. Los combatientes de primera hora segu¨ªan siendo en su mayor¨ªa ex guardias. "Luego recibimos ¨®rdenes de entrar en territorio nicarag¨¹ense y reclutar campesinos para incorporarlos a la lucha. A los que intentaban fugarse o se resist¨ªan hab¨ªa que ejecutarlos para sembrar el terror. Eran ¨®rdenes directas de Calero (Adolfo) y Berm¨²dez".
A lo largo del a?o 1983 les llegaron armas abundantes: fusiles AK-47, ametralladoras M-60, morteros de varios calibres, ca?ones sin retroceso, lanzacohetes RPG-7 y lanzagranadas. Fue un a?o de gran actividad militar para Mondrag¨®n. En agosto entr¨® en Nicaragua por San Marcos y permaneci¨® un mes en el interior. En septiembre regres¨® con la misi¨®n de tomar Ocotal. La suerte estuvo a punto de favorecerles, porque la ciudad estaba desguarnecida, pero un batall¨®n que dorm¨ªa por casualidad en el pueblo los barrio.
"En esa operaci¨®n, a la que llam¨¢bamos Marat¨®n, tuve doce muertos y 17 heridos. Entre ellos estaba el comandante, y yo tuve que hacerme cargo de la fuerza, Otro grupo bloqueaba la carretera panamericana a la altura de
10 a?os de lucha con los somocistas
Yalag¨¹ina. Nuestro prop¨®sito era llevarnos a los j¨®venes de Ocotal, pero tuvimos que retirarnos. En su d¨ªa se inform¨® ampliamente de esta acci¨®n, aunque no se dijo que el batall¨®n estaba all¨ª porque su capit¨¢n decidi¨® hacer un alto en su camino hacia el Norte para cortejar a una amante".En esa ¨¦poca empez¨® a fraguarse su deserci¨®n. Como jefe del comando regional Jos¨¦ Dolores Estrada, tuvo acceso al Estado Mayor y pudo comprobar que la guerra sucia no era un accidente, sino una estrategia deliberada, que dise?aron de com¨²n acuerdo los asesores de la CIA y el directorio del FDN. Sobre el famoso Manual de la CIA, dice que recibieron distintos manuales en los que se instaba a secuestrar dirigentes campesinos y eliminar funcionarios del Gobierno. "Hasta nos daban gu¨ªas sobre c¨®mo hacer los interrogatorios".
Algo sucio
"A medida que me llegaban noticias de cr¨ªmenes, violaciones y chantajes a campesinos me fui dando cuenta de que estaba metido en algo sucio. En 1983 solicit¨¦ la baja, pero me dijeron que no pod¨ªan d¨¢rmela porque yo sab¨ªa todo acerca de la organizaci¨®n. Durante tres d¨ªas estuve preso en el departamento de investigaciones especiales de la polic¨ªa hondure?a. El capit¨¢n Alexander Hern¨¢ndez me dijo: 'Si no te alineas, te vamos a perder'. Hab¨ªa otros ocho nicas presos. Uno de ellos, Avenda?a, me dijo que present¨ªa que iban a matarlo. Poco despu¨¦s lo encontraron tirado en una calle de El Para¨ªso".
Las incursiones al interior de Nicaragua aumentaron en 1984. Mondrag¨®n se hab¨ªa rehabilitado a los ojos del FDN. Constantemente le enviaban a territorio enemigo "para crear las condiciones de una intervenci¨®n". Se trataba de desgastar al Ej¨¦rcito no en combate directo, sino con emboscadas. El otro objetivo era sabotear la econom¨ªa.
"Cada maniobra norteamericana en Honduras multiplicaba nuestro arsenal. De esta forma recibimos tres aviones Push Pull y dos C-47 de abastecimiento. En febrero de este a?o.hos dieron tres millones de cartuchos para fusil AK-47 y dos millones para Fal. Calero asegur¨® que aunque el Congreso no aprobase la ayuda, ¨¦sta nos llegar¨ªa de manos privadas. Dijo que pronto recibir¨ªamos 10.000 fusiles nuevos con sus armas de apoyo, y que iba a traer d Brasil cohetes tierra-aire".
La contra hab¨ªa reclutado ya miles de hombres. Unos por la fuerza, otros por dinero. Mondrag¨®n cobr¨® primero 600 d¨®lares al mes y luego 1.200 lempiras, moneda hondure?a que tiene un cambio oficial de dos por d¨®lar. "A finales del a?o pasado, el FDN ten¨ªa ¨²nos 12.000 combatientes, aunque Berm¨²dez habla de 15.000. La mitad estaban dentro de Nicaragua y el resto en Honduras, relev¨¢ndonos cada uno o dos meses. S¨®lo en el campamento de Las Vegas hab¨ªa en noviembre 4.600 hombres".
El comandante Mondrag¨®n regres¨® a territorio hondure?o el 7 de diciembre del a?o pasado, despu¨¦s de una larga campa?a. "Expuse a los asesores de la CIA los cr¨ªmenes que hab¨ªa visto y le pregunt¨¦ a Calero si ¨¦l los aprobaba. Me contest¨®: 'Segu¨ªs siendo el mismo, vos no has cambiado'. En ese momento supe que intentar¨ªan matarme, haci¨¦ndolo aparecer como un accidente. Les pas¨¦ a otros. Manipulaban un mortero o un RPG-7 para que explotara. Tuve buen cuidado de no disparar en ese tiempo ning¨²n arma de apoyo".
El 5 de marzo sali¨® de Las Vegas hacia Choluteca. Desde all¨ª habl¨® con su madre para que pasara al Ej¨¦rcito sandinista el recado de que quer¨ªa entregarse. Coment¨® con alguien que regresaba al campamento, pero tom¨® la direcci¨®n de la capital. El d¨ªa 11 se aloj¨® en el hotel Pinares, de Comayag¨¹ela. "Al d¨ªa siguiente ped¨ª asilo, junto con siete m¨¢s, en la Embajada de M¨¦xico. A los dem¨¢s los dejaron salir en una semana, pero a m¨ª no me dieron la visa para viajar a M¨¦xico hasta dos meses despu¨¦s".
Mondrag¨®n es un testigo comprometedor para el FDN, para la CIA, para los ej¨¦rcitos de.Honduras y El Salvador, involucrados todos en esta guerra. "De los aeropuertos salvadore?os salieron los aviones que bombardearon Corinto. Sin una orden del Estado Mayor hondure?o no pod¨ªamos retirar armas. El enlace con su fuera a¨¦rea era el coronel Juan G¨®mez".
Es un hombre con suerte. Ha sobrevivido a diez a?os de combates sin m¨¢s huella que una peque?a cicatriz bajo la rodilla izquierda, donde se le incrust¨® una esquirla de granada. Necesitar¨¢ a¨²n m¨¢s para evitar que sus amigos de ayer le metan un rosario de balas en el cuerpo. Mondrag¨®n es apenas una sombra de 26 a?os pegada a un polic¨ªa. La guerra no ha terminado a¨²n para ¨¦l.
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