Discurso del presidente del Gobierno espa?ol
"Majestad, se?ores primeros ministros se?or presidente del Consejo, se?ores presidentes de las instituciones comunitarias, se?ores ministros, se?oras y se?ores:Damos hoy un paso de importancia hist¨®rica para Espa?a y para Europa Al estampar nuestras firmas en el trata do de adhesi¨®n a las Comunidades Europeas hemos puesto un jal¨®n fundamental para completar la unidad de nuestro viejo continente y tambi¨¦n para superar el aislamiento secular de Espa?a.
Estarnos contribuyendo a hacer realidad los prop¨®sitos expresados en el pre¨¢mbulo del Tratado de Roma, en el que los fundadores de la Comunidad se declararon resueltos a consolidar la defensa de la paz y la libertad, y para ello invitaron a los dem¨¢s pueblos de Europa a participar de dicho ideal asoci¨¢ndose a su esfuerzo.
Esa invitaci¨®n ha sido aceptada por los espa?oles. Pronto se cumplir¨¢n ocho a?os desde que el Gobierno democr¨¢tico surgido de las elecciones de 15 de junio de 1977 solicitara oficial mente la apertura de negociaciones con la Comunidad Europea con vistas a la integraci¨®n de Espa?a como miembro de pleno derecho. En la carta que dirigi¨® el presidente del Gobierno espa?ol se dejaba constancia de nuestra identificaci¨®n con los ideales que inspiraron los tratados constitutivos de las Comunidades Europeas y se expresaba la esperanza de que las negociaciones concluyeran con un resultado satisfactorio para la Comunidad y para Espa?a.
La esperanza no ha sido defraudada y el resultado ha sido conseguido. Me corresponde a m¨ª agradecer ahora, en nombre del pueblo espa?ol, los esfuerzos que hab¨¦is realizado para lograr soluciones equilibradas en los temas conflictivos que surgieron a lo largo de la negociaci¨®n. En esos esfuerzos, ten¨¦is constancia de ello, siempre os ha acompa?ado la delegaci¨®n espa?ola.
Hoy podemos decir con satisfacci¨®nque los representantes del pueblo espa?ol surgidos de aquellas elecciones democr¨¢ticas ten¨ªamos raz¨®n al prestar nuestro apoyo un¨¢nime a la candidatura de Espa?a al ingreso en la Comunidad Europea, dando una mayor fuerza y respaldo al Gobierno al iniciarse la negociaci¨®n. Dej¨¢bamos as¨ª constancia, desde el primer momento, de que el objetivo de nuestro ingreso en la Europa comunitaria era una cuesti¨®n de Estado porque reflejaba el deseo abrumadoramente mayoritario de los ciudadanos espa?oles, para los que la integraci¨®n de Espa?a en Europa se identificaba con la participaci¨®n en los ideales de libertad, progreso y democracia.
Con anterioridad, otros espa?oles, a los que quiero hacer presentes hoy en nuestra memoria, aportaron su esfuerzo y clarividencia en momentos decisivos para la construcci¨®n europea al asistir, asumiendo riesgos personales, a los congresos de La Haya de 1948 y de M¨²nich de 1962. Tambi¨¦n quiero recordar ahora a todos los que con entrega ejemplar desde el acuerdo de 1970 hasta hoy han participado en la negociaci¨®n que hoy culmina con la reincorporaci¨®n de Espa?a al entorno natural al que pertenece.
Es toda una naci¨®n la que recupera el pleno sentido de su historia al conjugar el legado del pasado y su evidencia de ser Europa con la realidad presente de estar en las instituciones europeas primero en el Consejo de Europa y ahora en la Comunidad.
Al llegar a este punto quisiera enviar, en nombre del pueblo espa?ol, un saludo entra?able y cordial al pueblo d Portugal, representado aqu¨ª por su primer ministro; a la naci¨®n vecina y hermana que, junto con Espa?a y casi al mismo tiempo, inici¨® hace cinco siglos la epopeya del descubrimiento de otros continentes hacia los que proyectamos nuestra cultura y civilizaci¨®n europeas Desde la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, Portugal y Espa?a alumbraron nuevos mundos al viejo mundo, ensanchando sus fronteras no s¨®lo geogr¨¢ficas, sino tambi¨¦n espirituales, al impulsar decisivamente la evoluci¨®n del pensamiento, la ciencia y las t¨¦cnicas de la era del renacimiento.
Tambi¨¦n ahora, en el mismo momento, los dos pa¨ªses iniciamos una nueva etapa cargada de retos y promesas, una empresa que completa a Europa, refuerza los lazos que unen a nuestros dos pueblos y permitir¨¢ que, dentro de las instituciones comunitarias, acentuemos la proyecci¨®n de Europa hacia los pa¨ªses de Iberoam¨¦rica y Africa que pertenecen a nuestro mismo ¨¢mbito cultural.
Nosotros entendemos que la unidad europea no puede hacerse s¨®lo hacia dentro, sino tambi¨¦n hacia fuera. El ser hist¨®rico de Europa consiste, precisamente, en volcarse hacia el mundo. Todo intento de construir una Europa cerrada en s¨ª misma estar¨ªa condenado al fracaso, adem¨¢s de no servir a los aut¨¦nticos intereses europeos.
Espa?a entiende bien la universalidad de Europa porque a su identidad europea une una dimensi¨®n iberoamericana y una dimensi¨®n mediterr¨¢nea. Nuestra proyecci¨®n iberoamericana es historia y cultura compartidas y nos impulsa siempre a mantener estrechas y fraternales relaciones con los pueblos y pa¨ªses de ese ¨¢rea. Por eso, en este momento solemne deseo reafirmar esta dimensi¨®n como un acervo que forma parte de nuestra realidad y como una responsabilidad en la b¨²squeda de una relaci¨®n m¨¢s rica y m¨¢s intensa entre Europa e Iberoam¨¦rica.
Compartimos con otras naciones europeas la dimensi¨®n mediterr¨¢nea. Con la ampliaci¨®n, la Comunidad estar¨¢ todav¨ªa m¨¢s pr¨®xima de los pa¨ªses de la ribera sur del Mediterr¨¢neo. Ello nos obligar¨¢ a redoblar esfuerzos para que la Comunidad contribuya eficazmente a los procesos de paz, estabilidad y desarrollo tanto en el norte de ?frica como en el Pr¨®ximo Oriente.
El ingreso de Espa?a en la Comunidad Europea es un proyecto ambicioso de largo alcance que desborda sobradamente el ¨¢mbito estricto de las cl¨¢usulas del tratado que acabamos de suscribir.
Para Espa?a, este hecho significa la culminaci¨®n de un proceso de superaci¨®n de nuestro aislamiento secular y la participaci¨®n en un destino com¨²n con el resto de los pa¨ªses de Europa occidental.
Para nuestra realidad econ¨®mica y social supone, sin duda, un desaf¨ªo de modernidad que exige un cambio de mentalidad y de estructuras. Ser¨¢ un esfuerzo de adaptaci¨®n a¨²n mayor que el hecho en su d¨ªa por los pa¨ªses fundadores de la Europa comunitaria, porque nos sumamos con retraso a un proceso ya en marcha.
Tengo confianza, sin embargo, en que a ese desaf¨ªo va a responder claramente nuestra sociedad (trabajadores y empresarios, profesionales, t¨¦cnicos e investigadores, hombres y mujeres de todos los pueblos de Espa?a). Con el esfuerzo de todos y la ilusi¨®n de un pueblo din¨¢mico y joven podremos afrontar el reto de la modernizaci¨®n econ¨®mica, social y tecnol¨®gica que nos permitir¨¢ cruzar con confianza y paso firme el umbral de la pr¨®xima centuria.
Para Europa en su conjunto la ampliaci¨®n de la Comunidad con el ingreso de Espa?a y Portugal no puede verse como una mera operaci¨®n aritm¨¦tica, sino como una oportunidad excepcional para dar un salto cualitativo en la construcci¨®n pol¨ªtica de Europa.
Sabemos que algunos dentro de la Europa comunitaria contemplan la nueva ampliaci¨®n con temor, porque piensan que podr¨ªa alterar definitivamente los delicados equilibrios puestos en pie por los tratados fundacionales, ya afectados por el transcurso del tiempo y las sucesivas ampliaciones.
Pues bien, ello debe ser motivo, precisamente, para plantearse la ampliaci¨®n como el elemento catalizador que provoque una reflexi¨®n profunda sobre el futuro de Europa y una respuesta sobre la mejor manera de afrontar conjuntamente los desaf¨ªos del fin de siglo.
La Europa comunitaria ha demostrado sobradamente su capacidad de adaptaci¨®n a nuevas situaciones y exigencias. La nueva ampliaci¨®n es justamente la mejor muestra de esa vitalidad y debe abrir las puertas a un per¨ªodo de renovaci¨®n.
En lo que a Espa?a concierne quiero dejar una cosa clara: no seremos ni carga para la Comunidad ni obst¨¢culo que entorpezca su marcha hacia formas superiores de integraci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica. Bien al contrario, dentro de la defensa de nuestros intereses esenciales, colaboraremos en toda la medida de nuestras fuerzas para el progreso de la unidad europea.
Desde el primer momento el Gobierno de Espa?a manifiesta su voluntad decidida de avanzar con los que quieran avanzar y hasta donde se quiera avanzar.
Para ello, Espa?a aporta su saber de naci¨®n vieja y su entusiasmo de pueblo joven, con la convicci¨®n de que un futuro de unidad es el ¨²nico futuro posible para Europa. El ideal de la construcci¨®n europea es m¨¢s v¨¢lido que nunca, porque nos lo imponen las exigencias del mundo de hoy, y m¨¢s a¨²n el de ma?ana.
No podemos olvidar que trabajamos para mejorar el presente, pero tambi¨¦n y sobre todo para transmitir a las generaciones venideras un legado de paz, justicia y progreso. Este acto es un acto de fe en Europa. Que lo sea tambi¨¦n de esperanza en una Europa m¨¢s justa, m¨¢s solidaria y m¨¢s unida a cuya construcci¨®n todos estamos convocados.
Espa?a aportar¨¢ su esfuerzo a la concreci¨®n de una Europa de la paz y de ?ajusticia. Nadie, mediante la coacci¨®n o la violencia, podr¨¢ torcer ese prop¨®sito de paz".
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