Un aburrimiento europeo
La tarde europea se hizo larga y aburrida; la noche, tr¨¦mula por el miedo de que no saliera bien la chapuza, por compartir la angustia con los presentadores.El problema de la tarde no es s¨®lo de la televisi¨®n, sino de una especie de anomal¨ªa que presenta esta sociedad, que la arrastra de otras, y que consiste en confundir la importancia con la duraci¨®n. Se sabe con qu¨¦ mezquindad se cronometra en Espa?a el tiempo de pantalla a los amigos o a los enemigos, y c¨®mo se regatea, c¨®mo a veces se convierte esta cicater¨ªa en tema de guerra pol¨ªtica. Si se buscan los or¨ªgenes se encuentran, claro, en el franquismo, que ha legado muchos efectos impalpables; pero, m¨¢s atr¨¢s, en el invento de la propaganda de los reg¨ªmenes totalitarios inspiradores. Todav¨ªa en los pa¨ªses comunistas la longitud de los actos radiados o televisados es lo que se considera.
Esa longitud requiere una reiteraci¨®n porque la solemnidad no da m¨¢s de s¨ª y no vale para muchas horas. Dentro del sistema de propaganda, la reiteraci¨®n se supone como un valor. Duraci¨®n y reiteraci¨®n son sistemas antiguos, condensaci¨®n y claridad son los modernos. La prueba est¨¢ en que en la condensaci¨®n de los telediarios la historia era mucho m¨¢s relevante, mucho m¨¢s veros¨ªmil que en las operaciones en directo: los aviones llegando a Barajas; la puerta del Ritz, los fugaces recorridos por las calles fantasmales, la plaza de la Armer¨ªa, alternando con bellas puestas de sol, planos de Madrid, vistas de edificios, demostraban que la log¨ªstica de la televisi¨®n para actuar sobre lo previsto era impecable.
A¨²n m¨¢s: la televisi¨®n supo actuar r¨¢pida y claramente sobre lo imprevisto -los atentados del d¨ªa- con eficacia: y, sin necesidad de explicarla, o de subrayarla, las condensaciones del telediario mostraban eficazmente la contraposici¨®n entre lo que se construye y lo que se destruye y, sin pretender la propaganda, conten¨ªan mucho mejor y con toda su fuerza un mensaje pol¨ªtico o una capacidad de derivar los valores del d¨ªa. Habr¨¢ que ir empezando a aprender que la duraci¨®n y el directo s¨®lo tienen relaci¨®n con el suceso, y no con la ceremonia a trav¨¦s de sus actos secundarios. Pero es un aprendizaje que tiene que hacer la sociedad pol¨ªtica. La otra ya lo sabe, y suele apagar el televisor o enchufar un v¨ªdeo.
Una noche penosa
En cuanto a la noche de la segunda cadena, fue penosa. Siempre es grato escuchar los chistes de Eugenio, o¨ªr la voz de Amalia Rodrigues o escuchar las letras de Moustaki. Pero ven¨ªan muy raros en esta ocasi¨®n, altern¨¢ndose con palabras interesantes, generalmente informativas. Pod¨ªa inquietar la traducci¨®n de m¨¦t¨¨que (extranjero) por vagabundo, o escuchar al desplazado a palacio decir que los invitados a la cena de segunda com¨ªan mariscos, pero no tan buenos como los de la mesa principal; o explicar que el cava es un magn¨ªfico champa?a (contra todo europe¨ªsmo); peque?os incidentes. Angustiaba ver que las conexiones no sal¨ªan bien, o no sal¨ªan en absoluto, que las mezclas de las voces produc¨ªan un sonido incomprensible. Pero la presencia de la chapuza, tan espa?ola, estaba representando su papel. Parece ser que esto es lo que hay que dejar atr¨¢s, pero tenemos un plazo suficiente para adaptarnos. Un invitado explic¨® con claridad que en lo que se supone que ser¨¢ la Espa?a europea saldr¨¢n adelante los competentes, y se quedar¨¢n atr¨¢s los incompetentes. Ya lo veremos.
Entre la absoluta competencia con la cual se film¨® la nada durante toda la tarde y la simp¨¢tica incompetencia con que se enfoc¨® la improvisaci¨®n nocturna, a¨²n se puede preferir ¨¦sta. Ten¨ªa un poco m¨¢s de sentido. Quiz¨¢, con el tiempo, se lleguen a aunar los dos valores. Pero parece dificil que eso se vaya a conseguir por la firma de un tratado o por la llegada de la fecha del 1 de enero; en ella se notar¨¢ el orgullo de las subidas de precios gracias a la aplicaci¨®n del IVA. Los pagaremos con entusiasmo gracias a nuestra nueva internacionalidad.
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