A la sombra de Caravaggio, el valor humano de lo divino
Antes de nada, es mejor que hablen por s¨ª mismos los datos sobre la relevancia cultural del montaje de The age of Caravaggio: 101 cuadros han sido los reunidos para la ocasi¨®n, entre los cuales 41 son de Caravaggio. Haber logrado juntar hoy tal cantidad de caravaggios, procedentes de los m¨¢s diversos lugares del mundo, aunque, como es natural, proliferen los pr¨¦stamos italianos -21 cuadros-, es ciertamente una haza?a.No quisiera, sin embargo, que se subestimara el valor de lo restante, que consiste en una selecci¨®n de obras maestras de An¨ªbal y Ludovico Carracci, Guido Reni, Rubens, Borgianni, Battistello, Elsheimer, Barocci, Lanfranco, Gentileshi, Saraceni y otros.
?Qu¨¦ est¨¢ ocurriendo ¨²ltimamente con el naturalismo barroco del italiano que no cesa de ser objeto de grandes exhibiciones internacionales? Tal insistencia, desde luego, no puede ser explicada s¨®lo por el mecanismo inercial de los circuitos de exposiciones cada vez mejor engrasados.
Desde mi punto de vista, tiene una relaci¨®n muy directa con la reciente polarizaci¨®n de la sensibilidad hacia este tipo de arte, ante el cual los anglosajones siempre mostraron una cierta aversi¨®n inconsciente por razones psicol¨®gicas e ideol¨®gicas obvias: la del protestante circunspecto, horrorizado ante los excesos ret¨®ricos y sensuales de los papistas del Sur.
Este inconfesable incomodo se puso de manifiesto, por ejemplo, cuando se abri¨® en Londres la que podemos considerar la expo sici¨®n precursora del actual revival, Painting in Naples 1606-1705 from Caravaggio to Giordano (Pintura en N¨¢poles 1606-1705, desde Caravaggio a Giordano), inaugurada en la Royal Academy en el oto?o de 1982, primera etapa de un,posterior periplo euroameri cano, pues recal¨® tambi¨¦n en Washington, Par¨ªs y N¨¢poles.
De hecho, la clase media brit¨¢nica sufri¨® una especie de shock ante el imp¨²dico exhibicionismo de llagas y sexo, que, sin embargo, tanta emoci¨®n y placer producen a los cat¨®licos latinos.
Con todo, m¨¢s all¨¢ de las zozobras antropol¨®gicas de unas u otras clases medias cualesquiera estaba la clamorosa belleza de uno de los momentos estelares de? arte moderno, y la pintura barroca napolitana, primero, y el naturalismo italiano en general, despu¨¦s, se han convertido en uno de los temas internacionales de moda.
Modas
No est¨¢ mal dar cuenta de las modas art¨ªsticas que se producen como fen¨®menos sociales reveladores de la sensibilidad colectiva, pero si ahora insisto en ello es porque no puedo evitar pensar en la pintura tradicional de nuestro pa¨ªs, que fue clasificada durante siglos, en el extranjero, precisamente como un ap¨¦ndice o continuaci¨®n de la escuela napolitana.Siendo as¨ª y, como tal, poseyendo nuestros museos una colecci¨®n dif¨ªcilmente comparable de italianos -a todas estas exposiciones han acudido prestadas obras de primera del Museo del Prado-, ?acabaremos, por fin, siendo capaces de organizar por nosotros mismos esa muestra incomparable sobre el tema en cuesti¨®n?
El Prado est¨¢ trabajando en ello, pero si, por lo que fuera, fracasara en el empe?o, no habr¨ªa ni consuelo ni justificaci¨®n posibles, dado que ya han sido tres las grandes muestras rotativas organizadas recientemente sobre este mismo asunto y contando todas ellas con pr¨¦stamos espa?oles de relumbr¨®n, la mayor¨ªa del Prado. Dos de ellas han sido ya citadas y la tercera es la que con el t¨ªtulo -de Civilt¨¤ del seicento a Napoli ha permanecido abierta en Italia desde el 24 de octubre de 1984 hasta el 14 de abril.
No todos los caravaggios de este montaje a d¨²o, del Metropolitano y del Capodimonte, son aut¨¦nticos caravaggios indiscutidos; que alguno excepcional, como El cesto de fruta, de la Pinacoteca Ambrosiana, de Mil¨¢n, han pasado por Nueva York con una celeridad pol¨¦mica.
Cien cuadros forman la muestra. Estas son las procedencias de algunos de los de Caravaggio: Muchacho con un cesto de fiutas (Galer¨ªa Borghese), Concierto de j¨®venes (MET, de Nueva York), Baco (Uffizzi, de Florencia), Santa Catalina de Alejandr¨ªa (colecci¨®n Thyssen-Bornemisza, de Lugano), Judit y Hol¨®fernes (Galer¨ªa Nacional de Roma), La cena de Emmaus (National Gallery, de Londres), Amor victorioso (Amor vincit omnia) (Staatliche Museen, de Berlin), La flagelaci¨®n de Cristo (Museo Nacional de Capodimonte), Retrato de Alof de Vignacourt con un paje (Louvre, de Par¨ªs) o, entre otras, David con la cabeza de Goliat (Galer¨ªa Borghese, de Roma).
Pr¨¦stamos espa?oles
A?¨¢dese, como curiosidad obligada, los pr¨¦stamos espa?oles -el David y Goliat del Prado y el San Jer¨®nimo en meditaci¨®n del Museo de Montserrat- y, por qu¨¦ no, hasta alguno de nuestros regalos, como la Crucifui¨®n de san Andr¨¦s, que fue vendido legalmente, en ?1976!, como quiz¨¢ recuerden, al Museo de Cleveland, con la autorizaci¨®n pertinente de la Junta de Calificaci¨®n y Exportaci¨®n de Obras de Arte.
Babelia
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