Venecia 2
Alg¨²n d¨ªa entender¨¢n los cada vez m¨¢s perplejos monetaristas que la potencia del d¨®lar tambi¨¦n es ling¨¹¨ªstica. Las cosas no se miden ¨²nicamente por el precio exacto, sino por el sonido feliz. Y ese camaleonismo terminol¨®gico de la divisa mayor, capaz de adaptarse fon¨¦ticamente a cualquier acontecimiento econ¨®mico, es una de las razones de su hegemon¨ªa planetaria. El d¨®lar es una mera desinencia, y lo que cuenta es el prefijo. Ahora irrumpe el narcod¨®lar despu¨¦s de la era del petrod¨®lar y sin que el eurod¨®lar decaiga.El narcod¨®lar habla castellano y Miami es su tierra prometida. Los fabricantes de telefilmes norteamericanos han vuelto a ser los primeros olfateadores del nuevo cambio de sonido del d¨®lar. La serie de televisi¨®n que causa estragos en el imperio ya no se titula Dallas o Dinast¨ªa, sino Miami Vice. El follet¨ªn dominante ha dejado de basarse en las complicadas relaciones de parentesco del ya viejo petrod¨®lar para seguir la pista del narcod¨®lar por las lagunas, bah¨ªas, canales y bajos fondos de esta nueva Venecia de habla hispana que alberga en sus deslumbrantes rascacielos de cristal surgidos de la raya blanca a traficantes de cinco estrellas, dictadores derrocados, conspiradores anticastristas, millonarios moribundos, mafiosos, arquitectos de vanguardia, banqueros blanqueadores, contra y contra-contra.
Si el esplendor de Venecia surgi¨® del tr¨¢fico de especias con los puertos del Oriente, tambi¨¦n el de Miami es resultado del tr¨¢fico de esas nuevas especias procedentes de los aeropuertos clandestinos de las selvas del Sur. Han pasado los siglos, pero la escenograf¨ªa veneciana se repite en esta nada seren¨ªsima rep¨²blica donde ondea el narcod¨®lar, las razas hispanas se cruzan hasta el delirio, las conjuras de sangre son el gran deporte municipal y los casanovas hacen su agosto con las jubiladas del petrod¨®lar que por aqu¨ª aterrizan en busca del orgasmo final a bordo de una g¨®ndola de muchos caballos y doble bodega. A Venecia la cantaron el Dante, Boccaccio, Shakespeare, Manzoni, Bayron, Prust y Mann. A Miami la empiezan a cantar los arquitectos y los telefilmes. Otra coincidencia.
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