Una grave responsabilidad pol¨ªtica
Votar en apoyo de proyectos del Gobierno, aunque se discrepe de aspectos importantes de su pol¨ªtica, y hasta de la ley concreta para la que el voto se presta, es un acto de responsabilidad pol¨ªtica con la ciudadan¨ªa, que est¨¢ harta de ver saltar por los aires a las organizaciones partidistas o de contemplar el espect¨¢culo de las peleas intestinas de sus camarillas y sus comisarios pol¨ªticos. Es tambi¨¦n un acto de coherencia con ese partido, que casi se confunde con nuestra biografia, y es un acto de consciente militancia mientras se sea diputado del grupo parlamentario , porque en ello no debe haber s¨®lo un mec¨¢nico sentido de disciplina, sino tambi¨¦n ese nada ingenuo sino reflexivo reconocimiento del valor de la organizaci¨®n como colectivo superador del concepto vanidoso de la individualidad, que es lo que contrariamente hoy priva en comportamientos cesaristas-fara¨®nicos supervaloradores del carisma televisivo. Es, sobre todo, para algunos de nosotros que resistimos, retorciendo demasiadas veces nuestra indignaci¨®n y hasta nuestra repugnancia, un gesto de afirmaci¨®n moral y de sobrecarga de legitimidad para poder decir sin dramatismo que no se puede hacer pol¨ªtica elitista disociada del partido y generadora de la quiebra de la unidad de la familia socialista.Hay quienes, por su soberbia, hacen permanente desprecio de la organizaci¨®n y no la consideran como conquista de un quehacer colectivo hist¨®rico y hacen caso omiso de sus cauces democr¨¢ticos y estatutarios; y quienes, por su ostentosa debilidad ideol¨®gica, se convierten en f¨¢cil juguete del conjunto de aplaudidores que siempre surgen en el momento del ¨¦xito y de los que se dejan rodear para vivir una parafernalia de triunfalismo y mesianismo redentorita. Para ambos sobra la organizaci¨®n. Se est¨¢ usando y abusando de circunstancias que objetivamente facilitan una falsa. imagen de solidaridad con una m¨¢s que discutida pol¨ªtica, con una pol¨ªtica proadamente err¨®nea, y sobre la amenaza de represi¨®n quieren apoyar la f¨¦rrea solidez de su respaldo.
Debe meditarse sobre lo que ocurrir¨ªa si en el PSOE todos los diputados y senadores fueran elegidos democr¨¢ticamente desde la base, sin la intromisi¨®n cooptativa de ciertos responsables que todo lo controlan. Estos dipuados senadores -no sujetos de verdad, seg¨²n la Constituci¨®n, a otro mandato imperativo que a su conciencia socialista- posiblemente dir¨ªan p¨²blicamente no a esta equivocada pol¨ªtica, como lo dicen algunos bien honrados en los pasillos, privadamente.
El comit¨¦ federal
Si en un comit¨¦ federal m¨¢s espont¨¢neo y menos encorsetado, porque el partido funcionara de manera no tan dirigista, no hubiera una aplastante mayor¨ªa de incondici onales-org¨¢nico- institucionales, tambi¨¦n sus miembros dir¨ªan no a esta pol¨ªtica, si ello no comportara la amenaza de la represalia, disfrazada de disciplina, de la p¨¦rdida del acta o del poder institucional.A la luz de los acontecimientos puede afirmarse que para algunos actuales responsables el partido, el PSOE como organizaci¨®n no significa absolutamente nada. Estaban no hacen tanto tiempo en otras organizaciones pol¨ªticas y sindicales precisamente bien contrarias a ¨¦l, y se unieron al carro del PSOE al ver por d¨®nde soplaban los vientos de la futura victoria. Despreciar el partido como organizaci¨®n es ahora un s¨ªntoma de progresismo, de modernidad, de sentido del Estado y de la historia, hasta de cierta virilidad y de audacia pol¨ªtica. Quiz¨¢ porque para algunos el partido ya ha servido para dar lo que de ¨¦l se exig¨ªa: la escalera.
No es bueno creerse, por mucho que se repitan, las propias mentiras, y la primera de ellas es la de que ya se tiene un cohesionado partido detr¨¢s. Es p¨²blico y notorio que el PSOE existe y que resiste en algunas localidades mientras se tiene un poder que dar y repartir puestos y prebendas, y mientras se organiza y se dispone de un grupo de fieles o temerosos de posibles represalias. Se ha perdido voluntariamente la ocasi¨®n de, en estos 10 ¨²ltimos a?os, hacer un partido cada d¨ªa m¨¢s coherente y fuerte, aunque los, responsables de este desprecio org¨¢nico hayan tenido la fortuna pol¨ªtica de hacer lo ¨²nico que a ellos les era necesario para sus fines: una eficaz organizaci¨®n electoral a fin de lograr la toma del poder del Estado.
Se ha tensado la cuerda hasta el final con UGT, pues el desprecio y el recelo al sindicato es siempre complementario con la c¨®ncepci¨®n electorera de la organizaci¨®n no s¨®lo con el tema puntual de las pensiones, sino con toda una pol¨ªtic¨¢ sesgada a favor de los tradicionales antagonistas de la clase obrera. Se est¨¢ forzando tambi¨¦n la situaci¨®n con la corriente de Izquierda Socialista, que para ciertos responsables es s¨®lo un ¨²til complemento, coartada, obligada excepci¨®n, y se va a tensar irracionalmente con el electorado, con el tema internacional, as¨ª como con las Juventudes Socialistas, a quienes diariamente se ve diciendo lo contrario de lo que el Gobierno afirma. Lo cierto es que a los dos a?os y medio de gobierno se ha enfrentado al PSOE, Gobierno y partido, con un importante sector de la poblaci¨®n y deil movimiento obrero, en base a una pol¨ªtica econ¨®mico-social de inciertos e imaginarios resultados y al servicio de intereses incompatibles con cualquier clase de socialismo que se pueda inventar como el m¨¢s moderado y el m¨¢s pacato.
La responsabilidad de toda esta situaci¨®n de inocultable ruptura ha de quedar claro que no es de UGT, y, por tanto, es manipulador y carente de ¨¦tica el achac¨¢rsela. Tampoco lo es de los denostados cr¨ªticos o disidentes, de la repudiable corriente de opini¨®n de Izquierda Socialista, esforzada en la pacificaci¨®n del PSOE, y al parecer la casi ¨²nica valoradora de la importancia de la organizaci¨®n.
La responsabilidad est¨¢ en la buscada confusi¨®n de las relaciones entre el partido y el Gobierno, del papel de su presidente, de la misi¨®n de la Comisi¨®n Ejecutiva del PSOE y de definir y saber de qui¨¦n depende la acci¨®n pol¨ªtica, para bien o para mal.
Si se quiere corregir toda esta irracionalidad, a¨²n se est¨¢ a tiempo.
S¨ª, por el contrario, para los infalibles basta con el carisma y con la propaganda de TVE, que se siga por este camino de olvido y desprecio del colectivo, pero aguantando cada palo su vela y sin elud¨ªr responsabilidades ni cambiar cada d¨ªa de discurso o de camisa; porque si de sabios es cambiar de opini¨®n, de p¨ªcaros es cambiar seg¨²n conviene de posici¨®n, al servicio de lo que exijan las propias y personales necesidades.
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