6 / Los 'noucentistes'
Eugenio d'Ors (el orden) contra Gaud¨ª (la ordal¨ªa) / "D'Ors ten¨ªa que haber descubierto a Picasso, pero se conform¨® con descubrir a Pedro Pruna" / Picasso, como el se?or que tiene un garaje en Barcelona / La Heliomaquia de D¨ªaz-Plaja / El duro Sunyer y el agitanado Nonell / Las amigas de Casas posaban mordiendo desnudas una s¨¢bana / Lidia de Cadaqu¨¦s o el d'Ors en sombra / Sij¨¦, la adolescente Psique de Freud, se hace hoy un porro en las Ramblas / Montserrat Roig y los gatos negros del Ateneo de Barcelona / Rusi?ol muere en Aranjuez bajo un cartel de an¨ªs del Mono / Noucentisme en la cultura y anarquismo en la calle / Pl¨¢, Montaigne con boina / Del afrancesamiento de Cuixart al orientalismo de P¨¢niker / Gaud¨ª y Bofill, arquitectos del cielo (de Dios al aeropuerto del Prat).
En Catalu?a, el principio del siglo es proteico, creador, prometeico (Prometeo es un mito mediterr¨¢neo), europe¨ªsta y convulso. Don Eugenio d'Ors (hay que leer y releer su Glosari en catal¨¢n), viendo venir la ordal¨ªa de libertad que, a pesar de todo, ha sido el siglo XX, trata de reducir la arquitectura -Gaud¨ª, a quien detesta- a c¨²pula (Vaticano), la pintura a geometr¨ªa y la Obra rom¨¢ntica a Obra Bien Hecha (1). Catalu?a, rica, valiente, creadora, europea, se le escapa de las manos al maestro d'Ors, que acu?a el concepto noucentisme para quedarse con todo. Pero alguien lo resumi¨® malignamente:-Eugenio d'Ors ten¨ªa que haber descubierto a Picasso, pero tuvo que conformarse con descubrir a Pedro Pruna.
Como Picasso lo ha hecho todo, d'Ors puede apropiarse las lecturas picassianas del clasicismo, su capacidad de construir. Pero Picasso, que ten¨ªa ya en Barcelona el "aspecto de garajista" que luego le ve Ram¨®n en Par¨ªs (un garajista acompa?ado siempre de muy bellas y fastuosas damas de Toulouse-Lautrec), hace eso y otras cosas, lo hace todo, y a don Eugenio se le escapa. El dorsiano y desaparecido Guillermo D¨ªaz-Plaja calific¨® la lucha de d'Ors como una "heliomaquia", pero no es una lucha contra el sol, exactamente, sino s¨®lo una lucha contra el siglo XX, que nac¨ªa plural. Una lucha pat¨¦tica de la Unidad contra la Pluralidad (por utilizar las may¨²sculas tan caras al maestro). Lucha tanto m¨¢s pat¨¦tica por cuanto d'Ors no acaba de creer totalmente en sus postulados y experimenta siempre el tir¨®n rom¨¢ntico y moderno de la diversidad, con sus glosas a Churriguera, hasta que acaba escribiendo su libro Lo Barroco (2). Los noucentistes son mucho m¨¢s que el novecentismo dorsiano, de modo que Gaud¨ª, g¨®tico y surrealista, levanta la Sagrada Familia, Sunyer hace una pintura recia y subjetiva que s¨®lo puede apropiarse d'Ors, como novecentista, forzando mucho las cosas; Nonell se le escapa hacia un costumbrismo gitano prodigiosamente construido, y Casas se queda en un academicismo inspirado. El editor Verg¨¦s me ha mostrado en el Liceo de Barcelona las pinturas de Casas. Est¨¢ el retrato de la esposa, acad¨¦mico, y est¨¢, enfrente, el retrato de una amiga, desnuda y mordiendo una s¨¢bana, violento e inspirado. Hasta el acad¨¦mico Casas se le iba de las manos a don Eugenio, que con el tiempo acabar¨ªa reduciendo el noucentisme a s¨ª mismo. Y ni siquiera a s¨ª mismo, porque, como hemos apuntado, en su filosof¨ªa de la c¨²pula y la Obra Bien Hecha hay mucha tentaci¨®n rom¨¢ntica, barroca, hay ya -era un precursor, a su pesar- mucho siglo XX, como en Lidia de Cadaqu¨¦s, libro y personaje absolutamente rom¨¢nticos, o en Gualba, la de mil voces, donde se plantea un problema tan barroco, pre/rom¨¢ntico y shakesperiano como el incesto padre/ hija, purificadamente resuelto en fuego. Eugenio d'Ors, viendo venir las pluralidades del siglo XX, quiere ser el Goethe de Villanueva y Geltr¨² que lo agatille todo en una teor¨ªa, en una met¨¢fora, y su mujer/met¨¢fora es Teresa la Bien Plantada, m¨¢s un patr¨®n clasicista que una mujer. Cuando, a?os m¨¢s tarde, escribe Lidia de Cadaqu¨¦s (aquella mendiga vieja de la villa mar¨ªtima que andaba por las calles record¨¢ndole), o Sij¨¦ (3), la adolescente hospiciana de la aventura, estos personajes resultan mucho m¨¢s reales y paradigm¨¢ticos que la convencional y agrimensada Teresa. El barroquismo contenido de la prosa y el temperamento persona traicionan a d'Ors en su af¨¢n clasicista de serenidades. Cuando, hace unos a?os, di una conferencia multitudinaria en el Ateneo de Barcelona (lleno de fascinantes gatos negros, y al que me hab¨ªa llevado por primera vez la adorable Montserrat Roig), conferencia, digo, en la que estaba entre el p¨²blico Rubert de Vent¨®s, habl¨¦ mucho de Eugenio d'Ors, como un rom¨¢ntico, un barroco y un dionis¨ªaco: ah¨ª est¨¢ el verdadero d'Ors, con perd¨®n de la familia. Fue noucentiste l clasicista por af¨¢n de magisterio y unidad, pero ten¨ªa su daimon, como S¨®crates y Goethe, a los que tanto admiraba. Ya en Madrid, viviendo en la calle de Sacramento, se viste de Goethe para asistir a un baile de m¨¢scaras en casa de su amiga, y m¨ªa, la marquesa de O'Reilly, Aurora Lezcano, que ten¨ªa su palacio en Mayor
Y ya sabemos que uno no se disfraza sino de uno mismo. El despertar del siglo, en Catalu?a, es tan fuerte, con la bohemia golfa y se?orita de Rosi?ol entre jardines, con Gaud¨ª entre el g¨®tico y el surrealismo, con Alomar y Picasso (avecindado), con los anarquistas en las f¨¢bricas, que el intento de d'Ors por agavillar todo eso, resumirlo y asumirlo, resulta, ya se ha dicho, pat¨¦tico. Es un af¨¢n de cultura, pero es un af¨¢n un poco dictatorial, sometido a la "regla de oro". Y los fenicios catalanes hac¨ªa mucho que hab¨ªan cambiado el oro metaf¨®rico, en el puerto de Barcelona, por acu?aciones ventajosas y vides fecundas como madres, que dar¨ªan vinos como el aragon¨¦s de Don Faustino, que tanto bebo en Catalu?a, con mi cu?ado y su hija, mi musa/sobrina Carola, cuando voy a verles. Clar¨¢ cuyas mujeres desnudas ilustran hoy las plazas de Catalu?a, y otras mujeres as¨ª, parece que vienen a corroborar, con la rotundidad de la pl¨¢stica y la piedra (asimismo Planes), el clasicismo / noucentisme de d'Ors, pero lo cierto es que a fa gente catalana le fascinaba el gitaner¨ªo cobre y profundo de Nonell, el vanguardismo previo de Manolito Hugu¨¦ (prodigiosamente biografiado por Pl¨¢), y el incipiente surrealismo de Dal¨ª. El noucentisme, contra el proyecto de su fundador fue la eclosi¨®n cultural y creadora de Catalu?a en Europa, paralela de la eclosi¨®n anarquista y obrera en el interior de la pen¨ªnsula. Lo que pasa es que d'Ors confiaba dema siado en el Mediterr¨¢neo, y el Mediterr¨¢neo tambi¨¦n tiene sus marejadillas, tanto en Homero como en Cirlot. La marejadifia del novecen tismo era una conexi¨®n muy cierta con los movimientos europeos de vanguardia, de modo que hasta un ampurdan¨¦s como Pl¨¢ -Montaigne con boina- lee a Pual Val¨¦ry, y declara en tard¨ªa ocasi¨®n, cuando un infarto:
-Esto no es nada; es que me he pasado la tarde leyendo a Val¨¦ry.
Siguiendo el siglo, de Sunyer a T¨¢pies, pasando por el alucinado Cuixart, parando siempre en el barroco/abstracto Clav¨¦, que llena de heno los cajones de una mesa de oficina, Catalu?a/Catalunya hace una creaci¨®n pregnada de Mediterr¨¢neo, cuyo comp¨¢s de apertura llega hasta Asia, con la presencia oscura e ir¨®nica de Salvador P¨¢niker. Amamos a don Eugenio porque defend¨ªa una causa en la que ni siquiera cre¨ªa: el clasicismo del Mediterr¨¢neo, donde las sirenas parece que cantan en lat¨ªn. Pero el nacimiento del siglo fue eclosivo en Catalu?a, demasiado para la teorizaci¨®n rigurosa, aunque ir¨®nica, de d'Ors, y hoy vivimos las ¨²ltimas consecuencias de esa eclosi¨®n: universalidad de T¨¢pies (a quien hace poco he abrazado en la escalera de una casa madrile?a) y de Clav¨¦, el mejor teatro de la pen¨ªnsula, el m¨¢s avanzado, seg¨²n me explica Haro-Tegclen, y prosas como las de Juan Mars¨¦ y V¨¢zquez Montalb¨¢n en castell¨¢,. como las de Gimferrer y Montserrat Roig en catal¨¢n. Ni el Parten¨®n era de yeso, sino de colores, ni las can¨¦foras iban de blanco, sino hechas unas punkies. S¨®lo los candidatos de aquella primera democracia griega iban de blanco, c¨¢ndidos. De modo que el gran Eugenio d'Ors luchaba por un ideal incierto contra un siglo venidero y coloreado. Su purgatorio es La degollaci¨®n de los inocentes, del almeriense/indaliano, y sordo, Percebal, donde aparece el maestro d'Ors de la Academia Breve y el Sal¨®n de los Once con su traje blanco de los veranos de la postguerra nacional. En los Congresos de Poes¨ªa de Segovia, con Gironella y Panero, ya se lo hace todo por encima, en la presidencia. Est¨¢ acabado. Aranguren hab¨ªa mantenido bizarramente un seminario de Filosof¨ªa "Eugenio d'Ors", en la Universidad de Madrid. D¨ªaz-Plaja escribe su Heliomaquia, que, como digo, llega cuando sabemos que los soles son m¨²ltiples, y los reporteros de lujo visitan al d'Ors final, en su estudio/ermita de Villanueva y Geltr¨², entre cipreses, cuando ya le han construido un ascensor artesano para subir y bajar de la torre, adonde no alcanzan sus piernas cansadas. El noucentisme no ha quedado, en Catalu?a y en la Cultura, por las normas estrictas de d'Ors, sino por todo lo contrario.
Lo que ha quedado de d'Ors es la iron¨ªa casi volteriana (¨¦l, que oficialmente detestaba a Voltaire, pero s¨®lo oficialmente) y el barroquismo mediterr¨¢neo de su prosa y sus conceptos, que una y otra vez quiere reducir a s¨ªntesis, que a su vez se le hace conceptuosa. Quiere ser un griego con mancferl¨¢n y fracasa, porque ni siquiera los griegos eran griegos, seg¨²n el concepto acad¨¦mico que hoy tenemos de ellos, sino unos salvajes que hac¨ªan filosof¨ªa y teatro sangriento, pero que ignoraban pr¨¢cticamente la m¨²sica y la pintura, qued¨¢ndose en la escultura, siempre m¨¢s tect¨®nica, lo cual ya es significativo. Catalu?a es la Grecia peninsular del novecientos, de Gabriel Alomar (romanticismo tard¨ªo) a Josep Pla (ensayismo f¨¢ctico y campesino). La grandeza del novecentismo es haber fracasado como proyecto restrictivo para lograrse como pluralidad y siglo XX: Sert, Guinovart, Cuixart, Maragall, Sagarra, Guimer¨¢ (proletarismo), Nuria Espert, P¨¢niker (orientalismo), Subirachs, Mir¨®, Dal¨ª y Bofill, a quien acaban de encargarle el nuevo aeropuerto de Barcelona. Madrid est¨¢ en contacto con las vanguardias de entreguerras, sobre todo a trav¨¦s de Ram¨®n y Guillermo de Torre, pero Barcelona hace ya, directamente, un vanguardismo europeo, dejando un poco atr¨¢s la pintura y la prosa de Rusi?ol, que se mor¨ªa de pu?aladas de pic¨®n en La Pu?alada, practicando un dandismo sucio de viejo fauno en plena y permanente siesta de alcohol. Muri¨® en Aranjuez, desnudo, bajo un inmenso cartel de an¨ªs del Mono, y alguien le vio como un "chopo de plata", tendido y talado. Muerto d'Ors asimismo, me parece que en el 54 (siempre que doy conferencias sobre ¨¦l me sale alg¨²n hijo, muy levantisco), hoy sabemos que el noucentisme no fue sino la modalidad catalana del Modernismo europeo, de la modernidad. A Sij¨¦, ni?a in¨¦dita y desnuda, que inicia a d'Ors nada menos que en la psique (¨¦ste es el origen del nombre de la muchacha), en el psicoan¨¢lisis, en la ciencia del individuo, tan escasamente cl¨¢sica; a Sij¨¦, digo, a veces la encontramos por la Plaza Real de Barcelona, haci¨¦ndose un porro.
1. Sin esta tensi¨®n barroquismo/clasicismo, que tiene su clave en el Romanticismo, no es posible entender nada de cuanto escribe d'Ors, el exquisito, que empez¨® -oh- de sindicalista.
2. Lo Barroco y no "El Barroco", porque d'Ors no trata de estudiar un momento de la cultura, el XVII, sino una constante de la Historia: el barroquismo.
3. Toda esta serie de libros sobre mujeres la agrupar¨ªa d'Ors bajo el r¨®tulo Las Oce¨¢nidas.
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