Medios de comunicaci¨®n
Cuando, hace m¨¢s de medio siglo, comenz¨® a florecer la radio, muchos aseguraron que desbancar¨ªa a la Prensa, especialmente a la diaria; por lo pronto, en la transmisi¨®n de noticias, pero luego tambi¨¦n en el an¨¢lisis de acontecimientos y en la expresi¨®n de opiniones, sea en forma de editoriales o bien -y m¨¢s a¨²n- por medio de entrevistas con personajes de actualidad y hasta con gente de la calle. La radio promet¨ªa, adem¨¢s, informar con suma rapidez, sin tener que aguardar a ediciones especiales, y hasta hacerlo a medida que se fuesen produciendo los acontecimientos. ?Qu¨¦ pod¨ªa hacer la Prensa diaria para competir con semejante medio rapid¨ªsimo, para cuyo uso s¨®lo era necesario disponer de un aparato receptor, pronto al alcance de todo el mundo?Hace aproximadamente un cuarto de siglo se pens¨® que algo semejante podr¨ªa ocurrir -y hasta era inevitable que ocurriera- con la televisi¨®n. No s¨®lo la Prensa, sino tambi¨¦n la radio iban a ver notablemente mermadas su difusi¨®n y su ?nfluencia. La Prensa pod¨ªa ofrecer, por medio de grabados, algunas versiones gr¨¢ficas de acontecimientos o personajes, pero siempre con cierto retraso, y adem¨¢s, en forma est¨¢tica. La radio no pod¨ªa ni siquiera ofrecer versiones gr¨¢ficas. ?Qui¨¦n iba a leer un diario o a escuchar una radio cuando se le pod¨ªa ofrecer, muchas veces en directo, la propia realidad (los destrozos causados por un terremoto, las explosiones en un campo de batalla, los rostros de los h¨¦roes del momento, los incidentes en un partido de f¨²tbol, etc¨¦tera? Parec¨ªa, pues, que la televisi¨®n devorar¨ªa oportunamente tanto a la radio como a la Prensa diaria, y que aunque las ¨²ltimas seguir¨ªan funcionando ser¨ªa un poco por cortes¨ªa.
En la actualidad algunos empiezan a barruntar que un fen¨®meno similar a los imaginados tendr¨¢ lugar cuando se haya extendido suficientemente la red de ordenadores personales. No s¨®lo en virtud del oportuno incremento de los servicios de telecomunicaci¨®n, sino tambi¨¦n, y sobre todo, porque haciendo uso de los modul adores -de smodul adores los usuarios de tales ordenadores podr¨¢n comunicarse entre s¨ª. Con esto se dar¨¢ la puntilla a la televisi¨®n. En la medida en que ¨¦sta siga funcionando, lo har¨¢ a trav¨¦s de monitores con una resoluci¨®n gr¨¢fica superior a las pantallas existentes. Los recipientes se convertir¨¢n en receptores-transmisores, de un modo similar a lo que ocurri¨® anta?o con los transceptores radiof¨®nicos.
Salvo en esferas circunscritas, no ha ocurrido hasta ahora nada de lo que se hab¨ªa pensado o sospechado (en algunos casos, deseado) con respecto a la relaci¨®n entre radio y Prensa, y entre televisi¨®n y radio. Lo m¨¢s probable es que no suceda tampoco lo que algunos sospechan o piensan (y en ciertos casos desean) con respecto a la relaci¨®n entre telecomunicaciones basadas en ordenadores personales y la televisi¨®n.
La situaci¨®n es m¨¢s bien la siguiente. La radio ocupa, sin duda, mucho del espacio p¨²blico que antes estaba casi exclusivamente reservado a la Prensa. La televisi¨®n ocupa un espacio p¨²blico inmenso y todav¨ªa creciente. Pero a la vez, Prensa, radio y televisi¨®n siguen gozando de muy buena salud, al punto que cuando a alguna empresa period¨ªstica, radiof¨¢nica o televisiva le falla el pulso es por razones espec¨ªficas, que ata?en s¨®lo a la empresa, y no porque haya habido una retracci¨®n general de lectores, escuchas o televidentes. No creo que los sistemas de informaci¨®n que los ordenadores personales, y las correspondientes vastas redes de telecomunicaci¨®n que se van ahora introduciendo hagan perder su robustez a la Prensa, a la radio y a la televisi¨®n.
?C¨®mo es esto posible? Se me ocurren tres razones:
1. Cada medio de comunicaci¨®n (lo llamar¨¦, desde ahora, para abreviar, mc, ocupa ciertos espacios -que son asimismo tiempos- Traducido esto al lenguaje cotidiano quiero decir algo muy sencillo. Hay ciertos lugares y ciertos momentos que son m¨¢s habituales que otros, o son preferidos a otros, para que los miembros de una sociedad determinada reciban comunicaciones: el hogar, la calle, un local p¨²blico, un autom¨®vil, etc¨¦tera, en tales o cuales horas de la ma?ana, tarde o noche. Estos espacios y tiempos no se interfieren necesariamente entre s¨ª: en el interior de un autom¨®vil en marcha no se suele leer el diario o ver la televisi¨®n, pero a menudo se escucha
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la radio; en el hogar se suele leer el diario de la ma?ana o de la tarde a medida que van saliendo las ediciones y se ponen a la venta; se suele escuchar la radio a muy diversas horas (generalmente, mientras se hace alguna otra cosa), y por lo com¨²n se ve la televisi¨®n a horas fijas o cuando el programa es juzgado interesante.
2. Cada mc tiene usuarios preferentes, que dependen en parte de la profesi¨®n ejercida, del trabajo realizado, del mayor o menor tiempo consagrado al ocio, etc¨¦tera. Un taxista ver¨¢. a su tiempo la televisi¨®n o dar¨¢ una ojeada a la Prensa, pero pasar¨¢ muchas horas escuchando la radio, o por lo menos dej¨¢ndola en marcha. Es obvio que en ciertos lugares y momentos un mc resulta m¨¢s accesible, deseable, o interesante que en otros para tales o cuales grupos de personas.
3. Los espacios y tiempos consagrados al uso de mc han aumentado considerablemente en el curso de los a?os, y siguen creciendo. No s¨®lo se han extendido y, en muchos casos, diversificado los medios, sino que tambi¨¦n se han multiplicado las oportunidades de usarlos.
Todas estas razones me parecen importantes, pero la tercera se me antoja fundamental. Si los espacios y tiempos de los emisores y, sobre todo, de los posibles receptores fueran limitados, cada medio se interferir¨ªa con los otros y, por tanto, algunos terminar¨ªan por imponerse, o por dominar claramente, a otros. Pero puesto que no ocurre as¨ª, y sucede m¨¢s bien lo contrario, hay en la actualidad m¨¢s tiempo y oportunidad para usar todos y cada uno de los mc. Hay, en suma, espacio y tiempo y, por supuesto, gente suficiente para los tres medios indicados (y para el cuarto medio, todav¨ªa en estado de desarrollo).
As¨ª, pues, no hay peligro de que un MC desaloje por completo a otro. La televisi¨®n y la radio son, sin duda, los MC m¨¢s extendidos en el n¨²mero de usuarios -varios centenares de miles de personas pueden leer un diario de amplia circulaci¨®n, pero la radio puede alcanzar a millones de escuchas y la televisi¨®n es cosa de decenas de millones. Esto explica que haya hoy una mayor venta de diarios (aun si en algunos hay menos diarios) y que las estaciones emisoras de radio se hayan multiplicado sin que por ello les falten escuchas. En rigor, la radio es ejemplo claro de un medio que, lejos de haber sido desbancado, ha adquirido en todos los pa¨ªses una popularidad y alcance que hace 15 o 20 a?os nadie sospechaba. Una multiplicaci¨®n paralela de cadenas de televisi¨®n es, asimismo, previsible: a las cadenas nacionales, e internacionales, pueden agregarse cadenas regionales y locales, as¨ª como las de acceso p¨²blico, esto es, aquellas que, como ocurre ya en algunos pa¨ªses, han sido organizadas para que los propios usuarios, hasta ahora meros espectadores pasivos, puedan intervenir con la producci¨®n y presentaci¨®n de programas de inter¨¦s local.
La importancia y alcance de los MC es uno de los m¨¢s se?alados fen¨®menos de nuestra ¨¦poca. En vista de ello, ser¨ªa sorprendente que uno de ellos desapareciera por entero, o quedara reducido a un mero espectro. Si los mc son espectros, lo son ¨²nicamente en el sentido estricto que la palabra espectro tiene en ¨®ptica: "resultado de la dispersi¨®n de un haz de luz".
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