Vaticano II, todo un concilio
El Concilio Vaticano II es presentado por algunos sectores como un misterioso reo, culpable de los males que aquejan a la Iglesia. El autor de este art¨ªculo reivindica el esp¨ªritu del Concilo, a pesar de que reconoce que la letra de sus textos pueda estar en parte superada. Frente a quienes desean convertir el s¨ªnodo extraordinario en una reuni¨®n m¨¢s importante que el Vaticano II, Casald¨¢liga afirma y recuerda que aqu¨¦l fue "todo un concilio".
Despu¨¦s de 20 a?os -que ahora son un siglo-, el Vaticano II est¨¢ ah¨ª, en parte, por estrenar a¨²n. En lo mejor de su alma, por lo menos. En el ¨ªmpetu que ¨¦l desencadenar¨ªa providencialmente, si fuera asumido con "apertura conc?liar", en orden a tornar posible una respuesta crucialmente hist¨®rica, cre¨ªble socialmente, ecum¨¦nicamente inaplazable, a aquella grande pregunta de fondo que lo motiv¨® en su originalidad:"Iglesia de Dios, ?qu¨¦ dices de ti misma?". ?Vas a querer reconocerte por fin como lo que eres o deber¨ªas ser? ?C¨®mo te entiende, entera y cat¨®lica, no apenas en tu jerarqu¨ªa privilegiada, sino tambi¨¦n en todos y cada uno de tus hijos, iguales como Iglesia, y s¨®lo diferentes en sus servicios o carismas? ?Por qu¨¦ les proh¨ªbes ser en ti vivos, adultos y corresponsales a tantos y tantos cristianos, de la cuiltura o sexo o profesi¨®n que sean, nacidos todos ellos en tus pilas bautismales? ?Por qu¨¦ te niegas a ser, medrosa y ego¨ªsta, lo que te ha. so?ado el Esp¨ªritu?
En orden tambi¨¦n a que pudiese ella, la Iglesia, responderle al mundo que la interroga o la juzga o la desconoce:
?Qu¨¦ le dices de ti al mundo, Iglesia de Jes¨²s? ?A este mundo de finales del siglo XX? ?Al primer mundo ... y al Tercer Mundo tambi¨¦n?
El Tercer Mundo
Bien es verdad que el Vaticano II no descubri¨® el Tercer Mundo, por lo menos en la acogida oficial de sus sesiones plenarias. No le faltaron los corredores prof¨¦ticos, porque el viento de Pentecost¨¦ssopla siempre m¨¢s all¨¢ de nuestras estrecheces y se niega a ser encerrado en una sala o en un esquema, ni que sean de un concilio. Siempre es m¨¢s cat¨®lico el Esp¨ªritu que la Iglesia.
En el Tercer Mundo, en esta Am¨¦rica Latina, desde la que escribo estas palabras -¨¢speras hoy, de nuevo, y todav¨ªa esperanzadas-, sentimos con particular realismo c¨®mo fue europeo el Concilio Vaticano II, cu¨¢n atr¨¢s queda ya su letra de muchas de nuestras inquietudes pastorales y sociales, c¨®mo nos har¨ªa falta -con perd¨®n de los asustadizos o de los que ya se instalaron previamente en la eternidad- un Concilio Vaticano III o un Concilio Jerosolimitano II, para ser de verdad mucho m¨¢s exigentes.
Su letra, digo. Su letra queda atr¨¢s.
Porque su esp¨ªritu sigue perfectamente vigente, primaveral, cat¨®lico, ecum¨¦nico.
El esp¨ªritu, teol¨®gico y pastoral, que late en sus grandes documentos y en sus intuiciones mayores. En Lumen gentium, en Ad gentes, en Unitatis redintegratio. En las ganas de di¨¢logo, no en el ¨¢mbito real que abarca, la constituci¨®n pastoral Gaudium et spes, que hace a la Iglesia volver su rostro al mundo y que nosotros quisi¨¦ramos que la hiciese entrar de lleno -pies y brazos, cabeza y coraz¨®n- en el suelo y en el subsuelo de las estructuras socioecon¨®micas, en los desafilos mundiales de la justicia y la igualdad y la libertad para todos los pueblos. Del Este y del Oeste, del Norte y del Sur. Entrando tambi¨¦n, claro est¨¢, para no ser tachada de hip¨®crita, en la revisi¨®n seria de sus propias estructuras de poder, de participaci¨®n y de opini¨®n, tan poco actuales, tan poco evang¨¦licas y evangelizadoras.
Un misterioso reo
?Qu¨¦ lejos estamos aqu¨ª muchos de nosotros -estas nuestras iglesias vapuleadas- de los miedos de ciertos hermanos, jerarcas o no, que est¨¢n queriendo encuadrar judicialmente el Concilio Vaticano II como si se tratara de un misterioso reo, culpable de todos los males que acontecen hoy en la Santa Iglesia!
No es por sobra de concilio que andamos mal. Es por falta de concilio.
Por falta de esp¨ªritu conciliar.
La letra del Vaticano II puede considerarse en muchos aspectos superada; porque el tiempo pasa tambi¨¦n por las p¨¢ginas de un concilio, obra real de los hombres tanto como gracia del Esp¨ªritu.
La historia no acab¨® hace 20 a?os. No termin¨® con el Vaticano II la historia de la Iglesia, la siempre igual y cambiante historia de la salvaci¨®n.
Pero si la letra del Vaticano II est¨¢ superada en parte, su esp¨ªritu sigue, intocado, en pie. Desafi¨¢ndonos. Ahora ya sin posibles aplazamientos. Hemos de abrir muchas ventanas todav¨ªa para ventilar el recinto cerrado de nuestra Iglesia. Y ser¨ªa hora de abrir las puertas tambi¨¦n. Los hijos, los hermanos entran y salen por la puerta...
Los barqueros del r¨ªo Araguaia, expertos en sombras y en bancos de arena, saben leer las aguas. Deber¨ªamos leer el esp¨ªritu del Concilio Vaticano II, m¨¢s adentro de su letra, en profundidad y a medida que el barco ,avanza.
En una relectura din¨¢mica y situada, ubicada, como se dice por aqu¨ª.
(Si los propios evangelistas releyeron la vida y la palabra de Jes¨²s, no ser¨¢ demasiado que la Iglesia -todos nosotros, con el Papa y los obispos, ayudados por los te¨®logos, benem¨¦ritos y acosados- sepa releer un concilio.
El mismo Esp¨ªritu que acompa?aba a los evangelistas -en la inspiraci¨®n y en la inerrancia- y acompa?aba a los padres conciliares -en su jer¨¢rquica y colegial misi¨®n- nos acompa?a a nosotros -en la vivencia de la fe y en la evangelizaci¨®n actualizadas.)
Los obispos brasile?os -sospechosos para algunos y aplaudidos por otros- tenemos el privilegio de contar con dos compa?eros oficialmente sinodales: Dom Aloisio Lorscheider, cardenal arzobispo de Fortaleza, en el sufrido Cear¨¢ nordestino, y Dom Paulo Evaristo Arns, cardenal arzobispo de la monstruosa y batalladora S?o Paulo.
En la ¨²ltima asamblea ordinaria de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) -ahora, todav¨ªa en tiempos de Pascua- les cobraba yo, en plenario, a esos dos magnos pastores, sus cr¨¦ditos y sus m¨¦ritos en el s¨ªnodo extraordinario que el papa Juan Pablo II nos ha decretado, de sorpresa, para este 202 aniversario del concilio.
Punto final Dos preocupaciones expon¨ªa yo en esa sesi¨®n de nuestra asamblea, compartidas por tantos otros en la Iglesia de Dios que est¨¢ en el mundo.
Primera: ?no querr¨¢ de hecho el s¨ªnodo encuadrar el Vaticano II, dej¨¢ndolo ah¨ª, en su letra fija, como definitivo punto final, llegada?
Segunda: ?c¨®mo devolverle al s¨ªnodo su perdida credibilidad?
La segunda preocupaci¨®n ha sido suficientemente comentada y deplorada en conferencias episcopales, en encuentros eclesi¨¢sticos y en publicaciones de todo tipo, como para que no resulte una novedad o una insolencia.
La primera preocupaci¨®n no tendr¨ªa fundamento, al parecer, si atendemos a las justificaciones que el propio Papa daba para convocar ese s¨ªnodo extraordinario, consagrado a la conmemoraci¨®n y evaluaci¨®n del Concilio Vaticano II.
Pero s¨ª puede tener sus visos de veracidad, atendidos los aires que vienen de la curia romana y que una revista, ¨®rgano de un movimiento oficiosamente vaticano, justificar¨ªa tambi¨¦n con el solo t¨ªtulo que encabezaba su editorial, referente a ese s¨ªnodo: "El s¨ªnodo, casi un concilio".
Me llev¨¦ un susto cuando lo le¨ª. ?Nada de casi, amigos! Un s¨ªnodo es apenas un s¨ªnodo. Y un concilio es todo un concilio.
En fin, el Dios de Jes¨²s que lleva a su Iglesia, a pesar de nuestros pecados eclesi¨¢sticos, estar¨¢ presente tambi¨¦n en ese s¨ªnodo y actuar¨¢, libre y liberador, en esta hora de sospechas y procesos, de involuciones y neoconservadurismos, de comunidades eclesiales de base, de martirio y de teolog¨ªa de la liberaci¨®n.
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