Carlos Solchaga, un hombre contestado por UGT
Carlos Solchaga, economista, de 41 a?os, ha sido posiblemente uno de los ministros m¨¢s contestados por el sindicato socialista UGT, con el que mantuvo en la oposici¨®n una relaci¨®n estrecha. Carlos Solchaga naci¨® en Tafalla (Navarra), en el seno de una familia formada por un funcionario de ayuntamiento y una modista afiliada a la central sindical socialista.Entre 1966 y 1974 realiz¨® una labor docente como profesor no numerario de la facultad de Econ¨®micas de la Complutense, participando en las manifestaciones antifranquistas de la universidad. En 1967 entr¨® en el reci¨¦n creado Servicio de Estudios del Banco de Espa?a, donde permaneci¨® hasta 1974. Comisionado por esta entidad, pas¨® una temporada en el Banco de Pagos de Basilea, cursando posteriormente estudios en el Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT) y en Cambridge.
En 1974 se incorpor¨®, de la mano de Miguel Boyer, al Instituto Nacional de Industria y al Partido Socialista. Posteriormente se hizo cargo del Servicio de Estudios del Banco de Vizcaya en Bilbao y, en 1979, de la Consejer¨ªa de Comercio del Consejo General Vasco.
A partir de 1978 pas¨® a formar parte de la ejecutiva del PSOE en Euskadi. En las elecciones de 1979 se present¨® por ?lava, sin resultar elegido y en abril de 1980 logr¨® el esca?o por renuncia del candidato n¨²mero uno al Parlamento, Jos¨¦ Antonio Aguiriano. Elegido diputado por Navarra en las ¨²ltimas legislativas, fue nombrado ministro de Industria y Energ¨ªa en diciembre de 1982.
Su entrada en el Ministerio de Industria estuvo marcada por un acci¨®n espectacular: la mayor empresa privada espa?ola, Explosivos R¨ªo Tinto, se hab¨ªa declarado en suspensi¨®n de pagos y el nuevo ministro se apresur¨® nombrando un presidente oficialista en una empresa donde el sector p¨²blico no ten¨ªa ninguna responsabilidad. Pronto se dio cuenta de su error y dej¨® que los banqueros de los cinco continentes se las arreglaran por su cuenta.
Reconversi¨®n industrial
Empe?ado en abordar la reconversi¨®n industrial a la brava, sus primeras decisiones chocaron frontalmente con las posiciones que defend¨ªa UGT. La pol¨¦mica sobre rescisi¨®n o suspensi¨®n de contratos para los trabajadores excedentes termin¨® con una derrota para el ministro, que se vio obligado a aceptar las tesis ugetistas, aunque, como ¨¦l mismo rubricara, ello supon¨ªa "haber perdido una batalla pero no la guerra".A pesar de todo, la reconversi¨®n industrial, que ha conocido algunos de los episodios m¨¢s violentos que se recuerdan en la historia de las relaciones laborales espa?olas -caso de Astilleros, Altos Hornos del Mediterr¨¢neo-, es una obra inconclusa. Su sucesor, tendr¨¢ que pechar con la parte m¨¢s dif¨ªcil del proceso: reindustrializar, palabra clave sin la cual la reconversi¨®n se quedar¨ªa en un simple cierre de instalaciones y el despido de miles de trabajadores.
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