El a?o pasado probablemente en Marienbad
Evocaci¨®n del termalismo y gu¨ªa de los balnearios en activo m¨¢s importantes de Espa?a
Hay balnearios donde a¨²n parece que fuera ayer cuando un gran duque ruso le daba a su artrosis con una mano y con la otra al Cristal Roederer, cosecha de 1902. Pero sobreviven sobre todo balnearios funcionales, al servicio de un ritual curativo que s¨®lo aconsejan o muy viejos m¨¦dicos de cabecera o muy nuevos m¨¦dicos liados con las medicinas alternativas. En el extranjero es diferente, te dicen los directores t¨¦cnicos de los balnearios si quieres escucharles. En el extranjero, y sobre todo en Alemania, que siempre ha sido lo m¨¢s positivamente extranjero que ha habido en Espa?a, la estancia en balnearios est¨¢ contemplada por la Seguridad Social y se comprueba que es m¨¢s barato financiar curaciones balne¨¢ricas que curaciones farmac¨¦uticas.Hay un movimiento de retorno al balneario en el que participa el deseo por recuperar viejos ritulaes, la creencia de que no toda la sabidur¨ªa antigua sobre el cuerpo y el alma est¨¢ obsoleta, la curiosidad expectante ante la magia tel¨²rica de las aguas que curan sin decir de d¨®nde vienen, como si fueran una aportaci¨®n de la naturaleza a¨²n no del todo codificada y por tanto partidaria de la imaginaci¨®n. Tambi¨¦n a veces juega lo suyo una supuesta est¨¦tica de balneario, la fijaci¨®n de un clich¨¦ referencial de balneario posducal, con amplios salones con estucados, espejos como horizontes y grandes ara?as pendientes sobre los escotes de parejas reum¨¢ticas, de pronto milagrosamente convocadas por el Vals del emperador. El balneario acometido como espect¨¢culo suele defraudar. Pocos balnearios espa?oles conservan los estucados, las ara?as tienen muchas patas rotas, los espejos padecen ¨®xidos lechosos, como si tuvieran cataratas y los reum¨¢ticos no est¨¢n para bailar el Vals del emperador. La hacienda de la mayor parte de balnearios vive de una clientela envejecida y adicta, de un servicio residual reclutado en la zona, de bondades fundamentales derivadas de las aguas, pero insuficientemente acondicionados para dar respuesta a la exigencia de un posible balnearista moderno.
El balnearista moderno quiere tomar las aguas; sumergirse en los ba?os sulfurosos; prestarse al pringue de los fangos alemanes disueltos en las sulfurosas aguas nativas; pero quiere adem¨¢s una diet¨¦tica al d¨ªa, unos an¨¢lisis m¨¦dicos de telefilme; mucha po¨¦tica de la alimentaci¨®n; masajes por manos que no han pasado por la alba?iler¨ªa ni por las coladas con lej¨ªas, sosas y jabones lagartos; videoteca, y de cuando en cuan do una sesi¨®n de baile flamenco a cargo de Er Ni?o de las Marismas o un piano concert de las manos de un pianista supuestamente franc¨¦s. Es decir, el balnearista moderno, sin duda muy reclutable entre la mesocracia acomodada de este pa¨ªs, desea r¨ªa una s¨ªntesis de balneario tradicional y cl¨ªnica de adelgaza miento, sin la sordidez que a veces se disfraza de lo casero.
Cinta de sioux al pelo
La man¨ªa por el propio cuerpo caracteriza la neur¨®tica narcisista de estos tiempos y es l¨®gico que cuando cualquier correoso ejecutivo est¨¢ dispuesto a ponerse sobre las sienes una cinta de indio sioux, a disfrazarse de Carl Lewis y empezar el calvario org¨¢smico del footing y la industria del masaje manual, o hidr¨¢ulico, o linf¨¢tico, descubre cada d¨ªa nuevas carnes, es decir, ampl¨ªa el mercado, una correcta filosof¨ªa del balneario ser¨ªa incluso un excelente negocio. Han prosperado en Espa?a las cl¨ªnicas diet¨¦ticas, pero los balnearios van cerrando y s¨®lo sobreviven los que mejor se adaptan a las exigencias de una nueva sensibilidad. Las campa?as publicitarias deber¨ªan dirigirse no s¨®lo a demostrar la actualidad de las instalaciones, sino tambi¨¦n lo propicio del marco para las vivencias j¨®venes, porque la imagen del balneario va casi connaturalmente ligada a la de la vejez. Una estancia en cualquier balneario te sumerje de pronto en un mundo aparte donde cualquier cuarent¨®n puede gozar del estatuto de nieto honorario del balnearista medio y sentirse tan acomplejado como Gene Kelly en Brigadoon. El balneario lleva encima la idea asociada de vejez, decadencia f¨ªsica, decrepitud y ha perdido aquel car¨¢cter de espacio para el relax y la purificaci¨®n lenta que tuvo en aquellos tiempos en que tomar las aguas pod¨ªa cumplir para ciertos sectores sociales la misma funci¨®n que ba?arse en las playas tiene hoy para inmensas mayor¨ªas de playadictos.
Me parece leg¨ªtima cualquier t¨¦cnica de divulgaci¨®n de estas entidades admirables, donde la salud es un ¨¢mbito y donde en ocasiones incluso se convierte en literatura, por medio de consignas higi¨¦nicas que van sorprendiendo al paseante por los pasillos y callejas de estas peque?as ciudades destinadas a la regeneraci¨®n. Todos los balnearios deber¨ªan ser como el de Marienbad y prestarse igualmente a la misma confusi¨®n de tiempos e im¨¢genes que hicieron posible la pel¨ªcula de Resnais. Pero todav¨ªa los balnearios espa?oles se parecen demasiado, salvo excepciones, a hoteles de tercera para enfermos reales o imaginarios, que no lo estar¨¢n tanto porque conf¨ªan m¨¢s en la m¨¢gica del agua que en la de las multinacionales de las pastillas. El balneario en Espa?a necesita convertirse en una moda para que alg¨²n d¨ªa pueda ser un instrumento de salud real y popular.
Conque, snobs subempleados, dedicaos a redescubrir el balneario, aunque el singapur slin os sepa ligeramente a azufre.
Gu¨ªa de balnearios espa?oles, en p¨¢ginas siguientes.
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