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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ?POCA
Tribuna
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Reivindicaci¨®n de la l¨ªrica

La l¨ªrica, o arte de la soledad, contrasta con el arte de la tragedia, propio del patetismo. El autor de este art¨ªculo hace un elogio de la contemplaci¨®n, la pasividad, la fusi¨®n subjetiva y sin distancias con la realidad, y asegura que en ella se pueden encontrar muchas claves y caminos para mejorar nuestro mundo, en el que la racionalidad, la explotaci¨®n de la naturaleza y el crecimiento sin freno son algunas de las causas de los disturbios que sufre. Este texto de elogio de la poes¨ªa y del temperamento l¨ªrico es una refundici¨®n del discurso le¨ªdo en su nombre en el acto de recepci¨®n del Premio Nobel de Literatura.

Frecuentemente me encuentro con la pregunta, sobre todo de parte de los extranjeros, de c¨®mo se puede explicar la gran afici¨®n a la poes¨ªa en mi pa¨ªs. ?Por qu¨¦ hay aqu¨ª no s¨®lo un inter¨¦s por los poemas, sino hasta una necesidad de la poes¨ªa, y por tanto la habilidad de entenderla, perceptiblemente m¨¢s grande que en otras partes?Este hecho se debe, en mi opini¨®n, a la historia de la naci¨®n checa en los ¨²ltimos 400 a?os y especialmente a nuestro resurgimiento nacional al principio del siglo XIX. La p¨¦rdida de la independencia pol¨ªtica en la Guerra de los Treinta A?os nos priv¨® de la elite espiritual y pol¨ªtica, porque ¨¦sta fue reducida al silencio o forzada a marchar del pa¨ªs, si es que no acab¨® en los pat¨ªbulos. En consecuencia, no s¨®lo se detuvo el desarrollo cultural, sino la lengua tambi¨¦n empez¨® a decaer y el pa¨ªs fue recatolizado y germanizado a la fuerza.

Al principio del siglo XIX, sin embargo, la influencia de la Revoluci¨®n Francesa y el Romanticismo aport¨® nuevos est¨ªmulos y un inter¨¦s renovado hacia los ideales democr¨¢ticos por un lado y por la lengua popular por el otro. La lengua se convirti¨® en la m¨¢s importante expresi¨®n de la identificaci¨®n nacional.

La poes¨ªa fue uno de los primeros g¨¦neros literarios que fueron resucitados. Lleg¨® a ser un factor importante del renacimiento cultural y pol¨ªtico y ya fue entonces cuando el pueblo sinti¨® un gran agradecimiento por los renovados intentos en el campo de la literatura checa. La naci¨®n, que hab¨ªa perdido su representaci¨®n pol¨ªtica y hab¨ªa sido privada de sus portavoces, buscaba un sustitutivo y lo extra¨ªa de las fuerzas espirituales que le hab¨ªan quedado.

De aqu¨ª viene el peso importante de la poes¨ªa en nuestra vida cultural, aqu¨ª est¨¢ la explicaci¨®n de su culto y su prestigio ya en el siglo pasado. Pero no s¨®lo entonces tuvo un papel importante. Floreci¨® en su plenitud tambi¨¦n a principios de nuestro siglo y entre ambas guerras mundiales, para convertirse en la m¨¢s significativa expresi¨®n de nuestra cultura nacional en la ¨¦poca de la guerra, en los tiempos del sufrimiento y amenaza del pueblo, y a pesar de todas las limitaciones externas y de la censura supo crear valores que daban fuerza y esperanza a la gente. La l¨ªrica tiene un papel importante en nuestra vida cultural, incluso despu¨¦s de la guerra, en los ¨²ltimos 40 a?os.

EL ESP?RITU DEL PUEBLO

Hay pa¨ªses donde la religi¨®n y sus predicadores, m¨¢s que nadie, cumplen este papel de refugio o bandera. Hay otros pa¨ªses donde el pueblo encuentra su imagen y su destino en las catarsis de los dramas, o lo reconoce en las palabras de los l¨ªderes pol¨ªticos. Otras naciones leen la expresi¨®n de sus preguntas y buscan las respuestas en los escritos de los ingeniosos y sabios pensadores; en otros lados a¨²n este papel lo cumplen los periodistas y los medios de comunicaci¨®n. En nuestro pa¨ªs es como si el esp¨ªritu del pueblo eligiera a los poetas para su personificaci¨®n y los convirtiera en sus portavoces.

Desde el punto de vista de un poeta, lo que acabo de decir es algo fabuloso. Pero ?no tiene este hecho su reverso de la moneda? ?No significa el peso excesivo de la l¨ªrica un desequilibrio dentro de la cultura? Admito que en la historia de las naciones puede haber ¨¦pocas o llegar circunstancias en las que la respuesta l¨ªrica es la m¨¢s propicia y f¨¢cil, o tal vez incluso la ¨²nica respuesta posible, con su capacidad de dar algo a entender a trav¨¦s de circunloquios, sugerencias y met¨¢foras, de velar los contenidos m¨¢s directos de la expresi¨®n literaria, de ocultarla ante los ojos indeseados. Tambi¨¦n admito que en nuestro pa¨ªs, y especialmente durante la opresi¨®n pol¨ªtica, el lenguaje de la l¨ªrica se hab¨ªa convertido en un lenguaje de sustituci¨®n, un lenguaje por tanto obligado, porque era el que mejor serv¨ªa para expresar todo aquello que no se pudo decir de otra manera.

Me preocupa la sospecha de que la tendencia y la afici¨®n a la l¨ªrica no puede ser la expresi¨®n ¨²nicamente de un estado de esp¨ªritu. El lirismo, por profunda que pueda ser su inmersi¨®n en la realidad, por rica y polifac¨¦tica que pueda ser su percepci¨®n de las cosas y vertiginoso su descubrimiento y, al mismo tiempo, su creaci¨®n de una dimensi¨®n interior de la humanidad, es ante todo un asunto de los sentidos y de los sentimientos; ¨¦stos alimentan su imaginaci¨®n, y al rev¨¦s, son ellos a quienes el lirismo se dirige.

Sin embargo, tanto para la plenitud de la vida interior de cada individuo como para la plenitud de la cultura de la sociedad se precisa, adem¨¢s de los sentidos y los sentimientos, la raz¨®n y la voluntad. La cultura es parcial cuando no se cultivan todos sus componentes y formas. Su plenitud, madurez y potencia, su valor para una persona y para la sociedad es tanto m¨¢s grande cuanto m¨¢s necesidades espirituales puede satisfacer.

?No significa la dominaci¨®n del lirismo, con su sensualidad y sentimentalidad, el retroceso de la esfera racional, con su capacidad anal¨ªtica, cr¨ªtica y su escepticismo? ?No quiere decir, adem¨¢s, que en la cultura no se aplica plenamente el elemento de la voluntad con su din¨¢mica y su patetismo?

?No podr¨ªa existir para una cultura orientada de manera tan unilateral la amenaza de dejar de cumplir con su misi¨®n en plena amplitud? ?Podr¨ªa una sociedad inclinada mayormente al lirismo tener siempre bastantes fuerzas para poder defenderse y asegurar su duraci¨®n?

No me preocupa tanto el peligro del posible descuido del componente de la cultura que se apoya en nuestras capacidades racionales, se desarrolla a base de reflexionar y encuentra su expresi¨®n en la constataci¨®n objetiva de las cosas y sus relaciones. Este componente, caracterizado por el distanciamiento de los asuntos y el equilibrio mental, no se deja adormecer, pero tampoco sale impacientemente al ataque; tiene, en nuestra civilizaci¨®n racional, utilitaria y pr¨¢ctica, las ra¨ªces lo bastante potentes en la necesidad de saber descubrir y utilizar los conocimientos. Se est¨¢ desarrollando con segura espontaneidad desde el Renacimiento. Es verdad que a veces tambi¨¦n se encuentra con la incomprensi¨®n y los obst¨¢culos externos, pero su lugar en nuestra cultura contempor¨¢nea es dominante, aunque se halla ante grandes problemas, porque tiene que buscar una nueva manera de incorporar su pensamiento conceptual y dar una nueva forma a la raz¨®n, ya que la raz¨®n no se puede quedar en la ¨¦poca pretecnol¨®gica.

REIVINDICACI?N DEL PATETISMO

Me preocupa la posible o real falta de patetismo. Hoy d¨ªa no encontramos esta palabra con demasiada frecuencia. Y si es que la utilizamos de cuando en cuando, es casi con verg¨¹enza. Nos parece anticuada como los viejos decorados de un teatro rom¨¢ntico, pasada de moda, como si significase algo as¨ª como declamaci¨®n mala, superficial y no vivida. Parece que hemos olvidado que se trata de un estado de tensi¨®n dram¨¢tico, de anhelo consciente, en¨¦rgico y resuelto -naturalmente no de los bienes materiales, sino de la justicia, de la verdad. El patetismo es un rasgo del hero¨ªsmo, preparado para sufrir, llevar todos los suplicios y listo para el sacrificio si hace falta. Utilizando la palabra hero¨ªsmo no me refiero, por supuesto, al viejo hero¨ªsmo de los manuales de historia y los libros de texto, el hero¨ªsmo b¨¦lico, sino a su nueva forma, al hero¨ªsmo que no blande las armas, es poco vistoso y aparatoso, a menudo completamente silencioso, civilizado.

Pienso que la cultura es completa, madura, duradera y con posibilidades de desarrollo s¨®lo cuando el patetismo tiene en ella su lugar, si lo entendemos y lo podemos valorar, y especialmente si somos capaces de sentirlo.

?Que me lleva a pensar esto? El patetismo con su heroicidad ser¨ªa impensable si no fuera acompa?ado por una profunda comprensi¨®n de las cosas, cr¨ªtica y abarcadora de todo, de la que no es capaz la l¨ªrica m¨¢s sensible, precisamente por su posici¨®n no cr¨ªtica, su falta distanciamiento, puesto que, de hecho, habla s¨®lo de su sujeto, y m¨¢s a¨²n, del sujeto fusionado con el mundo, un sujeto que forma una unidad con el objeto. El patetismo no ser¨ªa lo que es si no surgiese de la comprensi¨®n b¨¢sica del dilema de lo que hay y lo que tendr¨ªa que haber. Para que la sociedad fuera plena, tiene que entender su ¨¦poca tambi¨¦n de otra manera que la de la l¨ªrica.

S¨®lo la literatura que al lado de una cultura de pensamiento conceptual, de la cultura racional, posee no s¨®lo una vertiente l¨ªrica sino tambi¨¦n otra pat¨¦tica, dram¨¢tica, tr¨¢gica, incluso viva, puede insuflar bastante fuerza espiritual y moral como para que sus fuerzas alcancen a todas las tareas sociales. S¨®lo en el arte de la tragedia la sociedad crea y encuentra los ejemplos de sus posturas en las graves cuestiones morales y pol¨ªticas y aprende a ajustar las cuentas con ellas consecuentemente, no pararse en medio del camino. S¨®lo el arte de la tragedia con sus fuertes colisiones de intereses y valores despierta, desarrolla y cultiva en nosotros el lado social de nuestro ser, nos convierte en miembros de la colectividad y nos da la oportunidad de abandonar nuestra soledad. El arte de la tragedia, a diferencia de la l¨ªrica -"el arte de la soledad"- agudiza la capacidad de diferenciar lo importante y lo superfluo desde el punto de vista social, ense?a a descubrir las victorias, y saber, en general qu¨¦ es victoria y qu¨¦ es derrota.

Por eso me gustar¨ªa, mirando a mi alrededor, rodeado del afecto de los amantes de la l¨ªrica, testimoniar no el final de la tragedia, sino su renacimiento, el renacimiento del estado de esp¨ªritu pat¨¦tico, aquel estado de conmoci¨®n que se crea cuando algo se ha movido en nuestro interior y empezamos a querer aquello que consideramos justo y correcto y nos ponemos en contra de lo que hay aunque no tendr¨ªa que existir.

Mientras que el estado de esp¨ªritu l¨ªrico es el estado del individuo autosuficiente que revela su interior, identific¨¢ndose y fusion¨¢ndose con el objeto, el estado pat¨¦tico no conoce esta unidad del sujeto y el objeto. Nace de la tensi¨®n entre dos polos, la realidad y yo, es decir, mi imagen sobre c¨®mo tendr¨ªa que ser la realidad. El estado l¨ªrico no diferencia entre lo que hay y lo que tendr¨ªa que haber. Al sujeto l¨ªrico le es indiferente si su imaginaci¨®n est¨¢ influida por la realidad o por la ficci¨®n, la verdad o la alucinaci¨®n. La ilusi¨®n le parece tan real como la realidad le parece ilusoria. El estado l¨ªrico no se interesa por estas diferencias, no las confronta entre ellas ni ¨¦l se siente confrontado con ellas. El yo pat¨¦tico, en cambio, no s¨®lo ve estas diferencias, sino que se siente confrontado con ellas, observa que hay dos alternativas contrapuestas, dos posibilidades, y ¨¦l mismo se reconoce implicado en la tensi¨®n que se produce entre ambas. Precisamente esta tensi¨®n es lo que le pone en marcha. En el comienzo de este movimiento hay intranquilidad, descontento, indignaci¨®n, y su objetivo est¨¢ en conseguir un estado que se manifiesta como razonable, natural, bello y que tiene la forma del derecho, la justicia, la libertad, la dignidad humana.

En la grandeza moral y la l¨®gica de este movimiento no cambia en absoluto el hecho de que el objetivo se aleje cada vez m¨¢s y que ning¨²n acorde de armon¨ªa que anhela el patetismo sea definitivo. El movimiento del patetismo es similar a las ansias de nuestra emoci¨®n est¨¦tica mientras estamos percibiendo una obra de arte. La emoci¨®n tambi¨¦n aspira, siempre en vano, abarcar y agotar sus valores en la plenitud de su riqueza, saborear su estructura intelectual y formal; intenta alcanzar la satisfacci¨®n y la alegr¨ªa al mismo tiempo plena e imperecedera que proporciona la obra de arte.

UNA FUERZA INVENCIBLE

El patetismo siempre avanza, no se para en la tierra contempor¨¢nea, se alimenta de cosas bien distintas de los placeres del momento presente, sabe muy bien privarse de ellos. Sabe dominarse, ser disciplinado, asc¨¦tico en el buen sentido, no porque le obligan, sino a base de su propia decisi¨®n libre. Nada de esto le parece dif¨ªcil. S¨®lo sabe ser indiferente y fr¨ªo. Menos mal. Porque si no la sociedad se quedar¨ªa en un punto muerto y en un callej¨®n sin salida, la verdad ser¨ªa esclava del poder, el derecho utensilio de la fuerza bruta o, en otras palabras, de la injusticia y del abuso. La verdad no triunf¨® y no triunfar¨¢ ahora ni en el futuro sin el patetismo. A veces no triunfa ni ayudado por este factor. Pero en ese caso el patetismo convierte en algo m¨¢s incluso la derrota, todo lo que en otras condiciones podr¨ªa parecer la cat¨¢strofe fatal o el final. Transforma la derrota en el sacrificio, eleva el fracaso en un acontecimiento que forma parte de una unidad m¨¢s grande, en un suceso que era y es significante y cumple su misi¨®n en alcanzar el objetivo. Mientras retenemos dentro de nosotros el patetismo, nuestra esperanza perdura. Vencer el patetismo es imposible; sobrevive a sus derrotas. Las sobrevive tanto el patetismo de un individuo como el de las naciones, con seriedad, orgullo y dignidad. Est¨¢ por encima de los fracasos. Por eso es noble al mismo tiempo que ennoblecedor; sin ¨¦l no habr¨ªa m¨¢s que depresi¨®n y tristeza.

Y ahora, cuando he expresado lo que me ha preocupado durante mucho tiempo, despu¨¦s de aliviar mi ansiedad, siento no s¨®lo la necesidad sino tambi¨¦n el derecho de volver a la cuesti¨®n del lirismo y el estado de esp¨ªritu l¨ªrico.

Tengo unos cuantos motivos para ello. He nacido l¨ªrico y siempre he seguido si¨¦ndolo; durante toda la vida me he sentido bien en mi postura l¨ªrica y no reconocerlo ser¨ªa ingrato; necesito justificar esta actitud b¨¢sica m¨ªa ante m¨ª mismo, aunque sepa que en mis poemas a menudo han sonado incluso tonos que conten¨ªan un cierto patetismo, que llenaba tambi¨¦n mi cari?o, mi tristeza, mis ansias y preocupaciones.

Pero quiero hacer algo m¨¢s. Me gustar¨ªa interceder por el estado l¨ªrico en general. Defender esta actitud vital y elevar tambi¨¦n sus calidades, despu¨¦s de haber hecho mis reverencias al patetismo. Adem¨¢s de ser justo esto me parece extremadamente actual. No s¨®lo a causa del gran ¨¦nfasis que desde la ¨¦poca del Renacimiento nuestra cultura tradicional pone en el pensamiento conceptual racional que (junto con el desarrollo de nuestra componente volitiva) nos ha llevado hasta el estado social contempor¨¢neo, cuando sentimos la necesidad del cambio y la b¨²squeda de otras posibilidades de comprender nuestros problemas. Quiero hacerlo especialmente a causa de la sobredesarrollada tensi¨®n volitiva y las tendencias a agudizar querellas hasta enfrentamientos dram¨¢ticos. Me parece necesario cuando pensamos en la creciente agresividad del comportamiento en las relaciones sociales, se trate de agresividad causada por alguna especie de patetismo o de una agresividad destructora, incapaz de patetismo.

Porque mientras el estado de esp¨ªritu pat¨¦tico est¨¢ consumido por la impaciencia, desbordado por sus esfuerzos para intentar solucionar un estado de las cosas poco satisfactorio y lleva a cabo esta tarea con una actitud rect¨ªlinea y bien intencionada, aunque demasiado directa, el estado de esp¨ªritu l¨ªrico se encuentra marcado por la ausencia de tensi¨®n volitiva y consciente, es un estado de reposo que no es ni resignado ni impaciente. Es el estado de tranquila fruici¨®n de los valores sobre los que uno construye las bases m¨¢s profundas, interiores y fundamentales de su equilibrio y su capacidad de vivir en este mundo, vivir en ¨¦l de la ¨²nica manera posible, es decir, po¨¦ticamente, l¨ªricamente, si se me permite usar este giro de H?lderlin.

El patetismo nos empuja y consume, y en nuestra ansia de alcanzar el ideal es capaz de llevarnos al sacrificio y autoaniquilaci¨®n. En cambio, el lirismo nos hace reposar en su cari?oso abrazo. En vez de la colisi¨®n de fuerzas disfrutamos del placer del equilibrio que aparta las fuerzas de nuestro horizonte y nos permite no sentir su presi¨®n. En vez de chocar con los cantos del mundo que nos rodea, nos fusionamos con ¨¦l en la unidad e identificaci¨®n.

AGRESIVIDAD Y PASIVIDAD

El patetismo siempre necesita a su contrario, es agresivo. En el estado l¨ªrico uno se basta a s¨ª mismo. Y si en su soledad se dirige a otra persona y habla con ella, no es su enemigo. En estas circunstancias la parte opuesta, sea, la naturaleza, la sociedad u otro hombre es como si fuera una parte de ¨¦l mismo, otro participante de su mon¨®logo l¨ªrico. Nos dejamos penetrar con lo que en otras condiciones estar¨ªa en contra de nosotros, mientras que nosotros mismos tambi¨¦n lo penetramos. Nos perdemos en escuchar atentamente lo que nos rodea y precisamente de esta manera nos encontramos a nosotros mismos. Es as¨ª como alcanzamos la mayor autenticidad y la plena integridad. Aqu¨ª mismo, en esta autoentrega, encontramos nuestro lugar seguro.

El patetismo es activo, se esfuerza por lograr el prop¨®sito dado. En el estado l¨ªrico no intentamos conseguir nada, vivimos lo que ya tenemos, y nos entregamos al presente y a lo existente, aunque lo existente puede ser la evocaci¨®n del pasado. No es por indiferencia moral. ¨²nicamente nos movemos, o mejor dicho residimos, en otro nivel, nos hallamos en otra posici¨®n intelectual, sentimental, en que nuestra voluntad no tiene un inter¨¦s personal; no se trata de la ausencia, sino de la falta de inter¨¦s por los resultados.

Mientras que el patetismo tiene que insertar fuerza en su gesto y sabe ser violento en su dinamismo, su opuesto no utiliza la fuerza. No es violento y no le hace falta esforzarse en ser pac¨ªfico. Extiende su abrazo indefenso y su gesto es el del amor. No le sacude ni la inquietud del intelecto, ni las pasiones, no compite con el tiempo. A, su manera sabe negar el paso del tiempo y en sus momentos culminantes fusionarse con el tiempo en una especie de pausa interesada en una sola cosa: la permanencia en este estado.

La postura l¨ªrica no intenta convencer a los dem¨¢s. S¨®lo les ofrece la posibilidad de compartir lo que siente y vive ¨¦l mismo. Nada m¨¢s y nada menos. No va ni tan lejos como para adoptar una actitud. Le falta la distancia, porque est¨¢ unido con el paso del tiempo. Y si no toma posici¨®n, menos a¨²n es capaz de discutir.

Pero tal vez sea posible atreverse a otro paso y plantear la cuesti¨®n de la posible influencia del estado de esp¨ªritu l¨ªrico por ejemplo en la econom¨ªa, la ecolog¨ªa o en la pol¨ªtica, preguntar sobre la posible participaci¨®n del estado l¨ªrico en la transformaci¨®n de la consciencia humana en general.

El estado de esp¨ªritu l¨ªrico, aunque pueda parecer una paradoja, es capaz de contribuir a que la sensatez vuelva a nuestra civilizaci¨®n. Por ejemplo, ayudar a que la tecnolog¨ªa est¨¦ otra vez dirigida por la raz¨®n, naturalmente una raz¨®n unida a la vida y a la naturaleza de otro modo que a trav¨¦s de las abstracciones racionales, o sea, una raz¨®n distinta de la racional-utilitaria del pensamiento conceptual de la actualidad.

Se ofrece tambi¨¦n como un factor moderador de nuestro esp¨ªritu agresivo y din¨¢mico, de nuestra voluntad tan ambiciosa. Es cierto que el dinamismo y la voluntad, junto con la cultura del pensamiento conceptual, fueron la fuente de nuestro desarrollo tecnol¨®gico y econ¨®mico de nuestras revoluciones industriales y, por tanto, de la influencia imperialista en el mundo. No obstante, aportaron tambi¨¦n nuestros problemas de hoy d¨ªa y todos los reversos de la moneda que se hacen tanto m¨¢s notables cuanto mayores ¨¦xitos alcanza este esp¨ªritu din¨¢mico y agresivo. Es el esp¨ªritu de la conquista y ocupaci¨®n, de dominaci¨®n de la naturaleza tanto como de la gente, de los pueblos y de civilizaciones enteras, de la voluntad racionalizada del poder sobre la naturaleza y la gente. Es aquel estado de ¨¢nimo en el que nuestra voluntad intenta apoderarse de todo lo que puede, enriquecerse y amontonar bienes en vez de disfrutar las cosas sin haberlas subordinado. Esta ansia tan intensa puede ser equilibr da, controlada y llevada a otras actitudes distintas a la de la agresiva avidez, precisamente por medio de la posici¨®n l¨ªrica de una voluntad desinteresada. Si no ocurre as¨ª, se convierte en codicia.

Aparte de la necesidad de crear una nueva escala de valores, ?no representa el estado de esp¨ªritu l¨ªrico una de las posibles fuentes de la metamorfosis interior del hombre, y de esta manera tambi¨¦n uno de los caminos que le alejan de su insoportable actitud de usurpador que se pone fuera de la naturaleza, encima de ella y en contra de ella? ?No es ¨¦sta una de las posibilidades de superaci¨®n del concepto de naturaleza comprendida como una cosa dada al hombe, a su fuerza y su habilidad, para que se apodere de ella, la trate como su presa y alimente su insaciable avidez? ?Y no es, finalmente, el estado de esp¨ªritu l¨ªrico tambi¨¦n aquel cambio de la relaci¨®n hacia el Ser, reclamada por Heidegger? ?El cambio que se basa en dejar estar al Ser lo que es ahora para que m¨¢s tarde ¨¦l mismo se dirija hacia nosotros y se nos muestre en su fundamento lleno de sentido de tal modo que para nosotros se convierte en comprensible?

?Es posible no darse cuenta de que el lirismo personifica el polo opuesto del culto de la fuerza y el poder y se ofrece con plena naturalidad como uno de los factores correctivos de la tendencia a resolver las ,cuestiones sociales por medio del poder tecnol¨®gico, econ¨®mico, organizativo, pol¨ªtico, f¨ªsico, con un poder que, al fin y al cabo, no es otra cosa que el producto de la comprensi¨®n incompleta? Se le puede emplazar contra la idolatr¨ªa del trabajo y el rendimiento, contra la obsesi¨®n con la idea de dominar y explotar la naturaleza y el hombre; especialmente cuando el poder eleva el rendimiento y el perfeccionamiento de sus sistemas imperialistas en el inter¨¦s primordial, aunque se trate de sistemas que desde un punto de vista m¨¢s elevado no son nada funcionales y cumplen su tarea al precio de p¨¦rdidas de la dignidad humana, de valores no s¨®lo materiales sino tambi¨¦n ¨¦ticos, al precio de la p¨¦rdida de la concordia en el hombre y de las relaciones arm¨®nicas entre la gente.

LA FUNCI?N DE LA L?RICA

No quiero intentar convertir el lirismo en una fuerza o un arma pol¨ªtica y privar a la poes¨ªa y al arte en general de su misi¨®n personal¨ªsima e insustituible ni subordinar esta misi¨®n a otros intereses. No obstante, pienso y me atrevo a decir que el estado de esp¨ªritu l¨ªrico es algo que excede la esfera de la l¨ªrica, la poes¨ªa y el arte. Si se manifestase acentuadamente podr¨ªa imprimir nuevos rasgos positivos a la cultura y a todas las instituciones de la sociedad. Ayudar¨ªa al necesario cambio de la consciencia, al proceso que hoy ya se est¨¢ lentamente imponiendo, especialmente entre los artistas, y menos entre los que participan en la pol¨ªtica. A su manera tendr¨ªa un papel similar al de la meditaci¨®n m¨ªstica: ¨¦sta ha sido siempre pr¨®xima a la l¨ªrica, aunque comparada con ella es un medio o un instrumento demasiado exclusivo. Influir¨ªa de tal modo que la gente adquirir¨ªa la capacidad y las' ganas de llegar a apaciguar la voluntad y percibir la luz que se manifiesta solamente cuando la voluntad est¨¢ tranquila. Ser¨ªa como la meditaci¨®n m¨ªstica, la escuela de la percepci¨®n, la escuela de c¨®mo dejar la realidad que se nos presente ella sola.

No todas las culturas pueden cumplir esta misi¨®n. Tener esperanza s¨®lo en la cultura en s¨ª, en la Cultura en el sentido del cultivo y el refinamiento respecto a todo lo que hemos adoptado del pasado conducir¨ªa a la desilusi¨®n. Seguir¨ªa siendo siempre la tradicional cultura de la voluntad y la antigua raz¨®n. Aunque olvid¨¢semos que nuestra cultura sab¨ªa ser no s¨®lo intolerable (a pesar de que, seg¨²n la opini¨®n general, a la cultura se le atribuye la tolerancia), sino tambi¨¦n opresora, arrogante y mesi¨¢nica, insensible para muchos valores importantes, no podemos dejar de darnos cuenta de que la legitimidad de estos valores suyos tradicionales est¨¢ m¨¢s quebrantada.

Esta misi¨®n la puede cumplir hoy s¨®lo una cultura basada en un estado de consciencia bastante modificado. Y aqu¨ª precisamente veo una gran oportunidad y un gran papel para el lirismo y la l¨ªrica, para un estado de esp¨ªritu caracterizado por la identificaci¨®n con el mundo, la compenetraci¨®n, la simpat¨ªa, la compasi¨®n y la voluntad no interesada. Su sabidur¨ªa, aunque en ella tendr¨ªa el papel principal un elemento tan irracional como el amor, no tendr¨ªa por qu¨¦ ser menor que la sabidur¨ªa de la cultura actual.

Hasta tengo ganas de afirmar que s¨®lo ¨¦sta ser¨ªa la cultura feliz y verdaderamente ben¨¦fica, como es menester.

Ahora, mientras digo esto, me asalta una cuesti¨®n que en este momento no me parece m¨¢s que ret¨®rica: ?no est¨¢ el patetismo alimentado y empujado precisamente por la visi¨®n de esta ben¨¦fica comprensi¨®n de las cosas y su sabia disposici¨®n a base de simpat¨ªa y compasi¨®n? ?No es el patetismo un intento de atravesar la propia sombra y de regresar a una Arcadia donde lo razonable, justo y natural equivale a la realidad? ?No es s¨®lo el regreso al idilio, es decir, al estado en el que no sentimos ning¨²n poder ajeno sobre nosotros y desaparece la contradicci¨®n entre lo que hay y lo que tendr¨ªa que haber, el estado en que raz¨®n y poder, ¨¦tica y pol¨ªtica pueden sentarse a la misma mesa? ?Y, al fin y al cabo, no es el para¨ªso perdido., tan ansiado por el patetismo, el mundo del lirismo? ?No es precisamente la poes¨ªa, la l¨ªrica, uno de los mejores art¨ªfices e int¨¦rpretes de este para¨ªso?

Diciendo estas palabras tengo la tentaci¨®n de pasar de l¨ªrico de nacimiento a l¨ªrico de convicci¨®n, l¨ªrico por elecci¨®n.

Jaroslav Seifert poeta checoslovaco, obtuvo en 1984 el Premio Nobel de Literatura. Traducci¨®n: M¨®nika Zgustov¨¢.

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