Barbarie en Bruselas
Record¨¦, con pesar esta vez, el aforismo de Wilde: "La naturaleza sigue al arte". Estaba presentando en Madrid un libro sobre el Mediterr¨¢neo y los b¨¢rbaros: una semana despu¨¦s se ilustraban macabramente mis hip¨®tesis en un partido de f¨²tbol en Bruselas. Muchos se preguntan desconcertados c¨®mo es posible que los ingleses, modelo de contenci¨®n, fair play y flema, se comporten repentinamente como v¨¢ndalos. La cuesti¨®n viene de lejos y no se comprende por qu¨¦ se ha confundido tecnolog¨ªa con civilizaci¨®n, alfabetizaci¨®n con nivel cultural, y elites ilustradas con caracteres nacionales.Hay culturas que no son civilizadas. Civilizaci¨®n viene de c¨ªvitas, ciudad, y es el modo de ser generado por la vida urbana, el contacto diario en ¨¢gora y mercado, la apertura al trasiego humano y la noci¨®n de los l¨ªmites que una ciudad -los egipcios la defin¨ªan como encrucijada dentro de la muralla- conlleva. Cultura viene de cultivo, y es el modo de ser generado por la vida rural, a partir de la revoluci¨®n neol¨ªtica que asent¨® a los n¨®madas primitivos en aldeas agrarias y caser¨ªos dispersos. B¨¢rbaro es el primitivo progresista, agitado del sopor ahist¨®rico por contacto con culturas o civilizaciones lim¨ªtrofes a las que penetra y ataca. La barbarie es un per¨ªodo transitorio entre primitivismo inofensivo y culturizaci¨®n o civilizaci¨®n.
Ninguno de estos conceptos es manejable a corto plazo, el paso de uno a otro nivel requiere siglos. Las culturas que aparecen en el 8000 antes de Cristo en Mesopotamia se civilizan en el 4000 antes de Cristo, y desde este foco se difunden las ciudades hacia el valle del Nilo, el Indo y el Hoang-ho, y despu¨¦s a la cuenca del Mediterr¨¢neo, hacia el 1000 antes de Cristo. Al norte del Loira y del Danubio, en la Europa del Norte, las ciudades aparecen a partir del siglo XIII. Dato sorprendente y fundamental, pues nos indica que los pa¨ªses que han acaudillado la revoluci¨®n industrial e impuesto el modelo econ¨®mico y social de Occidente desde 1750 son pa¨ªses con s¨®lo 600 a?os de tradici¨®n urbana; EE UU y Rusia, con 200, frente a los 3.000 del Mediterr¨¢neo.
La civilizaci¨®n minoica de Creta fue la quintaesencia de lo mediterr¨¢neo: era una sociedad matriarcal sin ej¨¦rcito ni murallas. Fue destruida por los arios, y de su mezcla con los invasores dorios naci¨® la Grecia de Pericles. Hermanas de esta civilizaci¨®n fueron Tartesos, en el solar de Al-Andalus, con sus leyes en verso, sus toros neocretenses y sus danzarinas con cr¨®talos o casta?uelas -que evocan el eco lejano del casta?etear de los dientes de Ap¨®dita al emerger desnuda en las playas de Creta-, y los etruscos, con su pintura naturalista y la sonrisa arcaica, asentados en el solar toscano del Renacimiento.
El s¨ªmbolo de Europa, su mito ancestral, es la doncella raptada por el toro: la civilizaci¨®n matriarcal agredida por la violencia b¨¢rbara. As¨ª la historia se repiti¨® con los latinos atacando Etruria, los germanos invadiendo el imperio romano, los franceses destruyendo la civilizaci¨®n occitana de los trovadores, los guerreros norte?os Al-Andalus, hasta que, con el Renacimiento y la urbanizaci¨®n del norte de Europa -Estocolmo se funda en el a?o 1600, fecha en que se introduce el tenedor en Inglaterra- parec¨ªa definitivamente resta?ada la fisura b¨¢rbara en el cuerpo de una Europa civilizada.
La ciencia mecanicista y la Ilustraci¨®n, los grandes pensadores y poetas alemanes y anglosajones, los avances innegables de la racionalidad y la t¨¦cnica nos hicieron reclamar para el Sur el modelo n¨®rdico. Ortega acall¨® a Unamuno y tild¨® de insensato el castizo "?Que inventen ellos!". As¨ª las cosas, cuando Occidente parec¨ªa embarcado en una era dorada de progreso t¨¦cnico y cultural, estallan las dos guerras civiles de Europa, tambi¨¦n llamadas mundiales para repartir responsabilidades. Madariaga coment¨® amargamente: "Cuando Ortega nos hab¨ªa convencido de imitar a Europa, la modelo se le volvi¨® loca".
?Qu¨¦ hay detr¨¢s de Coventry o Dresde, de Auschwitz y Katin? Hay una desmesura y una violencia que no se dome?a con la alfabetizaci¨®n ni se compensa con fil¨®logos y museos. Dec¨ªa Madariaga, y la frase fue pol¨¦mica, que puede ser m¨¢s civilizado un campesino andaluz o un pastor de Le¨®n que el viajero ingl¨¦s que los contempla como etn¨®grafo. Y es que la cultura y la civilizaci¨®n no se improvisan: no basta ser rico para tenerlas, es menester sabidur¨ªa, solera, sutileza y una larga historia, cualidades que los nuevos ricos no poseen. La teor¨ªa seg¨²n la cual la sangre joven de los b¨¢rbaros redimi¨® a los degenerados sure?os de su interminable invierno de Capua era propia de la ¨¦poca del desarrollismo entusiasta; ahora son los propios j¨®venes n¨®rdicos quienes viajan al Sur y reivindican la noci¨®n de la medida, denunciando en los partidos verdes y pacifistas la falacia del desarrollo sin l¨ªmites, la racionalidad agresiva y el trabajo como fin en s¨ª mismo. Quiz¨¢ los comedidos ap¨¢ticos y esc¨¦pticos
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sure?os ten¨ªan sus razones para tomar la vida con sosiego, que no era degeneraci¨®n o molicie, sino mesura nacida del conocimiento.
Que hay en Inglaterra o Alemania minor¨ªas de un refinamiento exquisito es indudable, pero en el trasfondo de las elites que imprimen la imagen internacional de estos pa¨ªses se tiende reprimido un pueblo violento y agresivo, que se emborracha sin medida a d¨ªas fijos y que, al pasar las fronteras y abandonar los mecanismos de contenci¨®n de su pa¨ªs, se desborda y se excede.
Los hinchas hooligans ingleses del Liverpool se excitan por el alcohol o el entusiasmo competitivo, y no saben comedirse, arremeten blandiendo cuchillos contra los espectadores italianos, m¨¢s ruidosos y gesticulantes que ellos, pero menos inclinados a pasar a las manos; los italianos huyen atropelladamente, y se produce la cat¨¢strofe. Los t¨®picos son t¨®picos porque son verdad, y aqu¨ª cada bando estuvo en su t¨®pico y t¨ªpico papel.
El Gobierno brit¨¢nico busca, desolado, soluciones al vandalismo de los supporters. Chirac ya los hab¨ªa proscrito de Par¨ªs hace unos a?os por similar, si no tan luctuoso, comportamiento; y los sectores moderados y bieripensantes, krausistas de nuestro pa¨ªs se preguntan sorprendidos c¨®mo es posible que los ingleses hagan esto: ?pero no quedamos en que los cultos eran ellos, y nosotros los atrasados? ?No ¨¦ramos los del Sur quienes deb¨ªamos europeizarnos imitando a los del Norte?
Los tres milenios de vida urbana en el Mediterr¨¢neo pesan mucho, los seis siglos de urbanizaci¨®n en el Norte pesan cinco veces menos. Y es este desequilibrio entre progreso tecnol¨®gico y falta de tradici¨®n civilizada lo que explica el uso vulgar que se ha dado a la tecnolog¨ªa y la b¨¢rbara supeditaci¨®n del hombre a la m¨¢quina en las sociedades industriales organizadas seg¨²n el modelo econ¨®mico de los utilitaristas ingleses.
Conviene tener presente todo esto a la hora de entrar en el Mercado Com¨²n, porque hay formas de vida, elementos cualitativos de trato humano y mesura que los del Sur podemos aportar y a los que, en cualquier caso, no podemos renunciar. El nivel de vida en Occidente ha llegado a cotas de bienestar que permiten plantearse cuestiones de calidad, para lo cual ser¨¢ preciso que los pa¨ªses del Norte vuelvan sus ojos al Mediterr¨¢neo, m¨¢s experto que ellos en disfrutar el nivel material alcanzado. La era de la cantidad y la eficacia tuvo que ser n¨®rdica; la era de la cualidad y la est¨¦tica ha de ser mediterr¨¢nea.
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