El quite chapuza
El Soro se hizo presente alborotador y gesticulante, mientras cruzaba el ruedo hacia toriles. All¨ª esper¨® la salida del toro, de rodillas, para darle la larga cambiada a porta gayola. Ya que estaba, dio cuatro. A continuaci¨®n, ver¨®nicas, juntas las zapatillas sin enmendarse lo que se dice nada. Fueron las ¨²nicas ver¨®nicas que se vieron ayer en la plaza de Valencia sin que los diestros dieran el paso atr¨¢s o perdieran terreno. Coloc¨® al toro en suerte por rojerinas. Hizo un quito por chicuelinas. El Soro hac¨ªa lo que sab¨ªa y lo hac¨ªa bien. La plaza era un manicomio. Las gentes de Foios, el pueblecito huertano donde naci¨® y cultivaba lechugas El Soro, repet¨ªa el nombre de su hijo ilustre en un clamor.Y en esas est¨¢bamos cuando, ya cambiado el tercio, ante la general sorpresa, Manzanares avanz¨® a la palestra la solemnidad de su categor¨ªa profesional indiscutida, dispuesto a sentar la c¨¢tedra de su finura. Lo hizo por chicuelinas, para que aprendieran El Soro. A la primera, un telonazo, el toro se le escap¨® al caballo de picar, que se hab¨ªa detenido junto a chiqueros. La segunda la dio desairada y una pierna aqu¨ª, otra all¨¢. La tercera derivaba al capoteo de s¨®rdida brega. Los manzanaristas, que hacen n¨²mero en todas partes, ovacionaron el quite chapuza. Pero el c¨¢tedro daba sensaci¨®n de rid¨ªculo al regresar al burladero.
Plaza de Valencia
27 de julio. Octava corrida de feriaCuatro toros de Bernardino Jim¨¦nez (el quinto, sobrero); primero y tercero de El Madrigal. En general, flojos y manejables. Jos¨¦ Mari Manzanares. Estocada trasera desprendida (oreja con protestas). Estocada ca¨ªda (silencio). Jos¨¦ Antonio Campuzano. Estocada trasera ca¨ªda (oreja). Estocada corta (silencio). El Soro. Estocada (palmas). Estocada corta perpendicular (divisi¨®n).
El origen de esta competencia apuntada est¨¢ en los guantazos que se dieron El Soro y Manzanares en este mismo ruedo hace unos meses. Manzanares no ha debido olvidar la dureza de manos del huertano y seguramente su prop¨®sito era desquitarse como hacen los toreros: ante el toro. Lo que sucedi¨®, sin embargo, fue que equivoc¨® el momento, el modo y la forma. A qui¨¦n se le ocurre, cuando El Soro daba gusto al sorismo con su hiperb¨®lico toreo de casal fallero; a qui¨¦n se le ocurre, por chicuelinas, un lance desacreditado; a qui¨¦n se le ocurre, mediante un quite chapuza.
Para refrendar su hegemon¨ªa, tuvo mejor ocasi¨®n en sus toros, escasos de fuerza y temperamento, y no la aprovech¨®. Al primero, a¨²n le lig¨® los pases en redondo, templ¨¢ndolos con arte, y si utiliz¨® el alivio del pico y no cargaba la suerte, queden sometidos estos matices a la consideraci¨®n de los eruditos. Pero en el cuarto, que se quedaba cortito, ni ligaz¨®n ni temple le sal¨ªan. Otros arrestos y otras capacidades t¨¦cnicas debe aportar el que quiera ostentar su primac¨ªa, aunque sea a costa de El Soro.
Tras el quite chapuza, El Soro prendi¨® tres pares de banderillas desiguales, excelente el segundo, saliendo de tablas y acudiendo de frente a la reuni¨®n. Luego el toro, tercero de la tarde, se le vino abajo, huy¨® a chiqueros y no pudo sino igualar y matar. Al sexto, de m¨¢s viveza y casta, tampoco le hizo faena, pues pretend¨ªa administrarle p¨¦ndulos sin pas¨¢rselo por la faja, y el toro no estaba por la labor.
Toda la corrida sali¨® discretita de trap¨ªo, floja, de media casta. A la altura del quinto, la gente ya estaba harta e hizo devolver un toro cojo de El Madrigal. Tambi¨¦n hizo devolver al sobrero, de Bernardino Jim¨¦nez, no se sabe muy bien por qu¨¦ raz¨®n; acaso porque no pesaba m¨¢s que 463 kilos. La verdad es que el toro ten¨ªa trap¨ªo, pero ante la furibunda reacci¨®n del p¨²blico, que arrojaba al ruedo almohadillas, botes y el completo surtido de los productos de la huerta, el presidente opt¨® por sacar el pa?uelo verde para evitar complicaciones, que pod¨ªan desembocar en un conflicto de orden p¨²blico.
El segundo sobrero, asimismo de Bernardino Jim¨¦nez, era a¨²n m¨¢s flojo, se quedaba corto, y Campuzano lo traste¨® sin convicci¨®n, m¨¢s atento a igualar que a aguantar las embestidas. Mejor hab¨ªa estado en su toro anterior, descompuesto por el pit¨®n derecho aunque noble por el izquierdo, al que lig¨® naturales cit¨¢ndole seg¨²n mandan las normas cl¨¢sicas, es decir, ofreciendo mediopecho. Las normas cl¨¢sicas, en cambio, mandan tambi¨¦n que al toro hay que darle la distancia adecuada a sus pies, y Campuzano no le daba ninguna, se colocaba muy encima ahog¨¢ndole la embestida.
En la cuadrilla de Manzanares iba Mart¨ªn Recio, que tuvo que saludar montera en mano por un par de banderillas, como es natural. Que Mart¨ªn Recio salude montera en mano en todas las corridas y en todas las plazas es lo m¨¢s natural del mundo. En este momento taurino Mart¨ªn Recio es la figura m¨¢xima de los subalternos y suscita el entusiasmo de los p¨²blicos, quiz¨¢ m¨¢s en banderillas que con el capote, pese a que con el capote precisamente es un aut¨¦ntico maestro.
Acabada la corrida El Soro estuvo a punto de protagonizar un incidente. El triunfo que buscaba se le hab¨ªa ido en su falta de decisi¨®n al muletear el sexto toro. Mientras le dedicaban una apasionada divisi¨®n de opiniones, hizo que abandonaran la plaza sus peones y se qued¨® en el centro del ruedo en actitud desafiante. Cayeron entonces almohadillas. Por fortuna, El Soro corrigi¨® el gesto, cogi¨® un pu?ado de arena y lo bes¨®. Lo cogi¨®, por pura casualidad, en el sitio donde se hab¨ªa producido el quite chapuza. Cosas del destino.
Babelia
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