Dos lecturas del Acta de Helsinki
Hace 10 a?os, cuando se firmó el Acta de Helsinki, Pravda publicó íntegramente este documento, que hoy resulta prácticamente imposible de encontrar en las librerías moscovitas, pese a que las autoridades soviéticas aseguran haberlo editado en cantidades suficientes.Sacar una copia del viejo ejemplar de Pravda supone para un ciudadano soviético de a pie someterse al estricto control que pesa sobre las máquinas fotocopiadoras, cuyo uso público está celosamente vigilado por las instituciones oficiales monopolizadoras de la difusión de información.
Lo que sí existe actualmente en la URSS en estos días son folletos explicativos de la conferencia de Helsinki y del proceso que ha seguido, y aquí la URSS da su interpretación y balance de aquel foro que cerró el ciclo de posguerra iniciado con Yalta y Postdam, abrió las bases de una mayor cooperación Este-Oeste y culminó el proceso de distensión internacional entre 33 Estados europeos (todos menos Albania), Estados Unidos y Canadá.
La conferencia de Helsinki es "efectivamente la coronación de todo lo que de positivo ha sido realizado hasta el día sobre el continente europeo", escribía en 1975 Konstantín Chernenko en un artículo aparecido en la revista especializada Vida Internacional. Chernenko, que había acompa?ado a Leonid Breznev a la capital finlandesa aquel verano, concluía que la conferencia "es al mismo tiempo el punto de partida para la progresión ulterior y armónica de Europa hacia horizontes nuevos".
Los pronósticos de Chernenko se han visto considerablemente mermados en la práctica una década después, pero en agosto de 1975 Breznev, que desde finales de los sesenta abogaba por una conferencia paneuropea, podía respirar tranquilo porque había ganado una batalla. Las fronteras europeas surgidas de la II Guerra Mundial habían encontrado una nueva y más amplia legitimación. Los países occidentales, reconocían de hecho la división de Europa y se comprometían a no modificar las fronteras existentes "por la fuerza o con al amenaza de fuerza".
Inviolabilidad de fronteras
"Ello no significa que las fronteras no puedan ser modificadas por la vía del acuerdo o la convergencia a largo plazo", se?ala un veterano diplomático occidental. La precisión, rechazada vehementemente desde la URSS, es importante en el caso de la RFA, que "se reserva el derecho a una reunificación con la RDA".
La "peligrosísima tendencia a favor de una revisión del statu quo territorial en Europa, de las fronteras estatales de ciertos países ( ... ) es totalmente contraria a las ideas, principios y previsiones del acta final", se?ala un balance de los resultados de Helsinki recientemente editado por el comité soviético de seguridad y cooperación europea.
La clave de la divergencia está en el modo de considerar el Acta final de Helsinki, ya que la URSS le da valor de documento vinculante de derecho internacional, conteniendo principios obligatorios para los países occidentales; sin embargo, el acta no tiene valor de tratado jurídico internacional, sino de compromiso diplomático y político. No existe ningún organismo permanente encargado de vigilar su cumplimiento, y su violación no puede llevarse ante los tribunales internacionales. "En Europa, excepto en el caso de Austria, no hay un tratado de paz que haya finalizado la II Guerra Mundial", puntualiza un diplomático occidental.
Hoy, el Este y Occidente se hacen reproches mutuos sobre los puntos contenidos en el Acta de Helsinki y supuestamente descuidados por la otra parte. La URSS se centra en materias de desarme y cooperación económica. En esta última categoría condena la existencia del Comité Coordinador de Controles Exportadores (COCOM), que restringe las exportaciones de tecnología susceptible de uso militar. Arremete también contra los embargos agrícolas y tecnológicos impuestos por la Administración norteamericana. La parte occidental centra sus reproches en el respeto a las libertades y los derechos humanos en la URSS.
Periódicamente, la URSS hace recuento de todas las propuestas de desarme realizadas al calor de Helsinki y rechazadas sucesivamente como insatisfactorias por los occidentales.
Desde Washington se acusa a la URSS de haber utilizado el proceso de distensión sellado en Helsinki para aumentar su influencia geográfica (Afganistán) y su potencia de armamento. Desde Moscú se asegura que "la política de continuación de la carrera de armamentos lanzados por Estados Unidos a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta tiene por objeto "alterar el equilibrio aproximado de fuerzas Este-Oeste" y está "en total contradicción con las disposiciones clave del acta final". ?sta estableció la obligatoriedad de notificar la celebración de maniobras de envergadura por parte de la OTAN y el Pacto de Varsovia y el envío de observadores. Las dificultades de verificación y la falta de confianza mutua siguen entorpeciendo hoy en día el proceso para lograr una mayor seguridad en el continente.
En materia de derechos humanos y libertades, Occidente ha reprochado a la URSS convertir a los individuos en rehenes del clima político internacional, haciendo depender del deterioro o mejora de éste la suerte personal de disidentes y potenciales emigrantes. La URSS considera que la divisa de los derechos humanos y la libertad de información ha servido de pretexto a Occidente para injerir en los asuntos internos de la URSS. Y en nombre de este argumento se ignoran gestiones como la realizada en 1984 por el presidente francés Fran?ois Mitterrand en favor del físico disidente Andrei Sajarov, exiliado en la ciudad cerrada por Gorki desde 1980.
Diez mandamientos de paz
Moscú pone el énfasis en los 10 principios que inauguran el Acta final de Helsinki -los diez mandamientos de paz-, entre los que se encuentra el respeto a los derechos del hombre y de las libertades fundamentales, además de la no injerencia en los asuntos internos y la inviolabilidad de las fronteras. Estos principios fueron recogidos por la Constitución soviética de 1977, pero en la práctica se prestan a interpretaciones distintas a la occidental. La URSS centra los derechos humanos en el derecho al trabajo, a la seguridad en distintos ámbitos y a la existencia en un mundo pacífico. La situación de los indios o de los negros en Estados Unidos es uno de los temas de contraataque soviético cuando, desde Occidente, se protesta por el tratamiento dado a los grupos disidentes, entre ellos los fundados para vigilar el cumplimiento de los acuerdos de Helsinki.
La disidencia es un fenómeno residual hoy en la URSS. Muchos de los integrantes del movimiento disidente surgido del clima de liberalización creado por Jruschov y de la distensión han emigrado; otros, como Sajarov o su esposa, Elena Bonner, han sido apartados del contacto con periodistas occidentales en Moscú. Una tercera categoría -en la que figura Anatoli Schcharanski o el médico Yuri Orlov- han sido encarcelados. El Zamisdat (publicaciones clandestinas), que produjo miles de documentos entre 1960 y 1980, está prácticamente liquidado. La intolerancia del sistema frente a la opinión divergente se extiende incluso a marxistas críticos, como el historiador Roy Medvedev, que sigue siendo objeto de vigilancia domiciliaria bajo el mandato de Gorbachov.
Por otra parte, la emigración en nombre de los principios humanitarios de la reunificación de familias ha disminuido vertiginosamente en los últimos cuatro a?os, y ello afecta sobre todo a los ciudadanos de origen judío. El número de emigrantes judíos fue de 37 en junio pasado, una de las cifras más bajas jamás registradas. La emigración hebrea, posibilitada por el Acta de Helsinki, alcanzó su tope en 1979, cuando emigraron más de 50.000 personas. En 1984 el número se había reducido a 1.000.
La solicitud de emigración comporta en la URSS una marginación que puede pasar por la pérdida del trabajo y diversas presiones. Esta marginación se prolonga a veces durante los largos a?os de repetida negación de visado, y llega en ocasiones al proceso y la condena. La semana pasada, un activista judío, Dan Shapiro, apareció arrepentido en la televisión para asegurar que había sido víctima del sionismo internacional. Shapiro había sido arrestado el pasado diciembre, tras haber manifestado ante las instituciones soviéticas pidiendo la libre emigración y la liberación de las personas encarceladas que desean emigrar.
El Acta Final de Helsinki ha sido invocada por Espa?a para solicitar de la URSS que deje emigrar al asturiano Adolfo González, un ni?o de la guerra que llegó a ocupar un alto puesto en la Administración soviética, a quien la URSS le niega repetidamente el visado desde 1978.
Los matrimonios con extranjeros no se impiden hoy en la URSS, pero tales iniciativas son desalentadas por la prensa soviética con historias de espías occidentales que abusan supuestamente de la buena fe de los ciudadanos locales, quienes, por otra parte, llegan a pagar grandes sumas por contraer matrimonio ficticio con un ciudadano extranjero, esperando así poder emigrar.
La normativa legal para los contactos entre ciudadanos soviéticos y extranjeros se ha hecho más restrictiva en los últimos a?os. Las condiciones de trabajo de los periodistas acreditados en la URSS han mejorado algo con Helsinki, pero una parte del territorio de la URSS está cerrado a cal y canto para el forastero, y cualquier desplazamiento fuera de Moscú y sus alrededores debe ser comunicado a las autoridades soviéticas, quienes pueden desaconsejar el viaje.
Periódicos y revistas occidentales -exceptuando los de partidos comunistas y prosoviéticos- se encuentran con dificultades en los hoteles para extranjeros y están ausentes en los quioscos de la calle. Con algunas excepciones, la Prensa occidental se recibe normalmente por correo cuando de ciudadanos extranjeros se trata. Ello no impide que ciertos ejemplares no lleguen nunca, otros lleguen con los fajos abiertos y que la correspondencia particular se reciba abierta, previo paso por la Oficina Internacional de Correos de la URSS.
La información occidental llega al ciudadano de la URSS por las ondas cortas -La Voz de América, Radio Liberty, BBC, Deutsche Welle-, cuyos servicios de información, especialmente dirigida hacia la URSS, son considerados por Moscú contrarios al Acta final de Heisinki.
El periodista occidental que cruza la frontera soviética puede llevar consigo, para su trabajo, una carpeta de recortes de prensa. Es un logro de la distensión. Los libros pueden ser todavía confiscados si el aduanero de turno decide que tienen carácter antisoviético. Así, durante el 12? Festival Internacional de la Juventud, que actualmente se celebra en Moscú, entre la literatura antisoviética confiscada se encuentra el informe Norte-Sur, preparado por la comisión Willy Brand, y varias biblias, según aseguran fuentes occidentales.
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