Batalla integrista por imponer la ley isl¨¢mica en Egipto
El jeque religioso Hafez Salama anunci¨® a mediados de junio una marcha verde desde su mezquita cairota de Al Nur (La Luz) hasta el palacio de Uruba, sede de la jefatura del Estado, para exigir la inmediata aplicaci¨®n de la sharia. Pero la prohibici¨®n de la manifestaci¨®n por el Ministerio del Interior, respaldada a posteriori por la sentencia de un tribunal y algunas detenciones preventivas, bast¨® para disuadir a su instigador de su prop¨®sito.Un mes m¨¢s tarde, volvi¨® a la carga, en un clima enrarecido, intentando organizar en la plaza Abdin, frente al antiguo palacio real, un mitin-debate sobre la ley cor¨¢nica. El juez Abdel Moneim Geira abrog¨® una nueva prohibici¨®n gubernamental, y el ministro del Interior, Ahmed Rushdl, debi¨® de pensar que no pod¨ªa permitirse el lujo de una convocatoria cada mes. Y decidi¨® actuar.
Las v¨ªctimas de la redada policial no se podr¨¢n quejar de no haber sido prevenidas. "Advierto, advierto, advierto de nuevo", dijo el presidente, Hosni Mubarak, sali¨¦ndose del texto escrito del discurso que pronunci¨® a finales de junio, "que el Gobierno no tolerar¨¢ ni unsolo momento a ninguna tendencia que se crea capaz ( ... ) de imponer por la fuerza sus puntos de vista, caprichos e insaciables ambiciones". "No queremos leyes", agreg¨®, "que otorguen privilegios a una comunidad o a otra
D¨ªas despu¨¦s, el Ministerio del Interior ordenaba suprimir medio mill¨®n de pegatinas confesionales que decoraban los veh¨ªculos particulares y p¨²blicos. Mientras, el titular de la cartera del Patrimonio Religioso recordaba que era necesario su permiso para los sermones en las mezquitas, prohibiendo de facto a Salama hacer uso de la palabra, y, nombraba a jeques leales al frente de los templos frecuentados por integristas.
La amenaza de retirar por un a?o el permiso de conducir a aquellos que exhibiesen pegatinas surti¨® efecto, y aunque a veces fueron sustituidas por un crucifijo o un ejemplar del Cor¨¢n, los vistosos esl¨®ganes Al¨¢ es grande, Amo a Jes¨²s, Para Dios la religi¨®n es el islam y Jesucristo es mi pastor desaparecieron en menos de 24 horas. Pero, en cambio, los fieles musulmanes se resistieron a escuchar las pl¨¢ticas de los predicadores impuestos, a quienes incluso se les impidi¨® risicarnente subir al estrado para tomar la palabra.
En este ambiente tenso, la nueva convocatoria de una concentraci¨®n por Hafez Salama y su Sociedad de Conducta Isl¨¢mica rompi¨® la tregua de facto instaurada en 1982 entre las fuerzas de orden p¨²blico y los fundamentalistas. En la noche del pasado 13 de julio, la polic¨ªa le detuvo en su ciudad natal de Suez, mientras en El Cairo, Alejandr¨ªa y El Fayum eran apresados a lo largo del mes otros 63 extremistas, incluido el hermano mayor del teniente Jaled al Istambuli, jefe del comando que asesin¨® a Anuar el Sadat en octubre de 1981.
La seguridad del Estado
Salama y sus partidarios han sido acusados de "socavar la seguridad del Estado", mientras sus seguidores a¨²n en libertad no pueden ya orar los viernes, d¨ªa festivo para el Islam, en su c¨¦ntrica mezquita de Al Nur, situada a escasa distancia de la catedral copta ortodoxa de Abassiye, cerrada al culto y a la que el ministerio ha otorgado generosamente nada menos que 250 millones de pesetas para obras de reforma.Vestidos con la tradicional t¨²niea blanca (gallabya) de los integristas, apenas dos centenares de fieles (30 veces menos que de costumbre) gritan ahora el viernes en un parque adyacente, bajo la estricta vigilancia de una brigada antidisturbios: "Ni jud¨ªos ni comunistas: Islam"'; o invocan y ensalzan el nombre de Dios.
"Ahora que est¨¢ encerrado, ?d¨®nde est¨¢n los seguidores de Salama?", se pregunt¨® ante la Prensa el ministro Rushdi. "Es evidente", a?adi¨®, "que no representa a nadie; es un loco que ha cometido demasiados errores y debe pagar las consecuencias".
Los m¨¦todos turbulentos de la Sociedad de Conducta Isl¨¢mica no son, desde luego, secundados por los partidos pol¨ªticos y asociaciones musulmanas pero, en contra de las tesis de la Prensa gubernamental, Salama no es "un marginal del islam". Sus reivindicaciones sobre la prohibici¨®n del consumo de bebidas alcoh¨®licas, la supresi¨®n de los intereses bancarios y la entrada en vigor de castigos f¨ªsicos para los criminales son compartidas por un amplio espectro de la sociedad egipcia.
Desde el supuestamente laico Neo Wafd, en cuyo grupo parlamentarlo militan ocho diputados integristas, hasta el reci¨¦n legalizado partido Al Umma, pasando por la poderosa Hermandad de los Hermanos Musulmanes y la jerarqu¨ªa religiosa nombrada por el Gobierno, todos piden con matices la introducci¨®n de la sharia, en un pa¨ªs en el que existe, sin embargo, una minor¨ªa de seis millones; de cristianos coptos (sobre una poblaci¨®n de 45 millones de personas).
Pero incluso Omar Telmesani, l¨ªder de los Hermanos Musulmanes, que intentaron asesinar al presidente Gamal Abdel Nasser en 1954, se distancia de Salama en una reciente entrevista y le desaconseja un enfrentamiento directo con el Gobierno.
"Egipto", afirma el diputado Mohamed al Matrawi, tambi¨¦n perteneciente a la famosa hermandad, "no debe perder tiempo en marchas ni en desfiles, porque el movimiento isl¨¢mico cuenta en el Parlamento con miembros que pueden reforzar el car¨¢cter isl¨¢mico de la legislaci¨®n".
A petici¨®n de estos representantes del integrismo, un pleno extraordinario de la Asamblea del Pueblo (Parlamento) debati¨® en mayo la inmediata aplicaci¨®n de la sharia, que los subterfugios jur¨ªdicos del presidente de la C¨¢mara, Rifaat el Mahgub, lograron evitar. Se comprometi¨®, a cambio, a seguir expurgando las leyes de sus aspectos contrarios a la ley cor¨¢nica.
Si el proceso de islamizaci¨®n est¨¢ en marcha, ?por qu¨¦ entonces Salama se distingue de sus piadosos correligionarios y recurre, seg¨²n Rushdi, "a un terrorismo verbal no menos peligroso que el terrorismo armado?". Para las autoridades cairotas s¨®lo cabe una explicaci¨®n: est¨¢ a sueldo del r¨¦gimen del coronel libio Muammar el Gaddafi.
En los ¨²ltimos ocho meses, Egipto ha acusado a Libia de haber fomentado tres conjuras terroristas, y el pasado lunes Mubarak volvi¨® a la carga por cuarta vez, denunciando en un discurso "a aquellos que conspiran m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras para atacar a nuestro proceso democr¨¢tico y da?ar la seguridad de la que gozan nuestros ciudadanos".
Algunos diplom¨¢ticos acreditados en El Cairo no ponen en tela de juicio la conexi¨®n entre Libia y los integristas m¨¢s radicales, pero opinan tambi¨¦n que el vac¨ªo ideol¨®gico de los partidos convenci¨®inales egipcios, incapaces de atraer a los j¨®venes, y los primeros reveses econ¨®micos sufridos por el pa¨ªs de los faraones desde que Sadat se entreg¨® a Occidente, han contribuido a crear un terreno f¨¦rtil para Salama y su sociedad.
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