Anticonceptivos para perros y gatos
Los due?os huyen de la castraci¨®n como si fuera algo personal
Para un gato o una gata que hayan de vivir confinados en un piso, sin posibilidad de salir a la calle, y aun as¨ª, se plantea la necesidad de inhibir la sexualidad. La forma ideal, definitiva y sin complicaciones es la castraci¨®n, que en nuestro pa¨ªs sigue planteando dudas ¨¦ticas.Naturalmente hay otros medios, como inyecciones y pastillas, muy solicitados por los due?os que rechazan la castraci¨®n por considerarla demasiado dr¨¢stica, pero que la mayor parte de los veterinarios desaconsejar¨¢ por los problemas que pueden acarrear al animal a largo plazo (metritis, quistes en los ovarios y desarreglos hormonales en general).
A toda due?a primeriza de gato o gata, la sola menci¨®n de la palabra castraci¨®n pone en actitud de maternal protecci¨®n: "?Pobrecito!, ?usted cree que ser¨¢ necesario?".
Pero a¨²n despierta m¨¢s pasi¨®n este tema en los due?os, que reaccionan con viril rechazo, como si fuera a ellos y no al gato a quienes se va a practicar la operaci¨®n, y desemboca en muchos casos en una f¨¦rrea negativa.
Pues ?qui¨¦n va a pensar que esa bolita traviesa y juguetona puede producir alguna molestia por una sexualidad que a¨²n no ha dado la cara? Pero la bolita crece, y a los seis u ocho meses la gatita comienza a producir extra?os arrullos, a revolcarse por el suelo y a querer fugarse por cualquier resquicio. Los arrullos, d¨ªa a d¨ªa, van in crescendo, hasta llegar a convertirse en nocturnas serenatas, que en el caso concreto de las siamesas llegan a ser aut¨¦nticas ¨®peras, y si para colmo tenemos jardines cerca de casa veremos congregarse bajo las ventanas a todos los gatos machos de la vecindad maullando a coro.
Los due?os, incapaces de soportar por m¨¢s tiempo tales arrebatos de pasi¨®n, suelen decidirse finalmente por la castraci¨®n, a veces despu¨¦s de que la gata haya sido cubierta por un fogoso pretendiente.
Si se trata de un macho, la cosa cambia, aunque no para mejor. No suelen ser tan precoces, y alrededor del a?o comenzar¨¢ a prestar atenci¨®n, en las ventanas, por las noches, a lejanos llamamientos de hembras que quiz¨¢ nosotros ni oigamos. El despertar sexual del macho es m¨¢s temible porque, aparte de maullidos e intentos de fuga (que llegan a hacerles arrojarse por las ventanas de pisos altos), comienzan a marcar su territorio con peque?as cantidades de orina de olor intenso en cortinas, sillones y cualquier saliente que se ponga a tiro.
Llegados a este extremo, es el esp¨ªritu pr¨¢ctico del ama de casa el primero en reaccionar por una cuesti¨®n de higiene. La soluci¨®n todav¨ªa es f¨¢cil, pero si retrasamos demasiado la castraci¨®n o si el macho ha tenido ya experiencias sexuales es dif¨ªcil que pierda la molesta costumbre de marcar el territorio.
Una vez castrado no hay que apenarse: nuestro gato seguir¨¢ siendo el mismo animal juguet¨®n y cari?oso de antes, pero, eso s¨ª, con muchos menos problemas.
UNA OPERACION DE 10 MINUTOS
La castraci¨®n, muy frecuente en gatos y gatas, no suele practicarse en los perros en nuestro pa¨ªs como medio anticonceptivo, reserv¨¢ndose como tratamiento de ciertas enfermedades.Tanto en gato como en gata se realiza bajo anestesia total y con un ayuno previo de 12 horas. En el gato supone la extirpaci¨®n de los test¨ªculos y suele durar unos 10 minutos.
En la gata se realiza la extirpaci¨®n de matriz y ovarios, en unos 20 o 30 minutos, a trav¨¦s de una peque?a incisi¨®n en el vientre o en el costado.
El presupuesto var¨ªa: en el gato, entre las 2.000 y las 4.000 pesetas, y en la gata, entre las 4.000 y las 8.000 pesetas.
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