Boceto para una secretaria trastornada / y 2
LE MIR? ahora de reojo, espi¨¢ndole. ?Dios m¨ªo!, ?no ir¨¢ a reaccionar? Pues no. Ni siquiera la miraba Aquella falta de reacci¨®n fue como un tobog¨¢n que hizo que Cristina se deslizara a gran velocidad hacia las frases nuevas, estridentes, gloriosas, repentinas, que le hacian ya la boca agua, como ampollas, surgiendo y estallando una tras otra y tras otra en plena boca, sin pasar por la cabeza o por el juicio. Ni pu?etera falta que hace, pens¨® Cristina levemente: "No puedo parar de hablar, no s¨¦ por qu¨¦. Me gustar¨ªa que fueras como Gabi, ?sabes?, Gabrielito, Gabrielito, pues era mariquito. Cuando lo supe me gust¨® m¨¢s todav¨ªa. Yo es que soy muy rara. La cosa de la novead debi¨® de ser, no s¨¦. No lo supe entonces y sigo sin saberlo. ?Y qu¨¦ celos, madre! Madre de Dios, qu¨¦ celos, qu¨¦ reconcomio, qu¨¦ celos verle con los otros chicos, todos igualitos, jugando al f¨²tbol en el patio del instituto, aquellas piernas ajustadas, largas, qu¨¦ gusto, Dios, qu¨¦ patas, que me jodieran a patadas, ?me oyes?, hijoputa, ?me oyes? ?Me oyes o no me oyes? ?Madre de Dios, qu¨¦ ganas tengo de morirme Y c¨®mo lo supe, ?t¨² qu¨¦ crees? Poco m¨¢s o menos, eh, ?qu¨¦ crees? Lo supe de milagro. Yo sola, yo solita, ?qu¨¦ te parece? Me gustaba tanto tanto tanto, pues tant¨ªsimo, que yo sola llegu¨¦ a la conclusi¨®n, ?qu¨¦ te parece? ?Pero hombre, si es que no me hac¨ªa puto caso! ?Si es que me trataba como un trapo! ?Me trataba peor que a una lib¨¦lula! ?Peor, fijate, peor que a su pu?etera madre! ?Qu¨¦ quieres que te diga? Pero no le dej¨¦ por imposible, ah, eso no, eso nunca, yo erre que erre, igual que ahora, hasta que ¨¦l mismo me lo dijo, ¨¦l mismo, como lo oyes: 'Mira, chati, no te enco?es, que es peor, conmigo eso es peor, a m¨ª me gusta m¨¢s del otro lao y eso no tiene vuelta de hoja, lo siento mucho, o sea, hacerte esta putada, yo es que soy as¨ª de ladeado, m¨¢s vale que me olvides, m¨ªrame como a un hermano, hija, qui¨¦reme en Dios nuestro Se?or, toito te lo consiento menos esto, y se tocaba el muy. cerdo los cojones'; t¨² ?c¨®mo lo ves, eh, c¨®mo lo ves? ?Pues con todo y con eso me gustaba, fijate t¨² si estar¨¦ loca!". "Vaya tango, criatura!" -coment¨® C¨¦sar.Una vez m¨¢s ahora entendi¨® Cristina qu¨¦ se quiere decir cuando se dice que uno no es due?o de s¨ª mismo. S¨®lo ser consciente de haber dicho cosas comprometedoras y absurdas, vergonzosas, que ya no se pod¨ªan recordar y que, en realidad, no recordaba. "Perdona" -dijo Cristina-, "me ha trastornado todo esto". "Todo, ?qu¨¦?" -pregunt¨® C¨¦sar. "Todo esto, no s¨¦, lo nuestro, yo qu¨¦ s¨¦...". Se ha llaban justo en la amplia curva del Paseo de Coches, justo debajo de los altos pinos que cruj¨ªan lejanos y altos como un mar, ausentes. Ca minaban a pasitos cortos, muy cortos, sin mirarse. Se dir¨ªa que s¨®lo estaban ellos. "Cu¨¦ntame algo m¨¢s de Gabrielito, anda" -dijo C¨¦sar. "No hay nada que contar. Apenas nada. Ya lo he contado todo". "Nunca me hab¨ªas hablado de ¨¦l. Hubi¨¦ramos hecho buenas migas. ?Crees t¨² que Ga brielito y yo nos parecemos?" -C¨¦sar se mostraba casi locuaz de pronto, edulcorado por el atardecer serpenteante. "Lo he dicho por decir" -se disculp¨® Cristina- "Llevo sin verte una semana. Y como t¨² te callas y te callas, me he puesto pues nerviosa. Perdona, eh". "Que, s¨ª, mujer, que s¨ª, que te perdono. Pero ?por qu¨¦ has sacado a relucir precisamente esta historia?". "?Que por qu¨¦? Pues porque s¨ª. ?C¨®mo quieres que sepa yo por qu¨¦?". "Pues si no lo sabes t¨², ?qui¨¦n va a saberlo?". "Ah, pues cualquiera, cualquier espectador, cualquier oyente, cualquiera menos yo. Es la historia m¨¢s importante de mi vida, ?c¨®mo quieres que sepa yo por qu¨¦ la cuento?".
TRISTE LUCIDEZ
Pero justo mientras dec¨ªa lo que acababa de decir se dio cuenta Cristina que ment¨ªa. Un poco, por lo menos. No era del todo verdad que no supiera por qu¨¦ hab¨ªa sacado a relucir al Gabrielito. As¨ª que ahora, mientras segu¨ªan paseando paseo de Coches adelante, se sinti¨® Cristina embargada por una triste lucidez. Lucidez vesperal donde cab¨ªan tanto su reacci¨®n violenta de antes como su reflexividad de ahora. Tanto su caprichosamente arrebatada elocuencia como su silencio de a?os y a?os. C¨¦sar era insatisfactorio como Gabrielito lo hab¨ªa sido. No hab¨ªa ninguna diferencia. No deseaba tener que dar explicaciones y le resultaba a la vez profundamente extra?o, exasperante, que C¨¦sar no se las pidiera. ?sta era la primera vez, la ¨²nica vez, al fin y al cabo, que Cristina se hab¨ªa ¨¦xpresado sin reserva, con la reconfortante brutalidad de un suicida. Algo ten¨ªa que ocurrir. Ten¨ªa que matarse o que matarle. No se puede, pens¨® Cristina, despu¨¦s de un tiroteo con dos muertos, seguir lo mismo que antes. Algo tiene que cambiar. O quiz¨¢ no. La idea de que hiciera lo que hiciera lo mismo daba y nada cambiar¨ªa par¨® a Cristina en seco. Ten¨ªa la sensaci¨®n de que hab¨ªa descubierto a C¨¦sar sin querer. Pero ?qu¨¦ hab¨ªa descubierto? Nada. Lo sorprendente, lo incre¨ªble, era que C¨¦sar no correspondiera ahora a su franqueza con alguna clase de franqueza. ?No le hab¨ªa Cristina, al fin y al cabo, insultado al compararle con Gabriel? Cristina tuvo la impresi¨®n de que C¨¦sar ten¨ªa que contestar -si era hombre-. Por fin su turno hab¨ªa llegado.
Hab¨ªan llegado ya a la altura de la estatua ecuestre del general Mart¨ªnez Campos, un h¨¦roe y un patriota, eternamente lleno de palomas, testigo insigne de todos los horrores, de todos los amores del Retiro. C¨¦sar ten¨ªa que contestar. Y el caso es que C¨¦sar, tranquilo, con las manos en los bolsillos, paseaba junto a ella, delante del general Mart¨ªnez Campos, como si nada especial hubiera ocurrido. La impaciencia ascendi¨® garganta arriba como una inapelable orden de ataque. Cristina, empero, hizo de tripas coraz¨®n y dijo s¨®lo dulcemente: "Pero C¨¦sar, ?es que no vas a decir nada?". C¨¦sar la contempl¨® de arriba a abajo: "?Decir qu¨¦? ?Qu¨¦ es lo que tengo que decir? Cre¨ªa que lo hab¨ªas dicho t¨² ya todo. Mejor dicho: cre¨ªa que ibas a seguir...
"Era verano" -Cristina se sent¨ªa atrapada por un furor heroico intestinal, succionada por todo lo que nunca hab¨ªa contado a nadie ni reconocido del todo ante s¨ª misma, llevada en volandas a la in¨²til aula puls¨¢til de la memoria, un agujero puro y simple-. "Era verano y yo le dije, Gabi, qu¨¦ moreno est¨¢s, y ¨¦l me, dijo, lo normal, yo es que soy as¨ª de moreno todo el a?o. Y yo le dije, qu¨¦ va, pero qu¨¦ va, as¨ª de moreno todo el a?o no, tienes que haberte puesto m¨¢s al sol, ir¨¢s a una piscina; y ¨¦l dijo, s¨ª, joder, a una piscina, a ver de d¨®nde saco yo la pasta; pues habr¨¢s ido al Parque Sindical; y ¨¦l dijo, ?yo?, ?yo al Parque Sindical? Pero ?t¨² que te crees? Ah¨ª coges cualquier cosa, la mierda de los t¨ªos, que aquello es una mierda.
Y eso era cuando algunos d¨ªas, despu¨¦s de esperarle mucho rato, con cualquier pretexto, por el barrio, a la hora de comer, pendiente del portal, a ver si le ve¨ªa, y consegu¨ª verle varias veces, una vez ¨¦sta que te digo... Y no hab¨ªa manera de sacarle d¨®nde se pasaba las ma?anas. Y yo, pobre imb¨¦cil, erre
Boceto para una secretaria transtornada
que erre, empe?ada en saberlo como si saberlo fuera a tranquilizarme y no al rev¨¦s. No hay nada que saber. O lo que hay que sabe ya lo sabemos, o no lo sabemos, y entonces m¨¢s vale no saberlo Pero por fin lo supe, ya ves t¨². Lo que son las cosas de la vida. Me empe?¨¦ en saber lo que sab¨ªa y lo supe por fin a ciencia cierta. ?Y de qu¨¦ me sirvi¨®? Pues de nada, ?de qu¨¦ me iba a servir? Pues de nada ?Quieres que te diga a qui¨¦n m voy a parecer cuando sea vieja ?Quieres que te lo diga? Pues a la se?ora de los chistes de amor a 25 pesetas, en el Roxy A y Roxy B Fuencarral, 123, metro Bilbao Llevo el mismo camino, igual, lo mismo. Yo creo que vive por Quevedo; un d¨ªa, un verano, vario d¨ªas, la he visto con los zapatos de tac¨®n de coja, con sombrero ed paja, repintada, tomando el so con un maillot amarillo, en la es quina de San Bernardo y Jer¨®nimo de la Quintana, frente por frente la Mutual del Clero. Ah¨ª exist¨ªa Lleva todo en un bolso, en un bolsa. Es incre¨ªble. El aislamiento El rozar, el deslizarse leve por e mundo sin vernos, sin o¨ªrnos, siendo... Chistes de amor a 25 pesetas, o a 100 pesetas... Nunca m he atrevido a comprar uno, verla vendi¨¦ndolos es como ir a misa una consagraci¨®n, un acto puro incre¨ªble, de fe en nada, en la nada a m¨ª me pasa igual, s¨®lo que yo n tengo dignidad ninguna, no sabr¨ªa ir as¨ª por las calles, no sabr¨ªa pintarme as¨ª los labios, no sabr¨ªa tostarme as¨ª las piernas, no sabr¨ªa llevar as¨ª un sombrero, una pamela la rosa en madurez de la pobreza la transparencia insigne de la nada, lo m¨ªo es mucho m¨¢s vulgar... Pues por fin lo supe.COMO LAGARTOS
Una de esas ma?anas le segu¨ª. Ser¨ªan sobre las diez. Cuando lo pienso ahora, aquel verano, me hace temblar de miedo, de verg¨¹enza. Casi no reconozco aquella est¨²pida, una cr¨ªa est¨²pida, que era yo y que val¨ªa m¨¢s que ¨¦l. No me reconozco y a la vez me reconozco claramente, soy yo misma, vaya si soy yo misma, soy yo misma, preparando los cursos de secretar¨ªa, estudiando ingl¨¦s comercial y franc¨¦s comercial, aprendi¨¦ndolo todo como loca, como si me fuera la vida en aprenderlo, y me iba la vida en aprenderlo; ?qu¨¦ va a ser de m¨ª?, pensaba yo, si no saco esto bien, si no lo saco, los cursos ¨¦stos, ?qu¨¦ va a ser de m¨ª?, porque esperarle a la puerta mirando la puerta reflejada en el espejo de un escaparate, me acuerdo como si lo estuviera viendo todav¨ªa, el calor, las manos sudorosas el sudor de la nuca, entre los pechos, el miedo a que me vieran, y a la vez darme igual porque a, todo trance quer¨ªa verle, tan moreno como estaba, con el ch¨¢ndal y los brazos tan largos, ya ves t¨²... y ese d¨ªa, mira por d¨®nde, tuve suerte, a veces tengo suerte en cosas desgraciadas que m¨¢s me valiera no tenerla, as¨ª que le segu¨ª andan do hasta el Retiro. Todo me pasa en el Retiro. Lo que se lo agradezco yo al se?or alcalde, que ahora ha puesto peces y faisanes por todos los parterres, ?no los ves t¨² mismo? ?T¨² qu¨¦ vas a ver! Todo me pasa en el Retiro. Ahora mismo tambi¨¦n estoy en el Retiro y te cuento esto por primera vez, eres t¨² el primero, el primero y el ¨²ltimo, deber¨ªas darte por contento, sentirte satisfecho, y s¨¦ que te sientes satisfecho, en el fondo s¨ª, aunque no lo digas... Sientes curiosidad, s¨¦ que la sientes, curiosidad por ti, no por m¨ª, curiosidad por Gabi, no por m¨ª, lo s¨¦ de sobra... El caso es que le segu¨ª. Iba detr¨¢s de ¨¦l, cuesta de Moyano arriba, que ya estaban abriendo los libreros; me acuerdo haber sentido envidia, muy deprisa, envidia, aquellos libreros mal vestidos con sus barrigas, envidiarlos, con sus pitillos en los labios fuma que te fuma abr¨ªan las tiendas, tan sin prisas, aquellos tenderetes donde me hubiera gustado, s¨ª, gustado mucho poder sentarme yo, yo tambi¨¦n, a vender libros, sin importarme un bledo los clientes, sin mirarles, leyendo yo los libros mismos en vez de preocuparme de venderlos... Y me llevaba Gabi media cuesta. Y en el cruce con AlfonsoXII hab¨ªa uno esper¨¢ndole, uno que no le conoc¨ªa, yo, quiero decir, que no le conoc¨ªa, con pinta de guripa, con el pelo corto, as¨ª muy corto. Y subieron despacio los dos juntos y Gabi se quit¨® la camiseta y pens¨¦ que tendr¨ªa que estar fresco yendo as¨ª debajo de los ¨¢rboles. Y envidiaba eso tambi¨¦n, poder tambi¨¦n quitarme yo la camiseta, pasearme as¨ª debajo de los ¨¢rboles. Y subieron andando hasta el estanque y yo detr¨¢s sabiendo que aquello era una locura, que era rid¨ªculo, que era una locura, yo dec¨ªa entre m¨ª, pero ?ad¨®nde ir¨¢n? ?ad¨®nde van?, por aqu¨ª no se va a ninguna piscina y, mira, era verdad que no iban a piscinas... ?Quieres saber ad¨®nde iban? Pues al estanque mismo, al monumento, ah¨ª se subieron los dos, ah¨ª se bajaron los pantalones, se quedaron ah¨ª en traje de ba?o, se tumbaron al sol tan ricamente, apoyados los pies en las columnas, y as¨ª pasaron la ma?ana entera, ?t¨² c¨®mo lo ves? Y yo como una loca iba y ven¨ªa que me corr¨ªan churretes por los ojos y todo por el cuello... Ah¨ª como lagartos, la ma?ana entera, tan campantes. Luego vinieron m¨¢s, incluso chicas, yo pensaba, ?por qu¨¦ no puedo yo tomar el sol tambi¨¦n ah¨ª medio en pelotas?, y esper¨¦ toda la ma?ana a ver qu¨¦ hac¨ªan y no hac¨ªan nada, a ver qu¨¦ iban a hacer, pero nada de nada, s¨®lo escuchar la radio... Yo creo que ¨¦sa fue la ¨²ltima vez... Despu¨¦s de aquello ya vi que no ten¨ªa yo ni la m¨¢s m¨ªnima esperanza. No la ten¨ªa ni la tuve nunca. Ni tampoco ahora, ?qu¨¦ te crees, que soy imb¨¦cil?, as¨ª me volv¨ª a mi casa, me duch¨¦, me tumb¨¦ en cueros en la cama, cal¨¦ de agua hasta el colch¨®n pensando c¨®mo el verde de las hojas iba y ven¨ªa por la piel de Gabi, como el viento, como las canciones de la radio, pintando y despintando islitas frescas en la piel reluciente, pues as¨ª... Creer¨¢s que estoy loca y que adem¨¢s no viene a cuento, no s¨¦ por qu¨¦ lo cuento, no me acuerdo ya c¨®mo empec¨¦ a contarlo... Es que as¨ª es la vida. Tampoco nunca sabemos bien por qu¨¦ empezamos una cosa, o por qu¨¦ acaba como acaba, siempre mal...".
FINAL FELIZ
Hab¨ªan llegado en esto al Palacio de Cristal. Era ya medio de noche. Todav¨ªa el surtidor del centro se ergu¨ªa poderosamente chapoteando al caer la dicha de los patos que ya se recog¨ªan. C¨¦sar encendi¨® un Fortuna y baj¨® las escaleras hasta llegar al ¨²ltimo escal¨®n y se qued¨® mirando el agua negra y verde, con su poco de luna de melocot¨®n de oto?o suave dentro. Y Cristina detr¨¢s, cuatro escalones m¨¢s arriba, en esto le empuj¨® con toda su alma y le tir¨® al agua de cabeza. Quiere decirse que el trastorno tuvo un final feliz, siquiera aqu¨ª. ?gilem sine levitate -pens¨® Cristina en lat¨ªn, s¨²bitamente agraciada por un don de lenguas.
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